CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Este viernes, en las congregaciones de Mundo Nuevo, Villa Allende, en los municipios de Coatzacoalcos y Agua Dulce, comenzaron los funerales de la mitad de los 27 obreros que perdieron la vida en la explosión del área de Clorados III, localizada en el complejo petroquímico Pajaritos, asentado en el puerto de Coatzacoalcos.
El panteón municipal, así como los camposantos ubicados en congregaciones de Coatzacoalcos, se empezaron a llenar de carrozas y flores, pues durante esta tarde fueron inhumados diversos obreros que murieron en el fatal accidente.
Sin embargo, el caos prevalece en el complejo Pajaritos, donde camionetas de redilas entran al corporativo PMV y sacan de dos a tres ataúdes por viaje.
Los reclamos no se han hecho esperar, entre ellos los de la familia de Eric Camaño Ramos, de 23 años, que se quejó con la prensa local de que el Servicio Médico Forense (Semefo) les querían dar un cuerpo que no correspondía al de su familiar.
“Tenemos dos días acá, y ya aburrimos a las autoridades, tanto, que nos querían dar un cuerpo que no era y lo rechazamos, después regresaron con otro, y tampoco era. A fuerza nos querían dar a uno que tenía todos los dientes chuecos, pero nuestro muchacho, Eric, tenía sus dientes derechitos”, relató el familiar de uno de los obreros de la empresa Prometalica.
“Dos fugas antes del estallido”
Obreros que sobrevivieron a la explosión coincidieron en que, durante la mañana del miércoles 20, se registraron dos fugas antes de la catástrofe. De hecho, aseguran que fueron evacuados unos diez minutos y luego se les pidió volver a sus labores.
Cuando estalló la explosión, los más de 200 obreros que estaban trabajando en la zona corrieron despavoridos entre una nube de cloro gasificado que les impedía ver y cuya onda expansiva les arrojó por los aires, explica Luis Felipe Barrera, ayudante de obra.
“Creo que se pudo evitar” la tragedia, pues “en toda la semana hubieron fugas”, asegura este joven de 21 años, según consignó este viernes la agencia Reuters.
“Nadie estaba preparado”, manifestó por su parte el hermano de Jonathan Suárez Sánchez, de 28 años, que falleció cuando se encontraba en lo alto de la torre y el fuego lo abrasó junto con otros compañeros.
Algo parecido le pasó a Sylvestre Morales, un soldador de 23 años, que cayó a unos 80 metros de la estructura de metal que estaba arreglando y su cuerpo estuvo incinerándose toda la noche, cuenta su hermano César en la funeraria.
Sylvestre, como la mayoría de sus compañeros, carecía de capacitación y de seguro médico, y además acababa de ser padre de una niña y para quien César pide ahora una indemnización.
La empresa Ica Fluor, subcontratada por Mexichem para los trabajos de rehabilitación, “hasta ahora se ha hechos cargo de los gastos funerarios”, pero Welding Especial, que a su vez daba servicios a Ica, “ni siquiera se ha comunicado”, denunció César.
En casa de Fernando Hernández iban llegando este día varios obreros con botas industriales y overoles anaranjados para dar el pésame a la familia, que vivía principalmente del salario del joven.
“¿Por qué Pemex permitió que mi hijo muriera, si lo pudieron evitar? Si sabían de las fugas, ¿por qué no los retiraron a sus casas?”, se preguntaba Elide Vázquez, madre de Fernando.
Fuente: Proceso
Autor: Noé Zavaleta
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