Aurelio Nuño coquetea con la candidatura del PRI a la Presidencia de la República. Y avanza en su empeño haciendo lo que le ha funcionado a la actual administración: golpear, perseguir, reprimir, machacar a los opositores, ocultarse tras billetes, atrincherarse en las televisoras, hablarle al espejo y pretender que el país va bien. Pero expertos que analizan el conflicto magisterial advierten que éste se inflama y poco a poco evidencia los sinsentidos del discurso oficial, los riesgos de la imposición, la furia que se desata ante la impunidad y el desprecio oficiales.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Mayo de 2016. Aurelio Nuño aparece en el número 277 de la revista Líderes Mexicanos, posando en tres enormes fotografías desplegadas a lo la rgo de seis páginas, entre unos cuantos párrafos, presumiendo el éxito de la reforma educativa mientras el conflicto con la disidencia magisterial estremece el país.
Nueve meses atrás, el joven político que operó el Pacto por México y llegó a ser jefe de la Oficina de la Presidencia de la República, señalado por analistas como “la voz” detrás de Enrique Peña Nieto en los primeros años de su administración, había tomado las riendas de la Secretaría de Educación Pública (SEP) desplazando a Emilio Chuayffet, relegado a las sombras de la vida pública desde el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo, opositora pública de las modificaciones constitucionales.
Desde el primer momento, el nuevo secretario se apoderó de los reflectores. Abarrotó los medios masivos con su imagen y la promesa de una transformación del sistema educativo a partir de la instauración de la reforma “más importante” del sexenio.
De inmediato, vapuleados Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray –mentor de Nuño– por escándalos de enriquecimiento con favores de contratistas de gobierno, lo que se aunaba a la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán días atrás y la inconformidad social por una economía rota, con la exposición de Aurelio Nuño desde la SEP se improvisó la figura de un nuevo presidenciable que ha recorrido el país en una campaña “promocional” de la reforma educativa.
Calcado en innumerables primeras planas, Nuño difundió un proyecto educativo basado en siete prioridades: fortalecer las escuelas, invertir 50 mil millones de pesos en infraestructura, revisar planes y programas de estudio, fomentar el desarrollo profesional docente, trabajar en inclusión y equidad, vincular la educación con el mercado laboral y aplicar cambios administrativos en el sistema. Multiplicó sus reuniones con empresarios y se hizo evidente la luna de miel entre el gobierno federal y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), alineado a partir de la detención de Gordillo, a pesar de haber quedado a cargo de Juan Díaz de la Torre, brazo derecho de La Maestra.
Pero el énfasis de la gestión de Nuño estaría en otra parte: aplicar la evaluación de desempeño y permanencia al magisterio, a partir de noviembre. Con esa consigna, intensificó una campaña de desprestigio contra la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) e hizo cotidiano un discurso de amenazas para repeler a los maestros que decidieran no someterse a la prueba, que terminaría en decenas de miles de descuentos salariales y millares de despidos (la SEP decidió no precisar la cifra a este semanario) sin derecho a liquidación, castigos contemplados en la reforma para quienes se ausentaran de las aulas para protestar contra la misma.
Fuente: Proceso
Autor: Santiago Igartúa
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