Los ojos de Yecenia Armenta Graciano son negros, grandes y profundos. Su mirada es honda y sus pestañas caen sobre una expresión entristecida y oscurecida. Son los ojos de una mujer violada y torturada por policías para obligarla a confesar que fue la autora intelectual del asesinato de su esposo.
Ahora, después de 20 días de libertad tras la decisión dictada por un Juez y luego de casi cuatro años de prisión, Yecenia está sentada en uno de los pequeños salones de la organización Amnistía Internacional (AI) en la Ciudad de México hablando de su nueva vida después de la cárcel y lo que dejó en el pasado.
Trae un sencillo saco sastre y el cabello negro y lacio recogido en una coleta. Con escaso maquillaje y un ligero brillo labial, el rostro despejado hace resaltar aún más sus ojos grandes.
Yecenia sostiene una mirada húmeda y en ocasiones la barbilla le tiembla al hablar:
“Ha sido difícil. Fueron casi cuatro los que estuve presa. Ha sido difícil. Me siento insegura, no encuentro mi lugar, me ha costado trabajo sentirme estable”, dice con voz quebradiza y débil.
El 10 de julio de 2012 la mujer fue detenida por policías vestidos de civil y obligada a salir de su automóvil. Ella creyó que había sido secuestrada: le vendaron los ojos, la esposaron, la llevaron a una bodega y la colgaron boca abajo atada de los tobillos. Ese día, Yecenia fue golpeada, asfixiada y violada. Así firmó la confesión que la inculpaba de haber contratado unos sicarios para asesinar a su marido y luego trasladada al penal de Aguaruto, Culiacán, en Sinaloa.
Muy cerca de su natal Guasave, la mujer madre de dos niños, fue privada de su libertad y de lo que alguna vez fue su familia y su vida durante varios años.
Una joven como ella, recuerda, acostumbrada a ser una ama de casa en un pequeño pueblo norteño, se vio de pronto envuelta en la pesadilla que la trasformaría para siempre.
La organización Amnistía Internacional dice en su informe “Sobrevivir a la muerte, tortura de mujeres por fuerzas armadas y policías en México”, presentado ayer, que las consecuencias de la tortura sexual son varias. Las mujeres que fueron violadas afirman que cuando ocurrió el ataque se sintieron “al borde de la muerte”.
“Yecenia Armenta Graciano, que en 2012 sobrevivió a la violación a manos de policías estatales en Sinaloa, dijo que aquella experiencia era como morir”, dice el documento.Una semana antes de la detención de Yecenia, su esposo Jesús Alfredo Cuen Ojeda fue asesinado a tiros a las afueras de un restaurante en Sinaloa.
“Jamás pensé que viviría algo así. Era algo que ni siquiera por mis pensamientos podía pesar. Nunca me imaginé vivir lo que viví”. “Mi vida cambió completamente, mi familia, es una situación que aún no logro tener control sobre ella”, dice.Yecenia, antes de la brutal violación y tortura, cuidada de sus dos hijos en Guasave, Sinaloa. Al recordar un día normal de esa época, es la única ocasión durante la entrevista que la mujer esboza una ligera sonrisa labial.
Recuerda: se levantaba muy temprano y se ejercitaba durante una hora. Luego despertaba a sus hijos para llevarlos al colegio.
“Luego le hablaba a mi esposo para que se levantara y se fuera a sus actividades. Esto era a las siente de la mañana. Después me ponía a hacer los quehaceres del hogar y prepararme con los alimentos para recibir a mi familia de regreso a la hora de la comida. Comíamos y llevaba a mis hijos a sus actividades que realizaban. Después al regresar, era hacer las tareas, sobre todo con el más pequeño. Ya en la noche, era prepararnos para dormir”, narra.
Pero el rostro de la mujer se vuelve a entristecer al hablar de un día normal en su vida actual:
“Hoy mi día normal es estar inestable. Hoy un día normal es sentir miedo donde estoy. Es no encontrar un lugar en el cual sentirme bien. Me siento muy vulnerable, no encuentro mi espacio, ese es un día normal para mí”, dice.
Aunque Guasave fue un buen lugar para vivir, hoy la mujer sobreviviente de tortura sexual tiene miedo de ese lugar en donde creció, pero no tiene planes de mudarse: sería cambiarles de tajo la vida a sus hijos.
“Tengo dos hijos, uno estudia en Culiacán y otro en Guasave, sería cambiarles la vida a ellos. Espero irme adaptando a la nueva forma de vida”.
En la cárcel Yecenia conoció a más mujeres en su misma situación. Todas torturada psicológica y verbalmente, algunas violadas y otras tocadas sin llegar a la penetración.
“Sobre todo donde estuve me comentaban a menudo que habían sido abusadas sexualmente. En algunos casos con penetración, en otros tocamiento. Para mi la violencia sexual empieza desde que te empiezan a tocar. En la mayoría eran tocamientos, pero en todos abuso verbal y psicológico. No había un sólo caso donde no se hubiera violado un derecho humano”, narra.Armenta Graciano dice que cuando una mujer es torturada sexualmente, es complicado hablar de ello, sin embargo esa es precisamente la apuesta de los torturadores: el silencio.
“Yo les enviaría un mensaje a muchas mujeres que han pasado por un problema como el mío, por una situación así, les haría un llamado a que no se queden calladas, que hablen, porque si no lo hacen se ayuda a que las autoridades sigan cometiendo estos abusos, debido a que ellos le apuestan al silencio de las mujeres”, afirma.
Sobre su caso, Yecenia opina que el juez hizo justicia, pues su sentencia fue absolutoria al no encontrar pruebas del delito que se le imputaba.
El 7 de junio fue liberada gracias a que el Juzgado Quinto de Primera Instancia de lo Penal dictó la sentencia absolutoria en su favor, pues se comprobó que la confesión de Armenta Graciano fue obtenida bajo tortura, además de encontrar irregularidades en la investigación e integración de la Averiguación Previa.
Armenta Graciano, ahora de 40 años, intenta reconstruir su vida consiente de que la tortura sexual en México para arrancar confesiones, es un método extendido en el país de acuerdo con organizaciones como Amnistía Internacional.
FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: SHAILA ROSAGEL.
LINK: http://www.sinembargo.mx/29-06-2016/3060119