En el momento de mayo tensión entre México y los Estados Unidos y en pleno Súper Tazón el director del periódico La Prensa, Mauricio Ortega, robó el jersey del Tom Brady mariscal de campo y estrella de Los Patriotas de Nueva Inglaterra.
Este lunes conocimos que no fue el único artículo que había sustraído. Otro jersey de la edición de 2015 y presumiblemente un casco y otros artículos eran el botín de sus 20 asistencias como periodista acreditado a las finales del fútbol americano.
Sobre el hecho se han pronunciado desde las autoridades policíacas norteamericanas, las mexicanas, la Organización Editorial Mexicana (OEM) propietaria de La Prensa, la Liga de Futbol y hasta el vocero de la Casa Blanca. Aún no conocemos la versión de Ortega, pero ante la evidencia una justificación parece imposible. El hurto me lleva a reflexionar sobre el papel y las justificaciones del robo en nuestra sociedad. Antes me detengo a recordar algunos incidentes similares.
“Los iba a regresar”.
En abril de 2008 Rafael Quintero Curiel, entonces Subdirector del Equipo de Logística en las giras presidenciales de Felipe Calderón, fue sorprendido con al menos seis teléfono Blackberry de funcionarios que participaron en una cumbre entre George Bush y el ex Presidente mexicano. Quintero fue grabado mientras sustraía los aparatos de una mesa donde sus dueños los depositaron, siguiendo las reglas de no entrar con celulares a las reuniones. Cuando los agentes del Servicio Secreto lo alcanzaron a punto de abordar el avión presidencial mexicano, dijo que tomó los aparatos “por accidente”.
En medio de la confusión devolvió los aparatos y regresó a México bajo el argumento de inmunidad diplomática. Más tarde fue cesado de su cargo y en un comunicado dijo que los había tomado “con el propósito de regresarlos a sus propietarios” pero no pudo y tuvo que dirigirse al aeropuerto. ¿Los iba a regresar pero al parecer lo haría en silencio? Quintero nunca comunicó del hecho a nadie de ambas comitivas hasta que fue descubierto.
“Robarse la meta”.
Otro tristemente celebre “robo” en el extranjero lo debemos al “hombre más rápido de México” nombrado así por la prensa alemana, tras conocerse que en la edición 2007 del célebre maratón de Berlín el priista, Roberto Madrazo, hizo trampa. Al revisar los registros los organizadores descubrieron que se saltó más de 20 kilómetros de los 42.195 de la justa, pero eso sí apareció en los últimos metros festejando la victoria en su categoría. Fue descalificado. Madrazo respondió que para quienes no logran completar la carrera el tomar atajos “es una práctica habitual” y que ello no implica “hacer el esfuerzo de ir por la medalla de su participación”.
Ese mismo día anunció la creación de la “Fundación Maratón por la competitividad” de la que solo queda el recuerdo. Yo corrí algunos maratones, algunos de que no pude concluir pero nunca pensé en ir a la meta por una medalla que se otorga por recorrer 42 kilómetros y no por participar como pasa en la catafixia de Chabelo.
“El saqueador de casilleros”.
No sabemos si Ortega justificará los robos pero de intentarlo quizá diría que al ver los casilleros solos y las prendas tan abandonadas las tomó con la intención de regresarlas a sus dueños pero no pudo porque su avión salía muy pronto o que tomar playeras ajenas es una práctica habitual en estos eventos y que hacía el esfuerzo en ir hasta los casilleros y sustraer la playera a manera de medalla por su participación.
Los que sí se pronunciaron fueron sus ex jefes. La OEM fiel a su larga tradición de manipular la verdad en servicio del poder, publicó un comunicado esta vez para lavarse las manos. En la empresa de los Vázquez Raña “no sabían nada” y resulta que Ortega “días antes había renunciado por problemas personales.”
Por el periodista José Ureña y por diversas fuentes periodísticas sabemos que tras conocer de la investigación las autoridades mexicanas dieron aviso a la OEM y el tiempo necesario para “renunciarlo” y salir librada. Ortega se acogió a la figura legal de acuerdo reparatorio y por ello no seguirá proceso. I
Imposible no pensar en sí las prácticas anti periodísticas estilo “chayote”, influyeron en la conducta de Ortega durante su paso por una organización que solo subsiste por las inmensas cantidades de publicidad oficial en sus páginas dedicadas a alabar a los gobiernos de turno.
Revisar el papel del robo en nuestra cultura excede este espacio pero creo que lo condenable y disfuncional del robo residen en la apropiación indebida e impuesta por la violencia, conducta en la que ninguna sociedad puede pretender un futuro. Considero que en México existe una cierta permisividad social frente al robo, pero no la atribuyo a los lugares comunes del “es algo que está en nuestra cultura”. Estoy convencido que la mayoría de las personas de este país condenamos el robo y que conductas como la de Ortega nos indignan
Mi hipótesis es que la permisividad al robo se debe a la influencia perniciosa que la corrupción política tiene en nuestra sociedad donde robar es la norma. Algunas personas consideran que la corrupción se encuentra tan profundamente arraigada en nuestra cultura, que no podremos librarnos de ella. Muchos la justifican e incluso la subliman quizá en un acto aspiracional que puede resumirse en el nefasto dicho popular “no me des, ponme donde hay”.
Pero si nos fijamos en el detalle la corrupción es también un robo en el sentido de apropiación de lo indebido. La corrupción nos priva de recursos públicos para necesidades urgentes, merma las capacidades institucionales y en muchas ocasiones también nos priva de la verdad misma.
Mi experiencia como abogado me dice que el robo solo llega a ser sancionado cuando el acusado es de escasos recursos o se encuentra en situación vulnerable. Al frente de los políticos actuales nuestro sistema legal castiga a 5 años a una mujer por entregar un billete falso de 100 pesos y permite la impunidad de los “Duartes” que robaron millones y millones.
De una revisión general de las cifras sobre incidencia delictiva sobre del Inegi y del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública conocemos que el robo en sus diversas modalidades constituye, de entre el 30 al 40 por ciento de los delitos denunciados ante un Ministerio Público en los últimos 10 años, mismo periodo en el que de, forma global, aumentó en un 30 por ciento de 2007 a 2013, para decrecer en los últimos 4 años.
Ojalá esta tendencia fuera sustentable pero recuerdo que la clase política mexicana nos roba incluso la posibilidad de tener índices delictivos confiables tal y como la organización México Evalúa mencionó a propósito de a presentación de un estudio en el que identificó “probables casos de manipulación en los datos oficiales sobre incidencia delictiva”.
No creo sea imposible erradicar la corrupción o el robo o que sea una tarea de dimensiones titánicas, que de tan improbable, es mejor no emprender. Pensar así funciona perfectamente para quienes han hecho de robar una profesión política. Como muchas otras conductas que nos afectan, delincuentes y políticos roban porque al hacerlo no reciben sanción alguna. La impunidad en México alcanza niveles únicos cercanos al 100 por ciento en muchos delitos.
Si cambiamos de forma decidida esa tendencia, cambiaremos los incentivos y en pocos años el panorama será distinto. El efecto de una adecuada sanción no se dirige solo al corrupto, cada sanción ayudaría romper un molde social al que muchos aspiran, del corrupto como “exitoso”. La sanción social y legal manda un claro mensaje que en una sociedad no es tolerable apropiarse de los bienes y recursos ajenos y quien lo haga no tiene cabida en ella.
Mientras no sean sancionados quienes roban harán del delito carrera y como suele suceder se presentarán en elecciones tras elecciones para continuar robando. Que no lo hagan con nuestro permiso. Empecemos por no darles responsabilidades tan importantes como presidentes municipales, como gobernadores o como legisladores.
Si algo nos han enseñado los último años es que ellos no ven el robo como lo vemos nosotros, ante un acto reprobable ellos ven “una práctica común” o juran que “los iban a regresar”. Ellos ven “ errores de estilo o de apreciación” pero robar es robar como escribí en este espacio a propósito de “La Tesis” de Enrique Peña Nieto.
El robarse la meta terminó con la carrera política de Roberto Madrazo. Rafael Quintero y Mauricio Ortega perdieron sus empleos. La sanción social funcionó pero no es suficiente. Propongo que hagamos una lista de quienes más daño han hecho a México fomentando el robo y la corrupción. Hagamos acopio de evidencia y un poco de paciencia para, llegado el momento, no solo les sancionemos socialmente, sino los presentemos ante la justicia y caso a caso edifiquemos el país que merecemos donde robar no sea la norma.
FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: JESÚS ROBLES MALOF.
LINK: http://www.sinembargo.mx/23-03-2017/3179440