CIUDAD DE MÉXICO: No existe un solo lugar donde los mexicanos nos sintamos seguros. Ni en la escuela, la casa, el trabajo o el centro comercial; el auto, el parque, la carretera, el mercado o la calle más usual donde caminamos; menos en el transporte público o los cajeros automáticos de los bancos. Ni uno de estos sitios que más frecuentamos son considerados lugares seguros.
La inseguridad es la impresión más fuerte que los mexicanos registramos en nuestra vida diaria según una de las encuestas más recientes del INEGI la cual refleja la percepción de fragilidad y vulnerabilidad que el 76% de los ciudadanos sentimos en los lugares que habitamos en las ciudades, pueblos, comunidades e incluso las propias moradas.
Desde hace más de 20 años no se registraban en el país tantos asaltos, atracos, secuestros, extorsiones y homicidios como a mediados de este 2017. De hecho, el mes de mayo resultó ser el mes más violento desde el 2011 cuando se contaron dos mil 131 casos. Durante ese mes se registraron dos mil 186 denuncias por homicidio doloso, según las estadísticas del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP),
No obstante, la numeraria resulta fría si no aterrizamos los números en nuestra vivencia diaria.
De todos los lugares que frecuentamos no existe uno solo que nos brinde la seguridad suficiente para realizar nuestras labores habituales como trabajar, estudiar, viajar, comprar víveres, transportarse o divertirse.
Es evidente que estamos frente a una crisis estructural y ante el rompimiento del tejido social, así como ante una serie de cambios en la conducta social y en los hábitos de vida diaria de una buena parte de la población.
Dichos cambios han sido forzados por la delincuencia organizada y las autoridades policiales y de justicia que no cumplen con su responsabilidad y que nos llevan al 98% de índice de impunidad, lo cual motiva y genera la multiplicación de actos delincuenciales en todos los niveles.
Según el estudio demoscópico del INEGI, el 81.3% de los encuestados manifestaron sentirse más inseguros en los cajeros automáticos localizados en la vía pública; el 73.7% en el transporte público; 68.1% en el banco; y 66.1% en las calles que habitualmente usa; 60% se siente inseguro en el mercado y 58% en las carreteras.
Mientras que el 61.8% de los encuestados reveló haber modificado sus hábitos y dejaron de llevar cosas de valor como joyas, dinero y tarjetas de crédito por temor a sufrir un asalto; el 55.5% dejó de “permitir que sus hijos menores salgan de su vivienda”; 50.3% cambió rutinas en cuanto a “caminar por los alrededores de su vivienda, pasadas las ocho de la noche”; y el 34.3% cambió rutinas relacionadas con “visitar parientes o amigos”.
El escenario para finales de este año no es promisorio sino todo lo contrario, parece que va a empeorar. El Observatorio Nacional Ciudadano (ONC) realizó un estudio en junio el cual estima que, si se mantienen los actuales niveles de violencia, el año cerrará con una tasa de casi 20 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, que representaría el punto más alto desde que se tiene registro en el país. Hasta ahora, la mayor tasa era la de 2011, cuando quedó en 19.75 crímenes de este tipo por cada 100 mil.
Con estos índices de violencia, inseguridad e injusticia habremos de iniciar el año electoral, que tampoco se ve fácil. Los partidos políticos y los candidatos ya están afilando sus armas para iniciar la guerra sucia con la que piensan ganar denostando a sus adversarios. Esta estrategia lo único que provoca es el encono social, la confrontación entre los diversos grupos sociales y una ciudadanía dividida y enfrentada.
Es así que el 2018 se prevé como uno de los más complicados en los últimos años pues además de la violencia y la inseguridad, tendremos enfrente la violencia política tan peligrosa como la generada por las organizaciones y bandas criminales.
AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS.