Varios pueblos de la Laguna Superior, en el Istmo de Tehuantepec, fueron devastados por el sismo del jueves 7. Sus habitantes recuperaron los cuerpos de sus fallecidos y se hicieron cargo de los heridos como pudieron, ya que las brigadas estatales y efectivos de las Fuerzas Armadas llegaron a brindar ayuda después de una semana. De esa manera el terremoto dejó al descubierto el desastre social permanente en que sobreviven sus pobladores.
JUCHITÁN, Oax: En un hangar del gobierno en la Base Área de Ixtepec, enclave militar del Istmo de Tehuantepec, se ubica el Centro de Comando, donde se descargan los víveres para los damnificados y se distribuyen con criterios nada claros.
A unos 90 kilómetros, en la zona más angosta del istmo, la Laguna Superior bordea antiguos pueblos huaves e ikoot que resintieron como pocos los efectos del sismo del 7 de septiembre.
Las primeras ayudas llegaron a San Mateo del Mar el lunes 11, a cuentagotas: no abarcaron a todas las comunidades afectadas. En San Dionisio del Mar, San Francisco del Mar y municipios cercanos como Unión Hidalgo, los habitantes sacaron a sus muertos y atendieron a los heridos, en completa ausencia de la autoridad.
Santa María del Mar está peor: convertida en una isla, aunque era tierra firme, sólo se puede acceder por la laguna o el mar abierto, debido a que un conflicto mantiene bloqueado su camino terrestre. Esta comunidad ikoot no recibió ayuda hasta el jueves 14, una semana después del sismo.
En San Mateo no había ayuntamiento. Un conflicto político lo dejó sin autoridad local el año pasado y, en consecuencia, no hay obras, servicios ni policía. El día del temblor los vehículos oficiales que necesitaban para transportar a los heridos no tenían gasolina.
En San Dionisio del Mar se repartieron algunas despensas en las calles principales, pero las vías apartadas y sus comunidades resistieron toda la semana en completo abandono.
Sin ayuntamiento ni gobernador
En una conferencia de prensa que se realizó el martes 12 en la base aérea, una reportera local cuestionó al gobernador Alejandro Murat sobre el abandono de San Mateo del Mar. El mandatario, flanqueado por el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, aseguró que las administraciones estatal y federal están presentes en los 41 municipios afectados
No obstante, los testimonios recabados por los reporteros en la zona coinciden en que la presencia federal fue tardía. La gente dice que hasta el miércoles se pudo hacer una estimación aproximada: unos 5 mil damnificados, casi la tercera parte de los pobladores, 90% de los cuales sobrevive en la pobreza y pobreza extrema.
Se cayeron casas, techos de teja y palma, paredes de ladrillo. Cientos de edificios están a punto de colapsar. Cinco personas murieron y en las comunidades muchos se vieron obligados a desplazarse cuando sus casas empezaron a hundirse después del sismo.
Grupos de damnificados se dirigieron a Huazantlán del Río desde las comunidades de Cuauhtémoc, Juárez, San Pablo y la cabecera municipal. En ésta se derrumbaron los planteles de preescolar y primaria, mientras que su alcaldía, la iglesia principal y el mercado sufrieron daños severos. En los primeros reportes se dijo que la colonia Juárez era la más dañada, con todos los postes de electricidad inclinados y hundimientos en las viviendas.
No hubo energía eléctrica durante cuatro días. El puente que comunicaba la comunidad de Barrio Nuevo con la cabecera municipal también se desplomó. Las fosas sépticas se desbordaron y contaminaron el agua potable.
El desastre administrativo de San Mateo es anterior al terremoto. Un conflicto político en el que participan partidos y organizaciones sociales provocó la anulación de los comicios municipales de 2016. Un intento de reponer ese proceso el pasado 6 de septiembre terminó en balacera.
El gobierno de Alejandro Murat fue incapaz de mantener al menos los servicios administrativos, pero envió brigadas de ayuda después de la publicación de notas periodísticas sobre la situación del municipio.
El jueves 14 Murat se apersonó en San Mateo con el secretario de Medio Ambiente federal, Rafael Pacchiano Alemán, y anunció la instalación de cocinas comunitarias. Enseguida insistió en que sólo las Fuerzas Armadas pueden repartir la ayuda y dirigió un mensaje motivacional a quienes perdieron a familiares y sufrieron daños materiales:
“Estamos de pie, somos fuertes y en todo el istmo lo somos. Aquí estoy y estaré todo el tiempo que sea necesario, hasta reconstruir todo lo que se perdió”. Pacchiano le hizo segunda: “Tienen todo el respaldo del presidente Peña Nieto. Confíen en nosotros y no nos vamos hasta que todo regrese a la normalidad”.
Poco después se fueron de ahí.
Del mar, la tierra y el viento
Los habitantes de Huamúchil, San Dionisio del Mar, conocen los ruidos de la naturaleza. El pescador Heriberto Noriega recuerda que se oyó un retumbo, un trueno, como las ocasiones en que va a empezar el aguacero, pero volteó al cielo y no vio nublazón. De pronto la tierra empezó a oscilar y todos salieron corriendo de sus casas.
No tuvieron tiempo de sacar pertenencias, porque mediante perifoneo se avisó que había riesgo de tsunami y Huamúchil está a 80 metros del mar. Cuando se fueron a la cabecera municipal, las familias trataban de correr. Para Heriberto se escuchaba como “ganado del potrero, ruidero de gente iluminada nomás por la luna llena”.
A la hora que el entrevistado y sus vecinos huían del posible tsunami, el gobierno de la República ni idea tenía de lo que pasaba. La entidad con el mayor número de víctimas y destrucción no figuraba en el reporte oficial más que por un hotel caído en Matías Romero, sin pérdidas humanas.
Cuando Heriberto volvió a Huamúchil su casa ya no existía, sólo encontró en el suelo la placa del programa social Piso Firme.
San Dionisio es ampliamente conocido en el estado por los conflictos sociales que en los últimos años han detonado las obras gubernamentales y los intereses de trasnacionales energéticas. Fue ahí donde la española Mareña Renovables intentó desarrollar un proyecto eólico sin consultar al pueblo, hasta que éste lo echó abajo.
Hace meses la asamblea de San Dionisio evitó que se realizara un dragado de 200 metros hacia la playa y 30 metros a cada lado para construir unos embarcaderos. El 12 de julio quemaron la maquinaria con que la empresa intentaba comenzar los trabajos sin notificar a la comunidad ni llevar a cabo una consulta pública.
Aislados y sitiados
Para llegar a Santa María del Mar hay que llegar primero a San Dionisio del Mar, atravesar un largo y estrecho camino de terracería y llegar a un faro, desde el cual unas lanchas hacen cuatro recorridos diarios para cruzar la Laguna Superior y una parte de mar abierto.
Hay un camino terrestre, pero no se puede utilizar porque se llega a él por San Mateo del Mar, donde un grupo de ejidatarios armados lo mantiene bloqueado.
El miércoles 13 llegaron efectivos de la Marina en una camioneta van con 100 despensas para una comunidad de aproximadamente mil 500 personas.
Incluso los oficiales de la Marina tuvieron que burlar la guardia armada de San Mateo, pues ni a ellos los dejaba pasar para entregar ayuda a Santa María. Horas después del terremoto, esta comunidad ikoot se inundó con una súbita crecida del mar.
La mayoría de las casas resultaron afectadas con el sismo y alrededor de un centenar son inhabitables.
El mismo miércoles los reporteros de Proceso recorrieron Santa María y así se enteraron de una extraña oferta de la Marina: ofrecían entregar más despensas a los pobladores si éstos podían enviar tres lanchas al faro a las 4 de la tarde. A todos se les hizo raro que la Marina sólo pudiera moverse por tierra y necesitara de lancheros locales para entregar ayuda por mar.
Horas antes los servicios de los lancheros fueron requeridos por personal de la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDPI) para llevar colchonetas a los damnificados de la comunidad de Pueblo Viejo, ubicada a mitad de la Laguna Superior. Era ya el séptimo día después del sismo.
El conflicto con San Mateo data de 2008, cuando un grupo de comuneros de este último municipio, encabezados por el expresidente municipal Adolfo Rangel, saqueó ganado, frutos, materiales y herramientas de los comuneros de Santa María.
Éstos interpusieron denuncias y ganaron en todas las instancias, pero no fue suficiente. Sus vecinos bloquearon el camino, sabotearon el agua potable y la electricidad. Gran parte del año los pescadores de Santa María no pueden refrigerar su producto ni transportar enfermos o heridos por el fuerte oleaje. En enero pasado tres personas intentaron llevar a un niño con el médico en lancha, pero todos murieron cuando zozobró.
Santa María del mar pertenece al municipio de Juchitán, pero la alcaldesa Gloria Sánchez López y su hermano Héctor no han intervenido para resolver la situación.
Juan Bartolo Jiménez, secretario de la agencia municipal, reclama que las sentencias a su favor no se ejecuten; y que lo sepan el gobernador, los magistrados y la presidenta municipal, sin que ninguno de ellos haya hecho algo en ocho años por abrir ese camino, ni siquiera por motivos humanitarios.
Pero el viernes 15 el gobernador Murat usó el camino de terracería y llegó manejando a Santa María, tras negociar con los comuneros de San Mateo para que dejaran entrar víveres.
Acompañado por René Juárez Cisneros, el exgobernador guerrerense que hoy es subsecretario de Gobernación, Murat prometió agua y electricidad, pero aclaró que primero atendería la contingencia por el sismo.
Este reportaje se publicó el 17 de septiembre de 2017 en la edición 2133 de la revista Proceso.
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: PEDRO MATÍAS, ARTURO RODRÍGUEZ
LINK: http://www.proceso.com.mx/503652/sismo-revela-desgobierno-en-istmo-tehuantepec