Lo que busca Peña es que los mexicanos sigan yéndose a trabajar fuera de México, para que envíen las millonarias remesas anuales que superan lo obtenido por la venta del petróleo y las exportaciones; mientras los trabajadores que no se van sufren el castigo de laborar más de 10 horas diarias obteniendo apenas un salario de hambre. Al oponerse el mexiquense al planteamiento de más o menos homologar los salarios de la mano de obra con los otros dos países, es para que los empresarios nativos –como capataces precapitalistas– sigan explotando y robando a la clase obrera para que éste sea un capitalismo de rapiña creador de millonarios y multimillonarios. Quienes guardan su capital en “paraísos fiscales” para evadir impuestos; y que el precandidato –casi candidato Meade– ha justificado, para recabar el voto patronal.
El sindicalismo canadiense ha alertado sobre el “freno” del gobierno peñista que impide igualar en un 80 por ciento los salarios mexicanos a los de Canadá y Estados Unidos. Y es que Peña busca ofrecer mano de obra esclava, para traer inversiones que de todas maneras no vendrán, por las medidas proteccionistas de Trump. El ultimátum como negociación estadunidense –estrategia belicosa del todavía presidente Trump–, se suma a que, para quedar bien con el apoyo patronal, Peña no acepta el aumento salarial. El único triunfo es que se lograría la renegociación del TLC; el mismo que sólo dejaría ventajas para estadunidenses y canadienses.
Pero “celebró” Peña, que en 40 años no hubo un aumento al salario mínimo como los 8 pesos que decretó por medio de sus testaferros de la Comisión, cuyos integrantes ganan millones; igual que el mismo Peña que cerrará su sexenio con más de 3 millones de pesos al año. Con ese miserable incremento que hasta los patrones consideraron insuficiente, el salario de marras llegó a 88 pesos. Ha sido un insulto, una mentada de Peña; una provocación para que los trabajadores se unan y masivamente salgan a las calles a protestar hasta las últimas consecuencias. Ya que es imposible que quienes reciben esos pocos pesos agregados y que son los más desfavorecidos, tengan para atender sus necesidades mínimas. Ese aumento perverso restringe el consumo que ayudaría al mercado, pues ni en los tianguis y mercados populares se puede comprar lo necesario; y se burla de la clase trabajadora presa de un capitalismo salvaje y una élite política y económica despiadadas.
Así, el trabajador mexicano ganará 2 mil 650 pesos al mes; lo que un trabajador canadiense o estadunidense obtiene por tres horas de labor. Y ante la inconformidad social, los trabajadores deberían encabezar las protestas que arrastren la solidaridad del resto de la población. Pues no debe permitirse ese miserable “aumento” que sólo provoca más desigualdad, enriqueciendo a quienes abusan del poder amparados por la corrupción; y que todavía Peña festeje con ellos una humillación más a los supuestamente “premiados”.
Para “celebrar” su autoproclamada hazaña, Peña mandó traer a todos los desgobernadores. Y entre los 10 ausentes estuvo Mancera, mostrando así su desacuerdo; lo que lo hizo consecuente con su petición de otorgar al menos 100 pesos diarios de salario mínimo. Una vez más está vigente la consigna: “¡Trabajadores del mundo, uníos!”, como llamado actual para los trabajadores mexicanos, otra vez víctimas de quienes detentan el poder de los gobiernos y exponen al Estado constitucional al riesgo de una protesta nacional.
Peña y quienes aplaudieron el miserable aumento, pisotearon la norma constitucional de ser “suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural, proveer a la educación obligatoria de sus hijos”; y que “para un trabajo igual debe corresponder un salario igual”. Traición que debe ser tomada en cuenta en las próximas elecciones presidenciales. Pues con los trabajadores, el resto de los mexicanos deberán votar contra el priísmo-peñista. No hay otra manera pacífica para que el pueblo decida su destino político, económico y social porque el presidencialismo a la mexicana dispone de la vida de los mexicanos; ya ni siquiera como súbditos, sino como esclavos, provocando respuestas violentas para conquistar la justicia social que está implantada en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
FUENTE: CONTRALINEA
AUTOR: ALVARO CEPEDA NERI