El nombre Mirna Nereyda Medina Quiñónez tiene un peso entre los activistas no sólo de Sinaloa, sino en todo México. La defensora, que visibilizó nacionalmente la problemática de su región, encontró a su hijo Roberto Corrales justo el día que se cumplían tres años de su rapto; sin embargo, el hallazgo no la ha alejado del grupo que dirige: las Rastreadoras del Fuerte de Sinaloa, personas que la desaparición de sus familiares las unió, la búsqueda las hermanó y un pacto las mantiene juntas.
Son las 08:00 de la mañana en los Mochis, Sinaloa. Mujeres en jeans, playeras holgadas, sombreros, zapatos industriales y una mochila con agua en sus espaldas, se reúnen en una oficina, se dividen en grupos, toman picos, palas, machetes, escobas, guantes, varillas y salen a escudriñar terrenos tras sus “tesoros”, como ellas le llaman a los restos de personas desaparecidas.
Esa rutina se realiza cada miércoles y domingo. Desde hace al menos tres años, Las Rastreadoras del Fuerte salen al monte, zonas boscosas, campos, lagunas y cualquier predio en donde haya indicios de personas no localizadas.
DE UNA BURBUJA A LAS FOSAS
Mirna Nereyda Medina Quiñónez es maestra educadora. Tenía 14 años en la docencia cuando dejó el salón de clases para convertirse en una buscadora a raíz de la desaparición de su hijo Roberto Corrales Medina, el 14 de julio 2014.
Roberto tenía 21 años. Vendía discos, memorias y accesorios para autos en una gasolinera. Poco antes de cerrar su negocio, sujetos a bordo de una camioneta Explorer negra llegaron y se lo llevaron. Desde ese día, Mirna empezó a buscarlo en todos lados.
En su travesía por dependencias gubernamentales y durante la pesquisa conoció a Karla Gómez, Reyna Serna Escalante y Rosa Elia Vázquez Soto, quienes también buscaban a familiares desaparecidos.
Con esas cuatro mujeres nació Rastreadoras del Fuerte, organización que ahora reúne a 122 madres que hacen labores de campo y el Colectivo Desaparecidos del Fuerte, compuesto por al menos 622 familiares.
Mirna jamás pensó que las circunstancias de un país donde la violencia no cesa la llevarían a dirigir una asociación de rastreadoras: “Mi vida era una burbujita, no veía ni siquiera noticias ni nada, y a raíz de lo de Roberto, vivo casi siempre checando noticias, viendo como está el país, toda la página roja la leo porque yo sé que en cualquiera lugar pueda estar los hijos de mis compañeras”.
El conjunto de mujeres rastrea en diferentes lugares de la zona norte de Sinaloa, principalmente en los municipios de Ahome, Choix, El Fuerte y Guasave.
Roberto Corrales Medina fue localizado el 14 de julio de 2017, en una búsqueda especial por la conmemoración a los tres años de su rapto. Los restos del joven estaban en una fosa clandestina ubicada en el poblado de Ocolome, a 8 kilómetros de donde fue privado de la libertad.
“Yo buscaba mucho ahí, en esos alrededores. Ya habíamos ido a la zona en tres ocasiones porque nos habían dicho que en ese punto podría estar, pero en ese terreno [donde lo hallaron] no buscábamos porque es propiedad privada y al principio no podiamos entrar. Yo pienso que lo hubiera encontrado mucho antes, pero bueno, Dios pone los medios”, indicó la madre.“Dios me lo entregó justo ese día, yo ya cerré un capítulo muy doloroso, porque el dolor no se te termina nunca”, agregó.
EL PACTO: “TODOS SON NUESTROS”
Al igual de otras 48 mujeres que hallaron a su familiar, Mirna sigue en el colectivo.
“Nosotros hemos hecho un pacto: la que encuentre se queda y si una de nosotras muere sin encontrar a su familiar, todas tenemos el compromiso de seguir buscando hasta encontrarlo. Seguimos trabajando porque, imagina de esas 120 madres me apoyaron a mi ¿yo cómo voy a dejarlas solas? ¡pues no!”, explica.
María del Rosario López Flores es parte de las rastreadoras. Cuando entró al grupo, tras la desaparición de su esposo “Chayo”, había 36 miembros y conforme pasó el tiempo y “entre más iban creciendo los desaparecidos, como una bola de nieve, poco a poco se fue uniendo más gente”, narra la activista.
Su pareja, Rosario Peñuelas Yocupicio “Chayo, era policía municipal y fue privado de la libertad el 8 de enero de 2013 en la comunidad de San Blas, Sinaloa. Lo buscó por todo Sinaloa todo el 2013 y parte del 2014 sin saber que los restos habían sido encontrados el 30 de enero de 2014 en la comunidad de La Noria en Monterrey, Nuevo León.
En agosto de 2014, María se incorporó a las rastreadoras. Durante una plática con Mirna Medina, prometió que si ella encontraba a su familiar iba a continuar en la búsqueda y así lo cumplió: después de varias diligencias y tras pruebas de ADN, le entregaron restos en 20 de noviembre de 2015. Ahora busca a los familiares de sus compañeras.
“Fue tanto el apoyo que me dieron… yo lo sentí de todo corazón que dije que yo me iba a quedar e iba a seguir siendo parte del grupo hasta encontrarlos a todos, porque aún nos faltan muchos”, platica López Flores.
Al igual que María varias siguieron el ejemplo, tal es el caso de Yessenia Ramos, quien se acercó a la asociación tras la desaparición forzada de su hermano José Alberto Ramos Ruiz en 2013.
Dos años, 8 meses y 2 días después, halló a su pariente mientras escarbaba en una fosa clandestina en inmediaciones de Pozotan y Navojoa, cerca de una laguna.
“Era domingo, empezamos a buscar como siempre y una compañera miró un lugar y dijo que parecía que había huesos humanos. Nos reunimos todos en ese sitio y nos enfocamos ahí a seguir buscando. Ni a medio metro estaba mi hermano, yo removía la tierra con palas y luego con las manos, para sorpresa mía salió la playera de él. Yo les dije que era él, que era mi hermano que por fin lo había encontrado”, recordó la mujer.
Yessenia dice que permanecerá en la organización hasta encontrar a todos los que faltan “porque todos son nuestros, no es nada más mi hermano, son muchos, todos son nuestros”.
“Somos una familia protegiéndonos porque lloramos todas, reímos, estamos unidas, y pues no es justo, a mi no se me hizo justo que yo hubiera encontrado a mi hermano y ya no seguir ayudando; ¿cómo encontrarlo y salirme, y mis compañeras que están pasando por lo mismo que yo”, compartió.El consanguíneo de Yessenia fue privado de la libertad por policías municipales El Fuerte, un 24 de octubre en el poblado de Charay cerca de las 12: 50 de la tarde.
La patrulla de policía, que todos conocían y tenía fama de “desaparecer” personas, interceptó a Roberto, 38 años cuando este iba en su bicicleta, y lo “levantaron” frente a varios testigos. “Era la única patrulla que andaba aquí, todo mundo la conocía”.
Los presuntos responsables no han sido castigados. “Ahora estos policías están ahí muy gusto como si nada hubiera pasado. Yo puse la denuncia contra el comandante Santos, que se llevó a mi hermano, y nunca se ha hecho nada, nunca se ha hecho una investigación, ni dicen como va la investigación”, denunció la víctima.
En la zona norte de Sinaloa el 80 por ciento de los casos de desapariciones son presuntamente atribuibles a la desaparición forzada pues existe el común denominador de que fueron patrullas quienes se los llevaron, según los testimonios, explica Mirna Medina.
Además del sufrimiento que conlleva la desaparición de un ser querido, varios familiares también enfrentan la criminalización de la víctima.
“Mi hijo no vendía, ni usaba drogas. Tampoco te puedo decir que era lo máximo porque era un ser humano normal; pero ya ves que la misma sociedad te re victimiza, cada vez que levantan a alguien, la gente piensa y dice `es que andaba mal, algo hizo’, y en este caso no fue así, esa es una cultura muy fea y un grave problema que tenemos como sociedad”, platica Mirna Medina en entrevista.BUSCAR DE TESOROS
Las Rastreadores del Fuerte han localizado cerca de 117 cuerpos, de los cuales, el 90 por ciento ya se entregaron explica su líder.
A inicios de su conformación recibieron múltiples amenazas, sin embargo, han disminuido, aclara: “No sé si ya entendieron que nosotros no buscamos culpables”.
El grupo operativo se reúne miércoles y domingo para realizar los rastreos que duran desde seis, hasta 10 horas.
María del Rosario explica: “No importa si hace frío, calor extremo nosotros vamos, son búsquedas incansables, entre más escarba uno,parece que no tiene fin, si uno siente desespero escarbando se quita, a veces somos muchas las que acudimos, otras no tantas porque algunas trabajan”.
Cuando descubren restos humanos a los que llaman tesoros, las rastreadoras avisan a las autoridades, se juntan y hacen una oración para que la persona descanse en Paz. Después, esperan el arribo del forense y de los Ministerios Publicos para el levantamiento correspondiente.
Al momento de la localización las mujeres tienen sentimientos encontrados:
“Nos da mucha alegría porque sabemos que otra familia, al igual de las que ya hemos encontrado, va a descansar, va a tener esa tranquilidad porque ya va a tener una tumba a donde llevarle flores, ir a rezarle; pero también nos da mucha tristeza en la forma en la que los encontramos. Muchas veces no sabemos si llorar o reír, ni como expresar lo que sentimos realmente porque es muy difícil. Solo la persona que familiar de un desaparecido es la que sabe el dolor que se vive”, declara María del Rosario
La mayoría de las personas desaparecidas en Sinaloa son hombres jóvenes de entre 15 y 25 años, muchos privados en la liberta en un contexto de la lucha de los cárteles de la droga por la plaza, abunda Mirna Medina.
“Tenemos desaparecidos desde el 2010, hay muchos más quizá, podrían ser hasta mil los desaparecidos pero hay mucha gente que por miedo no denuncia, no va a realizarse la prueba de ADN”, añade Maria del Rosario López.HALLAZGOS
En lo que va del 2018 se han localizado tres cuerpos, un hombre y dos mujeres jóvenes. El primero, en la población de La Capilla; posteriormente, se halló el cuerpo de una joven en la Bajada del Monte, y la segunda chica, localizada en Tres Garantías, todos de El Fuerte, Sinaloa.
Las dos jovencitas ya fueron identificadas pero el grupo prefirió reservar el nombre de las víctimas hasta que estén los resultados de las pruebas de ADN y sean entregados los restos.
De los 117 restos encontrados, de 2014 a la fecha, son pocos los que faltan debido a que no han sido reclamados.
“Hay muchos cuerpos que nos da mucha tristeza porque los encontramos, no los reclaman y haz de cuenta de que los vuelven a desaparecer porque son sepultados sin una identificación pues porque la gente no va a denunciar”, expone María del Rosario.
“Quedan muy pocos cuerpos por entregar, nadie los ha reclamado pero aún así nosotras trabajamos para que sean identificados, esa es una ventaja muy grande que tenemos como familias, trabajamos para buscar; pero lo más importante es buscar encontrar e identificar, que cada familia ya tenga algo paz, porque no se puede tener algo de paz después de que te quitan una parte de ti”, puntualiza Mirna, líder de las Rastreadoras, quien, -además- comparte que regresará a la escuela dar clases dentro de dos años, según espera.
“Porque hay que terminar ciclos, mientras tanto, seguimos aquí. Estamos capacitando a una compañera para que, en un caso dado, pueda entrar en mi lugar”, finaliza.
FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: SUGEYRY GÁNDARA.
LINK: http://www.sinembargo.mx/18-02-2018/3386081