El aeropuerto de Texcoco, que oficialmente tenía que abrir sus puertas en 2021, iba a tener una capacidad inicial para 70 millones de pasajeros, sería el primero, fuera de Estados Unidos, con tres pistas de despegue y aterrizaje que podían operar de manera simultánea. Las sospechas de corrupción y el daño ambiental, las grandes banderas de López Obrador contra la obra, dejaron en jaque el mayor legado de infraestructuras de Peña Nieto, uno de los mandatarios mexicanos que más ha visto desgastada su aprobación ciudadana. Será hasta que López Obrador asuma el cargo como Presidente, este sábado, que miles de personas siguen acudiendo a diario a su puesto de trabajo en este vasto terreno de 5 mil hectáreas.
Sobre un mar de grava y arcilla se levanta la estructura de una torre de control a medio construir que iba a ser el emblema de la mayor infraestructura del Presidente de México, Enrique Peña Nieto, pero quedará como el último vestigio del aeropuerto que pudo ser y no fue.
El Presidente electo, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, anunció que cancelará la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), que tenía que sustituir el actual aeródromo capitalino, tras una polémica consulta ciudadana organizada por su partido en la que ganó la opción de parar la obra.
Hasta que el líder izquierdista asuma el cargo este sábado, miles de personas siguen acudiendo a diario a su puesto de trabajo en este vasto terreno de 5 mil hectáreas ubicado en el municipio de Texcoco, a unos 40 kilómetros de Ciudad de México.
Actualmente, el esqueleto de lo que tendría que ser la torre de control mide 25 de los 90 metros que habría tenido esta infraestructura, desde la cual se iba a dirigir el tráfico de uno de los aeropuertos más grandes del mundo.
Cuando se anunció su cancelación, el avance global de la obra era de 33 por ciento, con toda la cimentación del terreno concluida y los pilares ya erigidos de la que iba a ser una moderna terminal que diseñó el prestigioso Norman Foster.
Fuentes del Grupo Aeroportuario de Ciudad de México, concesionaria de esta gran infraestructura, explicaron a Efe que desde que se iniciaron las obras en 2016 se han gastado 3 mil millones de dólares de los 13 mil millones proyectados.
Dentro del saco de dinero perdido habría que añadir mil 500 millones de dólares más que ya están comprometidos con encargos a empresas de distintos puntos del país para la elaboración de materiales y piezas de construcción.
Aunque todavía se desconoce el futuro que el nuevo Gobierno plantea para estos terrenos, los responsables de la obra advierten que limpiar el área y devolverla a su estado natural implicaría abrir un hoyo de miles de hectáreas, dado que todo el terreno está cimentado, con un costo superior a terminar el aeropuerto.
La construcción de esta infraestructura en Texcoco se venía estudiando desde el Gobierno del conservador Vicente Fox (2000-2006), aunque no fue hasta la Administración de Peña Nieto (2012-2018) cuando se aprobó el proyecto y comenzaron las obras en 2015.
Su objetivo era sustituir el saturado actual Aeropuerto Internacional Benito Juárez de Ciudad de México, que se encuentra dentro de la capital con una capacidad para 25 millones de pasajeros anuales, aunque recibe 40 millones.
El aeropuerto de Texcoco, que oficialmente tenía que abrir sus puertas en 2021, iba a tener una capacidad inicial para 70 millones de pasajeros, siendo el primer aeropuerto fuera de Estados Unidos con tres pistas de despegue y aterrizaje que podían operar de manera simultánea.
Pero el proyecto también contemplaba para 2060 la apertura de una nueva terminal con otras tres pistas y una capacidad total para 125 millones de pasajeros.
Las sospechas de corrupción y el daño ambiental, las grandes banderas de López Obrador contra la obra, dejaron en jaque el mayor legado de infraestructuras de Peña Nieto, uno de los mandatarios mexicanos que más ha visto desgastada su aprobación ciudadana.
Activistas han denunciado que más de la mitad de la inversión estaba contratada a cinco grandes grupos empresariales, como el Grupo Carso del magnate Carlos Slim, mientras que vecinos de pueblos aledaños han criticado el impacto ambiental y un supuesto despojo de tierras.
Desde la obra sostienen que la mayor parte del terreno era propiedad federal y que solo 60 hectáreas fueron compradas a campesinos de la zona, con un proyecto para reubicar la fauna en una reserva biológica cercana.
La incertidumbre por su futuro laboral planea entre los trabajadores, mientras que entre los responsables de la construcción reina la incredulidad de que se acabe desechando por completo una obra de esta magnitud.
Las dificultades técnicas para adaptar la base aérea militar de Santa Lucía como aeropuerto civil, alternativa planteada por López Obrador, dibujan cierta esperanza entre algunos ingenieros, que desean que en seis años retome el proyecto de Texcoco una nueva administración.
Sea como sea, cada pocos segundos un avión cruza el cielo de la capital mexicana, una de las ciudades más grandes y pobladas del mundo, mientras el eterno debate sobre su aeropuerto sigue sin resolverse.
FUENTE: SIN EMBARGO/EFE.
AUTOR: EDUARD RIBAS I ADMETLLA.
LINK: https://www.sinembargo.mx/28-11-2018/3503746