Después de ser la plataforma que catapultó a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República, el partido Morena enfrenta su primera crisis ante la proximidad de las elecciones estatales en Puebla y Baja California.
Hasta 2018, ese partido político no fue más que un comité de campaña para López Obrador, organizado en torno a su figura, precario en diferentes aspectos estructurales que sólo mediante alianzas con partidos y organizaciones más disciplinadas, como el PES o la elbista Redes Sociales Progresistas, pudo capitalizar en las urnas el ímpetu de un electorado predispuesto a votar por su candidato presidencial.
Parte de ese éxito fue construido también mediante alianzas locales con políticos procedentes de diferentes fuerzas políticas que desplazaron a los antiguos acompañantes del llamado “Proyecto Alternativo de Nación”. No eran ya los comités de apoyo integrados por viejos militantes de izquierdas, aquellos que reunieron las firmas en campo para que López Obrador tuviera su partido los que a la hora de la victoria llegaron a los altos cargos públicos ni a puestos de elección popular.
Simpatizantes desde hace 18 años, inmersos en luchas locales frente a los poderes caciquiles, no fueron pocas las ocasiones en las que se inconformaron a López Obrador por el trato preferencial a sus nuevos compañeros de partido: los represores de apenas meses atrás; los conservadores con agendas incompatibles; los protagonistas de escándalos de corrupción; los linajes viejos que siempre encuentran acomodo en la fuerza política dominante, sea cual sea.López Obrador los llamaba a la calma, les decía que debían estar unidos, recibir a todo el que quisiera sumarse, al fin y al cabo, con él ya no iba a haber nada de eso, se acabarían las represiones, se arrancaría la corrupción de raíz y si alguien no coincidía en todo, podía regresarse luego a su partido pues lo importante era lograr el cambio.
A final de cuentas, Morena terminó convertido en algo similar al PRI original: un acuerdo de diferentes corrientes ideológicas, pragmatismos y cúpulas poderosas de diferentes zonas geográficas.
Cuestionados desde siempre sus procesos internos, nadie en Morena se oponía internamente a la postulación de López Obrador, pero sí de candidatos a gobernadores, senadores, diputados, munícipes, pues la fuerza del presidencial daba lo suficiente para cobijar a todos. La famosa encuesta de metodología ignota y las definiciones que tomaron en lo oscurito los operadores electorales, atizó la inconformidad sólo atemperada por el hoy presidente.
Al asumir la Presidencia, la disputa por Morena y los proyectos de consolidación (muchos tienen uno), pasan necesariamente por la oficina del coordinador de bancada en el Senado, Ricardo Monreal, abierta su rivalidad con Yeidckol Polvensky, desde campaña (en procesos internos como el de Nuevo León) y más aun en la transición (ambos convocaban reuniones con candidatos electos y López Obrador, sin invitarse entre sí).
Esa rivalidad continúa, claramente en la definición de Puebla, donde Polevnsky se ha pronunciado por apoyar a Miguel Barbosa (hombre que llegó del Pacto por México), mientras que Monreal, desde el Senado, respalda a Alejandro Armenta y Nancy de la Sierra (llegados del viejo grupo de Mario Marín, “el gober precioso”, ella se sumará a Armenta).
Baja California, por otra parte, tiene la sombra del desaseo particularmente en Tijuana, donde todas las encuestas colocaron en la delantera a Jaime Martínez Veloz, excepto la opaca de partido que dijo levantar Leonel Godoy, el emisario de Yeidckol, que enturbió el procedimiento para imponer representantes de la iniciativa privada. En cuanto a este último caso ya hay impugnación, mientras que Godoy mantiene en la opacidad la presunta encuesta.
La indefinición del partido se suma pues a las luchas internas por tomar el poder sobre este, por lo pronto, con dos bandos identificados (Monreal-Polevnsky), pleito intestino pues, que tarde o temprano les cobrará en fracasos.
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA.
LINK: https://www.proceso.com.mx/573184/morena-primera-crisis-por-pleito-monreal-polevnsky