No hubo choque de trenes con Donald Trump en los primeros 100 días del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, como algunos pronosticaron. Por lo contrario, se consolidó la tendencia que emergió durante la transición: apostatarle a la convivencia. Bajo esa premisa, el Presidente de los mexicanos ha cedido a las presiones antimigrantes de Trump, no ha denunciado la construcción de un muro divisorio y no siempre corrige cifras falsas que desvirtúan la realidad y la imagen de México.
Enrique Peña Nieto no pudo darse ese lujo. No tenía capital político. Se vio forzado a defender retóricamente la soberanía nacional y pedir a Trump dejar de usar a México como piñata electoral (El Universal 05/04/2018). Luis Videgaray sudaba cada vez que, ante la insostenible presión política interna, tenía que responder a la furia tuitera de Trump contra México. Más aún durante la campaña presidencial mexicana. Cierto, con la llegada de AMLO, Trump bajó el volumen a la retórica. Se ha abstenido de lanzar ataques personales y maltratar verbalmente al Presidente de México. Hasta dice respetarlo. Y es que sabe que AMLO es un Presidente con legitimidad y niveles de aceptación insólitos (Reforma 12/03/2019). Eso, calcula, da cheque en blanco a López Obrador para cumplir con sus demandas migratorias sin alborotar al avispero antitrumpista.
En los primeros 100 días del Gobierno de AMLO migración ha sido el tema bilateral dominante gracias a Trump. El Gobierno de AMLO logró que aceptara retóricamente una fuerte infusión de fondos principalmente privados para el desarrollo de los países centroamericanos expulsores de migrantes. En el entendido de que Trump comparte con México el concepto de que la causa de la migración es la pobreza y falta de oportunidades, el Gobierno mexicano accedió a servir de sala de espera para los solicitantes de asilo en Estados Unidos. Sin embargo, México dio la mano y Trump tomó el pié. Esta semana, impuso más “medidas unilaterales” a México que claramente abusan de la política de protección de los migrantes. Desoyendo la petición de la SRE y la Segob de no expandir las devoluciones de solicitantes de asilo no mexicanos a todos los cruces fronterizos, el Departamento de Seguridad Interna hizo exactamente eso. Ya empezó a devolver migrantes no mexicanos a Mexicali. La SRE protestó, pero dijo que aceptará a los devueltos (Comunicado SRE-SEGOB, 12/03/2019). El mes pasado, la administración Trump también desdeñó la petición mexicana de no devolver menores de edad no mexicanos a México. Y es que para el gobierno de AMLO ayudar al cumplimiento de una estrategia antiinmigrante que probablemente viola la legislación estadounidense es una “decisión estratégica pensada para no hacer enojar a Trump” (The New York Times, 02/03/2019). Tragar camote parece ser la “estrategia” hacia Trump en los celebrados 100 días de Gobierno.
Otros temas—comercio y seguridad—tampoco han virado de dirección. En la sustancia es la misma agenda. La prioridad sigue siendo la aprobación del TLCAN2, negociado por Peña y AMLO. Sobre seguridad, la estrategia fallida pactada con Washington que consiste en pacificar al país con el uso de la fuerza sigue vigente. Mientras que Peña congeló la cooperación antinarcóticos con Estados Unidos durante el primer año de su sexenio, López Obrador ni una revisión ordenó de esos polémicos programas. Las agencias de procuración de justicia operan al mismo nivel que vienen haciéndolo desde el sexenio de Calderón. Donde sí hubo cambio es en la forma. Con Marcelo Ebrard la interlocución regresó a los canales diplomáticos institucionales que Videgaray se brincó en aras de cultivar una relación personal con el yerno de Trump.
Las concesiones hechas por AMLO compensan la molestia que pudiera haber en Washington por la neutralidad mexicana ante la crisis venezolana. Los jaloncitos de oreja del Vicepresidente Mike Pence y el Secretario de Estado, Mike Pompeo, para forzar a México respaldar la política de intervención en Venezuela son empujones verbales sin consecuencias practicas. Incluso se cree que la posición mexicana puede serle útil a Estados Unidos en el futuro como le fue en el pasado no haber roto con Cuba. Para bien o mal, la administración Trump está satisfecha con AMLO.
Mientras, en el Capitolio, con excepción de unos cuantos, México también tiene aliados entre la mayoría que rechaza el muro y las políticas antimigrantes de Trump. Las señales de animadversión hacia AMLO son contadas, o porque no les preocupa o porque simplemente no está en el radar. De ahí que resultan inverosímiles tuits que alegan que “Washington” (como si fuera un colectivo homogéneo) ve al Gobierno de México como “fallido”. Es innegable que hay voces en firmas de consultoría y centros de estudios políticos de Washington y Nueva York que apuestan al fracaso del Gobierno de López Obrador, pero son minorías. Las filias y fobias no tienen frontera.
Comer camote para no hacer enojar a Trump no es estrategia. Es entendible que AMLO no quiera pleito. Sin embargo, si México se deja, Trump seguirá abusando. Debe haber un posicionamiento fuerte y claro de parte del Presidente ponga límites. Guardar silencio y quedarse callado no son lo mismo. La relación cordial no puede darse a cualquier precio. El que nada debe nada teme.
FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: DOLIA ESTÉVES.
LINK: https://www.sinembargo.mx/15-03-2019/3550680