Si algo ha caracterizado a Morena, es la elección de algunos diputados y senadores impresentables que con el simple hecho de la genuflexión ante la mal llamada Cuarta Transformación, se purifican en automático. Los tontos parecen inteligentes. Los ignorantes parecen cultos. Los pillos parecen honestos.
Allí están, de bote pronto, dos ejemplos que pasarán al anecdotario político – no pueden aspirar a más- como personajes que de milagro sabrían la fecha de nuestra Independencia: el stripper Sergio Mayer y el hijo de Lupita D’ Alessio, de nombre Ernesto. Ambos, pésimos actores que han tenido la suerte de estar cerca de los favoritos de López Obrador para hoy ocupar curules en San Lázaro. Vaya par.
(Decir también que no ha sido privativo de Morena. Recién recordamos a la brillante todóloga Carmelita Salinas, alias “La corcholata”, Diputada por el PRI, que opinaba desde el Brexit británico hasta el último escándalo de Niurka).
Y por supuesto que hay otros legisladores en Morena que han dicho una cantidad generosa de burradas en tiempo récord. Algunos que hablan porque tienen boca. O las senadoras que agreden a periodistas verbalmente. Una pléyade de cuasi analfabetos que en su vida han abierto o leído un libro.
La ignorancia también es una forma de corrupción. Y daña a toda democracia, porque el ignorante, sabedor de su mutilación intelectual, calla y otorga, en este caso, su voto de manera dócil, tal y como se lo ordenan sus líderes. Mucho sería pedirles que razonaran. Demasiado exigirles que lo discutieran. Son cuotas de poder que siempre han existido en prácticamente todos los partidos.
Sin embargo, el caso más emblemático de corrupción, impunidad y cuota de poder otorgado por Morena y, en este caso, avalado personalmente por López Obrador, recae en una de las páginas negras del sindicalismo mexicano: Napoleón Gómez Urrutia. Napito, como se le moteja en el gremio minero.
Sabemos ya que Napito sustrajo, en realidad, 33 millones de dólares que pertenecían a un fideicomiso de los trabajadores mineros, y no 55 millones, como se ha dicho, debido a que reembolsó 22 millones de dólares a trabajadores de Cananea. De cualquier manera, se birló una fortuna que no era suya. Sabemos ya que heredó el SNTMMSRM de su padre, Napoleón Gómez Sada, quien durante la época dorada del PRI hizo del sindicato su coto de poder durante 40 años.
En dos de mis libros – Los demonios del sindicalismo mexicano y Abuso del poder en México -, así como en la columna titulada “No, Andrés Manuel. ¡Napito NO!”, del 21 de febrero de 2018 en SinEmbargoMx, revelamos a detalle la ruta que siguió el dinero birlado por Napito, mediante triangulaciones financieras por bancos de todo el mundo y que le permitió a él y a su familia vivir holgadamente en Vancouver durante varios años. Allí están las pruebas para quien quiera verlas una vez más.
Sin embargo, astuto, Napito supo aguantar el temporal, y de pillo certificado, pasó a ser “perseguido político” (¿?), gracias a la bendición de AMLO tras ganar la elección presidencial.
Napito, el purificado por Andrés Manuel.
Napito, el pillo amigo del Presidente.
Napito, la corrupción de la mal llamada Cuarta Transformación.
¡Vaya vergüenza!
¿Cómo pudo Gómez Urrutia salvar el pellejo y erigirse, hoy por hoy, en la punta de lanza de AMLO para formar la central obrera que se impulsa desde Palacio Nacional para darle el tiro de gracia a la reumática CTM, y ser así el nuevo sector obrero que le sirva al tabasqueño para sus propósitos políticos?
Como se acostumbra en la política: vía componendas y favores.
Resulta que una amiga periodista íntima de AMLO y que desde años ha tenido una gran amistad con Napito, generoso siempre con sus amigos en lo financiero, influyó en López Obrador desde que era candidato presidencial y le vendió la historia de que Gómez Urrutia era “perseguido político” del panismo cuando, en realidad, las pruebas en su contra por fraude, estaban avaladas con denuncias penales de los propios trabajadores sindicalizados y comprobadas con documentos y rutas del dinero sustraído, además de las inversiones hechas con ese dinero en Canadá para que se aceptara darle refugio a Napito y familia. De otra forma, ¿cómo explicar que tan distinguida familia sobreviviera durante tantos años en una de las ciudades más caras del mundo, si no fue con esos millones de dólares mal habidos? (Toda la información al respecto está en mis libros para quien quiera consultarla).
Un pillo certificado, sin duda alguna. Una patraña, el cuento chino de que Napito era “perseguido político”. ¿Cómo purificarlo? Otorgándole fuero legislativo para evitar ser aprehendido. De prófugo de la justicia a Senador de la República. ¡Sólo en México, carajo!
Y AMLO aceptó protegerlo por dos razones: por la amistad que lo ha unido con su amiga periodista, y por la conveniencia política que le representa que, ahora, Napito encabece el ala obrera de la mal llamada Cuarta Transformación: la Confederación Internacional de Trabajadores (CIT), ariete del lopezobradorismo para consolidar su proyecto político no solo durante su sexenio, sino también, de la intención transexenal de proyecto que ya Andrés Manuel le ha planteado a algunos en reuniones privadas, y que será tema de otra columna.
Ahora, Napito y AMLO aparecen sonrientes, abrazados, unidos. Un líder sindical millonario. Un Presidente alcahuete que cerró los ojos y abrazó lo que tanto pregonó que no haría: tolerar la corrupción.
Allí está Napito: el emblema de la corrupción sexenal. Rescatado, con fuero, solapado y entronizado. ¿Y el fraude contra los mineros? ¡Que se jodan! Primero está la mal llamada Cuarta Transformación y los intereses políticos de su líder, y luego todo lo demás.
Vaya descaro.
FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: MARTÍN MORENO.
LINK: https://www.sinembargo.mx/15-05-2019/3580780