En un sitio concurrido, “frente a medio mundo”, tres empleados del Sanborns del Parque Lindavista desaparecieron después de salir de trabajar. Desde hace dos meses no hay rastro de ellos. Sus familiares exigen a las autoridades acelerar las investigaciones.
Ángel Gerardo Ramírez Chaufón quería estudiar Turismo en el Instituto Politécnico Nacional. En febrero de 2019, presentó su examen de admisión, pero fue rechazado, como miles de jóvenes que son rechazados de universidades públicas. El joven, de 20 años, decidido no perder el tiempo y consiguió un trabajo de mesero en Sanborns. Para sobreponerse al sueldo de 3 mil 80 pesos al mes, doblaba turno y conseguía horas extra. Quería ahorrar para pagarse un curso que lo preparara para pasar el examen.
Pero Ángel sólo tuvo ese empleo cinco meses. Luego desapareció. La noche del 29 de noviembre de 2019, el chico no llegó a su casa y su teléfono dejó de recibir llamadas.
Sus familiares lo esperaron hasta muy tarde, aunque la salida de su trabajo era a las 6:30 de la tarde. Ese día, nadie de su casa consiguió dormir. El padre de Ángel tuvo un sueño extraño, donde su hijo se despedía para emprender un viaje.
El 30 de noviembre, la familia denunció la desaparición. En el ministerio púbico, los agentes les dijeron que probablemente Ángel se había ido como una muchacha o que se había escapado a Acapulco.
“Pero yo sé cómo es mi familia”, asegura Gerardo Ramírez, su padre.
Sus familiares lo buscaron en hospitales; luego fueron al Sanborns donde trabajaba, en el centro comercial Parque Lindavista, para preguntar si tenían más información. Ahí se enteraron que ese mismo día desaparecieron otros dos empleados: Jesús Armando Reyes Escobar, de 30 años, y Leonel Báez Martínez, de 35.
Dos meses después, sin rastro de ninguno de los trabajadores, Gerardo se pregunta: “¿Cómo puede ser que en un lugar que hay tanta gente puedan desaparecer tres jóvenes?”.
De “las cámaras viejitas”
Dos meses después, no hay rastro de ellos. La hipótesis de las familias es que los empleados salieron de trabajar y coincidieron entre las calles Rio Bamba, donde está la plaza comercial, y Montevideo. Luego desaparecieron.
En la esquina donde posiblemente fueron vistos por última vez los tres trabajadores hay una cámara del C5, perteneciente a la Secretaría de Seguridad Pública.
Es un cruce transitado. Varios comercios y restaurantes tienen vista al lugar. De hecho, la estación de Metrobús Rio Bamba está a unos pasos.
Pero a pesar de que la concurrencia no hay un solo testigo sobre lo que pasó. “Es como si se los hubiera tragado la tierra”, dice Gerardo Ramírez, quien carga un montón de fotografías de su hijo.
Las autoridades ofrecieron a los familiares las grabaciones de vigilancia de la cámara. Pero la grabación es demasiado oscura como para obtener información relevante.
La explicación de los agentes es de antología: “es que es de las cámaras viejitas”.
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FUENTE: ARISTEGUI NOTICIAS/PIE DE PÁGINA.
AUTOR: REDACCIÓN/JOSÉ IGNACIO DE ALBA.
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