Fitch Ratings, HR Ratings y Standard & Poors Global coinciden en que la respuesta del Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ante la crisis económica por la COVID-19 ha sido limitada, principalmente por tres aspectos: poca inversión para reactivar a los sectores productivos, escaso uso de la deuda para rescatar a la economía y una política fiscal insuficiente.
Para Félix Boni Brandani, director general de Análisis de HR Ratings, “el Gobierno ha seguido una política de limitar el gasto”. Aunque ésta tendencia pueda cambiar en los siguientes meses, “para bien o para mal no hemos visto un estímulo o gasto contracíclico que están adoptando en otros países”.
Dicha situación conlleva el riesgo de que el sector privado sufra un colapso, coincidió Charles Seville, codirector de Calificaciones Soberanas para América Latina de Fitch Ratings.
De acuerdo con Seville, la falta de apoyos gubernamentales hará que la recuperación económica de México sea más lenta. Empero, si el Gobierno invierte lo que tenga en sectores estratégicos, podría aminorar el golpe de la crisis actual.
“Los gobiernos a nivel mundial han adoptado una perspectiva de gastar y estimular para prevenir mayores pérdidas económicas a futuro. Si los gobiernos pueden impedir que las empresas vayan a la bancarrota y preservar empleos, habrá beneficios a mediano y largo plazos, porque cuando la economía vuelva a abrirse, volverá más fuerte y podrá prevenir daños al sector financiero y que la economía colapse”. En ese sentido, Seville dijo que el gasto gubernamental “es una forma en que los gobiernos compensan la economía con transferencias –directas e indirectas– a los negocios y los hogares”.Sobre la deuda, los representantes de las calificadoras mencionaron que la política del Gobierno mexicano de “no endeudamiento” tiene ventajas y desventajas.
Por un lado, limitar el crecimiento de la deuda evita la reducción del espacio fiscal y el aumento de riesgos relacionados con el pago de saldos e intereses. En pocas palabras, reduce la posibilidad de generar déficits presupuestarios que comprometan la estabilidad económica y así, puede servir para salvar la calificación crediticia y el grado de inversión del país.
Pero por otra parte, un excesivo límite a la contracción de deuda puede comprometer la liquidez y la capacidad de inversión del sector público, de modo que el potencial del Gobierno para incentivar la economía a través de la inversión privada se contraiga y así, se corra el riesgo de una recuperación más lenta y costosa, considerando el posible cierre de negocios por la falta de inversión en un clima de recesión económica internacional.
Acerca de la política fiscal, Standard & Poors Global ha referido que a pesar de que el Banco de México recortó las tasas de interés en 125 puntos base, “la respuesta fiscal ha sido limitada, especialmente hacia las pequeñas y medianas empresas (PyMEs), donde la inversión ha sido débil durante varios años”.La calificadora también refirió en un comunicado que la respuesta política de México “ha sido relativamente débil, con un estímulo fiscal que hasta ahora suma alrededor de uno por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), principalmente enfocado en transferencias directas, y con un apoyo limitado a las PyMEs”.
“Además –menciona Standard & Poors Global– las medidas de contención del brote viral se retrasaron ya que el Poder Ejecutivo inicialmente se resistió a las medidas de distanciamiento social, con lo que se corre el riesgo de prolongar la duración de la crisis económica y de salud. Bajo este contexto, es probable que México sufra daños permanentes en su capital social, así como el desplazamiento de un segmento de trabajadores del sector formal al informal, donde los niveles de productividad son más bajos”.
LA CALIFICACIÓN DE MÉXICO
De acuerdo con Standard & Poors Global, “una calificación crediticia es una opinión educada sobre la probabilidad de que un emisor cumpla con sus obligaciones financieras en tiempo y forma”. Se trata de una escala de valores a partir de la cual, las calificadoras categorizan a los países en dos grupos: aquellos con grado de inversión y aquellos con grado especulativo.
“Históricamente, el término ‘grado de inversión’ se refería a los bonos y otros instrumentos de deuda que los reguladores bancarios y participantes del mercado consideraban como inversiones convenientes para las instituciones financieras. Hoy en día, el término es ampliamente utilizado para describir a emisores y emisiones con niveles relativamente elevados de solvencia y calidad crediticia”, refiere Standard & Poors Global.
En contraste, “el término ‘no grado de inversión’ o ‘grado especulativo’, en general se refiere a los instrumentos de deuda en los que el emisor tiene la capacidad de repagar pero enfrenta incertidumbres importantes tales como circunstancias financieras o empresariales adversas que podrían afectar su riesgo crediticio”.
Fitch Ratings, HR Ratings y Standard & Poors Global tienen 10 principales niveles de clasificación crediticia. Los primeros cuatro niveles (AAA, AA, A y BBB+/-) colocan a los países en el grupo de “grado de inversión”. En cambio, los otros seis niveles (BB/+, B, CCC, CC, C y D) colocan a los países en el grupo “grado especulativo”.
En la actualidad, México pertenece al grupo grado de inversión. Para Fitch Ratings, el país está a un paso de caer en el grado especulativo, ya que su calificación actual es BBB-; y para HR Ratings, el no grado de inversión está a dos pasos de la calificación actual BBB+.
Lo anterior implica que las calificadoras tienen una perspectiva negativa (Fitch) y estable (HR) sobre la capacidad de México para cumplir con sus obligaciones financieras, toda vez que consideran que el país tiene solvencia y calidad crediticia, o bien, que vale la pena invertir en él.
RIESGO A MEDIANO PLAZO
Fitch Ratings, HR Ratings y Standard & Poors Global coinciden en que México mantendrá su calificación crediticia a corto plazo. Sin embargo y dependiendo del comportamiento de su economía en los próximos dos años, existe la posibilidad de una rebaja clasificatoria.
De acuerdo con el director general de Análisis de HR Ratings, Felix Boni Brandani, “lo que implica una baja en la calificación soberana de un país es mayor costo para la deuda de un gobierno y menos confianza de inversionistas nacionales y extranjeros en la economía, o menos disponibilidad para invertir”.
En marzo de este año, por ejemplo, Standard & Poors Global bajó la calificación de México de BBB+ a BBB- por dos razones. Uno, el golpe de la COVID-19 a las economías de México y de Estados Unidos, su principal socio comercial; y dos, la caída en los precios internacionales del petróleo.
“Estos shocks, aunque temporales, empeorarán la ya débil tendencia de la dinámica de crecimiento del PIB para 2020-2022, lo que refleja en parte la poca confianza del sector privado y la deficiente dinámica de inversiones. La perspectiva negativa indica la posibilidad de que volvamos a bajar las calificaciones del soberano durante los siguientes 12 a 24 meses, debido a una irregular o ineficaz ejecución de políticas que debilite potencialmente las finanzas públicas, o debido a mayores pasivos contingentes fuera del presupuesto”, refiere la calificadora internacional en uno de sus comunicados.
Sin embargo y de acuerdo con las calificadoras referidas, no es probable que México pierda su grado de inversión en éste o en el próximo año. Pero en 2022, dicha situación podría cambiar para bien o para mal, ya que entonces serán más evidentes los efectos de la crisis económica actual y de las políticas públicas adoptadas para revertirla.En la opinión de Félix Boni Brandani (HR Ratings) y de Charles Seville (Fitch Ratings), las perspectivas actuales de México son relativamente favorables porque el tipo de cambio “está más estabilizado” que hace dos meses y la inflación, aunque tiene “niveles muy bajos como consecuencia de la reducción de los precios del crudo, se está recuperando y hacia adelante, se espera que la inflación vuelva a sus niveles estructurales arriba del tres por ciento”.
Por su parte, Standard & Poors Global indica que siempre y cuando el Gobierno de México aplique medidas para “contener la ampliación proyectada del déficit fiscal y el incremento en la carga de la deuda soberana derivado de la recesión económica”, no habrá razón para que pierda su grado de inversión.
No obstante, la calificadora advirtió éste año que “la prolongada debilidad de su desempeño fiscal y el consecuente aumento en la deuda, o el riesgo de una implementación potencialmente débil de políticas, podría llevarnos a bajar nuevamente la calificación. Además, los potenciales incrementos en los pasivos contingentes del sector energético podrían empeorar la carga de la deuda del soberano y llevarnos a otra baja de calificación”.
En ese sentido, Boni y Seville coincidieron en que el grado de inversión de México dependerá de las decisiones del Gobierno “para dar confianza en el sector privado, tanto a nivel nacional como extranjero, en términos de política pública. También dependerá de hasta qué punto haya una recuperación en las exportaciones mexicanas y en la inversión”.
El problema radica en que el país logre mantener la credibilidad de las políticas macroeconómicas, ya sea a través de una reforma fiscal para mantener los déficits bajos, o a través de un endeudamiento público moderado. Además, será necesario contener la inflación sin forzar mucho las tasas de interés del Banco de México, así como el buen uso de las reservas internacionales para hacer frente a las variaciones del tipo de cambio.
Lo anterior, empero, no está libre de riesgos ya que según Seville, aunque “México llega a esta crisis con un marco político fuerte”, los datos publicados por el Banco Mundial “han demostrado que México tiene uno de los indicadores gubernamentales más bajos de cualquier país BBB. Entonces, si viéramos un mayor deterioro en el clima de negocios, o un deterioro en los indicadores gubernamentales, entonces eso provocaría un movimiento negativo” sobre la calificación crediticia.
Más allá del desempeño del país, los analistas indicaron que “es muy importante que la política fiscal de Estados Unidos nos ayude, en el sentido de la demanda de exportaciones y también, del dinero que entra de la gente que manda remesas a México”.
LA DEBILIDAD ECONÓMICA
La economía de México se desaceleró por la COVID-19; pero antes de la llegada del virus, el país ya tenía síntomas de debilitamiento. El año pasado, por ejemplo, México revivió una situación que no se veía desde 2009, con la contracción (-0.1 por ciento) de su PIB sin opción de repunte en los primeros dos meses de 2020, dijeron a SinEmbargo los directivos de análisis de Fitch Ratings y HR Ratings.
Lo anterior se debió, sobre todo, a la debilidad de la inversión durante 2019 que, junto con la contracción económica de este año, provocaron “severos daños” al mercado laboral y a las micro, pequeñas y medianas empresas.
Aunque los gobiernos de México y de Estados Unidos se dirigen a un proceso de reapertura económica que reducirá la debilidad de los mercados, en los próximos dos o tres años, la actividad económica no va a recuperar el nivel que tenía antes de la pandemia.
Por un lado, 2020 será un año difícil, ya que es probable que el PIB mexicano sufra una caída de entre 6.7 y 7.5 puntos porcentuales, de acuerdo con las proyecciones de Standard & Poors Global, HR Ratings y Fitch Ratings. Ello debido, en parte, a la debilidad económica de Estados Unidos que afecta al sector manufacturero en México y que también desfavorece a las exportaciones nacionales hacia Estados Unidos.
“Vemos una recuperación más lenta en lugares como México, donde la debilidad económica preexistente, los retrasos en las medidas de contención del virus que generan el riesgo de que se prolongue la crisis de salud, y la limitada respuesta de políticas económicas probablemente signifiquen que tomará más tiempo reparar el daño al mercado laboral y a la inversión”, se lee en un comunicado de Standard & Poors Global.
Por otro lado, en 2021 continuará el bajo crecimiento económico de México. Las calificadores estiman una recuperación de entre dos y tres puntos porcentuales a lo largo del próximo año. Esto implica una recuperación económica “particularmente débil”, de la recesión causada por la pandemia.
La caída de este año (6.7 a 7.5 por ciento sobre el PIB) y la baja perspectiva de crecimiento para el siguiente año (dos a tres por ciento sobre el PIB) indican que la economía de México alcanzará un nivel similar al que tenía previo a la pandemia en dos o tres años, explicó a SinEmbargo el director de Análisis Económico y Bursátil de Cibanco, Jorge Gordillo Arias.
“Fundamentalmente estamos en mejores condiciones que algunos otros países latinoamericanos, en el sentido de que la deuda no está en niveles muy altos con respecto al PIB; tenemos buenas reservas [internacionales] y tenemos avalada la inflación. Todavía hay condiciones para seguir apostando en México. Eso es por el lado bueno. Por el lado malo, es que tenemos ya todo un año de cero crecimiento, incluso hay caída, y la confianza que hay del inversionista, sobre todo de inversionistas privados, ha ido a la baja”, explicó el analista.
En éste contexto, Gordillo Arias reconoció que el Gobierno actual “no ha logrado retomar o convencer al sector privado […] y generar inversión. Entonces [la crisis] nos agarra con una mala confianza y bueno, ésta es una parálisis histórica, es una parálisis global en que todo mundo está viendo cómo lo maneja de la mejor manera. Vamos a ver caídas que no hemos visto nunca, por lo menos en la época moderna, y todo mundo va a estar evaluando cómo lograr una reactivación después de la pandemia”.
FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: EFRÉN FLORES.
LINK: https://www.sinembargo.mx/17-06-2020/3804630