La enfermera Ángeles Cruz está serena, hablando de cómo se apoyan entre compañeros. No hay aviso alguno de que vaya a llorar. De pronto las lágrimas se le salen. Su compañera Monserrat Pedroza dice que así viven: van de la tranquilidad al llanto. Son los efectos de la tormenta de emociones que enfrenta a diario el personal de salud, el de la llamada primera línea, en su lucha cara a cara frente a la COVID-19.
Esa misma tormenta emocional viven Ángeles y Montserrat este 24 de diciembre mientras esperan en fila, afuera del Hospital General de México, en la capital del país, a que las vacunen. Ellas forman parte del primer grupo que recibió en México la vacuna contra la COVID-19. Están contentas porque las eligieron entre los primeros para inmunizarse. Están esperanzadas de que esto sea de verdad el fin de la pandemia. Pero en un rato volverán al hospital y ahí han vuelto los días de las muertes por decenas.
La capital del país, uno de los tres puntos donde se realizó la primera jornada de vacunación, los otros dos fueron en Querétaro y el Estado de México, reportó este 26 de diciembre una ocupación hospitalaria de 80% y 31 mil 449 casos activos.
Las dos enfermeras, Ángeles y Montserrat, trabajan en el Hospital General de Zona # 24 del IMSS, en Magdalena de Las Salinas, en la alcaldía Gustavo A. Madero. Ahí desde marzo solo han atendido a pacientes con COVID. En agosto y una parte de septiembre, como en todos lados del país, la institución tuvo descenso de casos. Las trabajadoras de la salud pensaron que a la mejor para fin de año, si no se normalizaba la situación al 100%, al menos se podría delimitar el área de atención a coronavirus y su hospital podría volverse híbrido.
“Pero pues no. Lo peor lo estamos viviendo ahorita”, coinciden las enfermeras. Ángeles y Montserrat hacen así el balance hasta ahora: en la primera parte de la epidemia en México, el hospital se llenó, pero el flujo de pacientes era menos intenso. Ahora hay días en los que hasta cinco ambulancias hacen fila afuera en espera de que el paciente pueda ingresar. Adentro, como se desocupan las camas se vuelven a ocupar. Se han tenido que abrir nuevos espacios en el hospital y disponer de camillas para distribuir a los enfermos.
Los fallecimientos son la peor parte para el personal, que se quedará con las marcas de esos decesos. Montserrat cuenta que pese a la recomendación de las autoridades de salud, difundida en las conferencias de prensa de todos los días y en redes sociales, sobre la importancia de ir temprano a recibir atención médica, la gente sigue llegando tarde al hospital.
“No hemos aprendido nada -dice. Llegan muy mal. Algunos llegan ya muertos. Fallecen en el camino o apenas entrando al triage. Tratamos de reanimarlos y ya no se puede hacer nada. Eso es para nosotros hasta un daño psicológico, porque dices, bueno, si fuera mi mamá, mi papá, pues quieres hacer lo imposible y no se puede”. La situación es tan critica en los hospitales, que las enfermeras aseguran que en un solo turno pueden fallecer hasta 10 pacientes.
Unos metros más delante de Montserrat y Ángeles, en la fila de espera para pasar a recibir la vacuna de COVID-19, están Emma González, médica radióloga, y María Elena Jiménez, técnica radióloga. Trabajan en el Hospital General de Zona · 27 del IMSS, en Tlatelolco. Desde enero han visto muchos pulmones afectados por COVID-19. Desde ese entonces ya había casos, aseguran, pero no se sabía que era el nuevo virus ni lo que producía en los pulmones.
Un pulmón afectado por esta enfermedad se ve como un panal de abejas, precisan. Hay casos de personas asintomáticas a las que por alguna razón se le toma una placa y se ven esas “zonas neumónicas”. Por eso las radiólogas insisten en aquello del por si sí o por si no tienes COVID, mejor, si puedes, quédate en casa.
Para ellas la vacuna también es un regalo, una esperanza de que la pandemia por fin termine. Este 24 de diciembre en la primera jornada de inmunización en México se aplicaron a personal de salud 2,924 dosis: 975 en la CDMX, 975 en el Estado de México y 974 en Querétaro.
Paradas afuera del Hospital General de México, a la espera de ingresar, Emma y María Elena tienen el mismo coctel de emociones. Emma dice que tiene un poco de miedo. Con la vacuna de influenza no le fue bien. “Me la pusieron y me dio neumonía. Pero aquí estoy. Sí tengo pendiente, pero nos han dicho que estaremos en observación, nos van a estar checando. Y recibirla primero es un gran privilegio. Un regalo que me permitirá seguir haciendo mi trabajo”.
María Elena dice que a ella también le da un poquito de temor inmunizarse, porque la vacuna es muy nueva y no se sabe bien cómo se va comportar, pero hay que ser valientes, ataja. La radióloga ya tuvo COVID. Fue en los primeros días de abril. No estuvo hospitalizada, pero su cuadro fue grave. Sus compañeros del hospital la asistieron en casa, en los días de la fiebre alta y la falta de oxígeno.
“Estuve enferma todo abril y parte de mayo. Sí me quedó temor a volverme a infectar. Por eso accedí sin problema a ponérmela. Además, si no hay reacciones adversas en nosotros, con más razón el resto del personal se la va a poner y después la gente y así se irán reduciendo los contagios”, dice María Elena.
Esa es su esperanza. Su frustración es ver que la gente no entiende la gravedad de la situación y sigue en la calle y en las reuniones. Su amargura son los muchos fallecimientos de estos días.
“En el hospital vivimos ahora tiempos difíciles. Para mí es muy deprimente ver como hay muchísimos muertos, porque es real, hay muchos muertos. Yo que estoy en Rayos X, nos toca subir a tomar los tórax y de pronto llegamos y los pacientes ya están muertos”.
María Elena lamenta que no se tome en serio la situación. “Está más complicado que en marzo. Al principio el virus sí atacó mucho, sí murieron muchos, pero hoy siento que están muriendo más, se complican más. La gente llega muy mal. Se confían con los síntomas en que es una gripe o se niegan a aceptar que tienen COVID y para cuando entran al hospital ya hay poco que hacer”.
La radióloga dice que tiene la “mala costumbre” de preguntarle a los pacientes cuántos días llevan con síntomas. “Cuando veo las placas, les preguntó: cuánto lleva así, me dicen llevo siete días, llevo cinco, llevo una semana. No hay uno que diga ayer empecé, y así ya es más complicado atenderlos”.
Una cosa más que tiene en común el personal que hace fila afuera del Hospital General este 24 de diciembre, además del coctel de emociones, es que la mayoría trabajara estos días de manera normal. Así están acostumbrados, subrayan, se trabaja los fines de semana y los días festivos en sus profesiones. Muchos pasarán Nochebuena y Navidad en el hospital, lo mismo que el 31 de diciembre y el 1 de enero.
Emma dice que a ella le dijeron que podía descansar el 25 si quería, pero “si hago falta, me voy al hospital”.
Es difícil para ellos quedarse serenos en casa frente al caos en las instituciones de salud. “Lo que se vive dentro de áreas COVID de un hospital nosotros decimos que es como la Matrix, es otra realidad, una que nos preocupa mucho. Después salimos y vemos la otra realidad, la de la gente despreocupada en la calle, esa también nos preocupa mucho”, dice Lucía Ledesma, líder del programa de terapia afectiva para personal sanitario de primera línea en el ISSSTE.
Ella que ha andado de un hospital a otro con su perro Harley El Tuerto dándole soporte a sus compañeros espera, este 24 de diciembre, también en la fila para recibir la vacuna. “Para mí recibirla es un descanso mental. Confío en que la inmunización irá bien. Confío en la ciencia. Voy a poder hacer mi labor más tranquila. Han sido diez meses de tensión física y psicológica para todos nosotros”.
Junto a Lucía están sus compañeros del Hospital 20 de Noviembre del ISSSTE, el médico internista Jesús Alberto López Guzmán, quien desde marzo atiende pacientes con COVID, y Sandra Muñoz López, coordinadora del área COVID en ese hospital. Los dos hablan de los numerosos pacientes que llegan al hospital más complicados que antes y de la esperanza de la vacuna.
Todos, como una sola voz, le piden a la gente que no se confíe, que se queden en casa, porque aunque la vacunación en México ya inició, pasarán muchos meses para que al menos la mitad de la población esté inmunizada. “Si la gente no entiende, en enero ya no habrá forma de atender a todos en los hospitales”, advierte Ángeles.
Enero es para el personal de salud otro punto de quiebre, en el que se verán los contagios de las fiestas de diciembre. Es un patrón que ellos ya conocen: después de las fiestas patrias de septiembre empezó el repunte fuerte de casos, siguió con las celebraciones del Día de Muertos y el Buen Fin.
Así, entre las fiestas y las compras y el semáforo naranja que no pasaba a rojo en algunas entidades, el país llegó a 1,377,217 casos totales de COVID-19 y 122, 026 defunciones, este 26 de diciembre. Habrá que ver el escenario en enero.
En tanto, este domingo 27 de diciembre, al medio día, arrancó la segunda jornada de vacunación, en el 81vo batallón militar, en la alcaldía de Tlalpan. Durante este día se aplicarán un total de 3 mil 900 vacunas contra COVID-19 a trabajadores de la salud del IMSS, Salud, Sedena, Marina, ISSSTE y Pemex. Las dosis son parte del segundo cargamento que llegó al país este sábado con un total de 42 mil 900 del biológico elaborado por Pfizer BioNTech.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: ANDREA VEGA.
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