Hace dos meses que no se sabe dónde están siete yaquis y tres hombres externos a la Nación Yoeme. Las mujeres de Loma de Bácum —territorio codiciado por megraproyectos y el narcotráfico— no se han quedado inmóviles: se acompañan, buscan en el monte y marcharán por la presentación con vida de todos.
Loma de Bácum, Sonora.- Silencio. Un grupo de mujeres camina por el monte y no se oyen más que sus pisadas sobre piedras y ramas secas debajo de sus huaraches. Frente a unos árboles de palo verde detienen su marcha y se colocan una junto a la otra, luego cubren sus rostros con otras caras que no son las suyas, sino de siete yaquis desaparecidos: sus esposos, padres, hijos y hermanos impresos en hojas a blanco y negro.
“¿Jaksa jipuwame?”, se preguntan en lengua yoeme, “¿Dónde están?”.
Hace dos meses que no lo saben.
Las doce mujeres de rebozos bordados y faldas largas sostienen con firmeza cada papel y, en ese pedazo de tierra, se toman una fotografía que, días después, circularía por las redes sociales con el mensaje: “¡No pararemos hasta encontrarlos!”.
Sus familiares desaparecieron el 14 de julio de 2021 en una zona cercana a Loma de Bácum, uno de los ocho pueblos yaquis ubicados al sur del estado de Sonora, junto a tres “yoris” —hombres que no pertenecen a la Nación Yoeme—, sin dejar rastro que lleve a su paradero.
En medio de la incertidumbre y el dolor, las mujeres buscan. Por seguridad, prefieren no dar declaraciones a la prensa y concentran sus fuerzas en acompañarse para encontrar a sus familiares con vida, además de recibir capacitación en algo que jamás pensaron hacer: rastrear fosas clandestinas.
“Queremos que la búsqueda sea exhaustiva hasta encontrarlos”, dice Anabela Carlón, abogada yaqui de Loma de Bácum, una mujer que ha sido parte del frente de defensa del territorio de la Nación Yoeme.
Ella repite lo que le han dicho las mujeres yaquis: “Los queremos de regreso, queremos a nuestros hijos de regreso”. Y agrega: “Para las corporaciones [Fiscalía General, Secretaría de la Defensa, Guardia Nacional y Policía Estatal, entre otras] también es la exigencia, porque son varios días de búsqueda y no tenemos noticias de ellos”.
Defensores del territorio
El miércoles de la desaparición, el pueblo se preparaba para la celebración de la fiesta tradicional de la Virgen del Carmen, en la comunidad de Bataconcica, localidad perteneciente al municipio de Bácum. El grupo de hombres había salido a recoger unas vacas —de propiedad comunal— al rancho Agua Caliente, donde algunos habían acampado desde días antes; se encontraban incomunicados, internados en la sierra.
Los yaquis desaparecidos son vaqueros y defensores de su comunidad en resistencia pacífica frente a empresas trasnacionales y gobiernos sonorenses que buscan obtener sus recursos. Martín Hurtado Flores, de 53 años, es el jefe del resto de hombres: Heladio Molina Zavala, de 44 años; Fabián Sombra Miranda, de 34 años; Fabián Valencia Romero, de 27 años; Juan Justino Galaviz Cruz, de 28 años; Leocadio Galaviz Cruz, de 38 años; y Braulio Pérez Sol, de 40 años.
Los otros tres hombres son ganaderos muy cercanos a la tribu. Dos de ellos estaban con los yaquis con el propósito de reunir a las vacas y transportarlas en sus vehículos: Gustavo Acosta Hurtado, de 49 años y Artemio Arballo Cenizales, de 60 años. Pero de Benjamín Portela Peralta, de 65 años, se desconoce el momento exacto en que desapareció, pues él estaba en su rancho en actividades distintas. La gente dice que es posible que Benjamín haya visto el momento en que se llevaban a los otros nueve y por eso se lo llevaron también.
Esa misma tarde, las autoridades tradicionales se enteraron de la desaparición, cuando uno de los familiares avisó que pasó el tiempo y su pariente no llegó a la hora acordada, al mediodía. Entonces sonaron las campanas del pueblo y toda la gente se reunió en la comunila, lugar de encuentro de los yaquis, para decidir qué hacer. La resolución colectiva fue esperar unas horas, pero los hombres no volvieron.
A la mañana siguiente, salieron a buscarlos a la sierra, con la vigilancia de la Guardia Tradicional y un grupo de voluntarios, pero sólo hallaron el equipaje esparcido de tres de ellos, una cuerda y una vaca quemada. Un testigo afirmó a las autoridades tradicionales que vio el momento en que fueron emboscados a la altura del rancho Woi ba’am —“Coyote”, en yaqui— por dos hombres con armas largas que se transportaban en motocicletas.
“De hecho, en los primeros dos días de la búsqueda, la vigilancia de nosotros tuvo un encuentro de este tipo allá en la sierra”, recuerda Martín Valencia, secretario de las autoridades tradicionales de Loma de Bácum, sobre la ocasión que desconocidos los recibieron a balazos que ellos repelieron.
“Desconocemos quiénes fueron esas personas, pero como los compañeros fueron atacados, se tienen que defender: si llegan dialogando, dialogamos; si llegan agrediendo a balazos, la gente de la comunidad se va a defender a balazos”, afirma.
Desde el primer día y hasta la fecha, la Guardia Tradicional se organizó en grupos que se turnan para las labores de búsqueda y vigilancia, explica Valencia.
“Sabemos que la vida sigue y que esto debe terminar algún día y regresar a sus actividades… y eso se está haciendo, cada quien a su trabajo, pero se turnan en búsqueda para no hacer esto muy cansado. Gracias a Dios es un poblado muy organizado, con su gobernador, secretario y la tropa. Hasta ahora, no se nos ha dado ninguna señal de desánimo, sino todo lo contrario, hay mucho ánimo por encontrarlos”, dice.
La desaparición de los diez hombres ocurrió apenas cuatro días después de que elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) incursionaron en territorio yaqui. El 11 de julio, justo en las inmediaciones del rancho El Coyote, incautaron 487.2 kilogramos de una sustancia “similar a la metanfetamina”, según reportaron en un comunicado oficial.
Este operativo fue rechazado por la Tribu Yaqui y lo atribuyó a la intención de justificar la presencia del Ejército Méxicano para luego entregar el territorio a concesiones mineras, por lo que el 12 de julio las autoridades tradicionales ofrecieron una conferencia de prensa para asegurar que, de ser necesario, defenderán sus tierras con las armas.
El antropólogo Alejandro Aguilar Zéleny, investigador muy cercano a la Tribu Yaqui, señala que, para dimensionar una desaparición como esta hay que tomar en cuenta los intereses actuales en torno al territorio yaqui y sus riquezas. También sus luchas pasadas, como su defensa ante la imposición del Acueducto Independencia (2013), que desviaría las aguas del Río Yaqui, y el megaproyecto de gasoducto de la empresa IEnova (2017), que atravesaría su territorio, y que los yaquis se encargaron de desmantelar.
“El pueblo de Loma de Bácum es precisamente quien ha logrado demostrar lo que verdaderamente representa la lucha de la Tribu Yaqui, aquí la gente murió”, afirma Aguilar. “Esto —dice— hace que la Loma de Bácum esté al centro de muchos conflictos y, para mí, este atentado contra esas personas representa una amenaza no tan velada: es una actitud de provocación donde lo que se busca es que la gente de la Tribu Yaqui pueda tomar medidas enérgicas, fuera de los canales en que normalmente lo han hecho”.
Solo han hallado pistas clandestinas
La primera denuncia oficial por privación ilegal de la libertad se interpuso el 15 de julio en agravio de Artemio Arballo Cenizales. Después, se oficializó la denuncia por desaparición de los yaquis ante el Ministerio Público de Loma de Bácum el 16 de julio y quedó registrada bajo el Número Único de Caso 33988. Los días siguientes, del 18 al 20 de julio, se acudió a la Comisión de Búsqueda de Personas del Estado de Sonora y comenzó la publicación de sus fichas de búsqueda.
“Llevamos entre tres y cuatro búsquedas generalizadas en la mayor parte del territorio yaqui (hasta el 3 de septiembre)”, afirma José Luis González Olivarría, comisionado de Búsqueda de Personas del Estado de Sonora.
Así han elaborado un análisis georreferenciado del territorio de la Tribu Yaqui, guiados por las propias familias y los lugares que indicaron para investigar. En las diferentes búsquedas en la zona han empleado desde personal especializado hasta tecnologías como drones, cámaras para prospección de pozos profundos, georadares y vehículos todo terreno para desplazarse.
“Hemos descartado muchos puntos donde posiblemente hubieran estado, pero no los hemos encontrado”, agrega el comisionado. “Es difícil que la gente nos diga alguna pista respecto de dónde pudieran estar, entendiendo el temor que tienen por la situación que prevalece en esa región del Valle del Yaqui”.
El 16 de agosto pasado, la Fiscalía General de Justicia del Estado de Sonora (FGJE) anunció que hasta esa fecha había coordinado 18 operativos de búsqueda por aire y tierra, con la participación de elementos de la Agencia Ministerial de Investigación Criminal (AMIC), la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la Guardia Nacional (GN), la Secretaría de Marina (Semar), la Policía Estatal de Seguridad Pública (PESP) y de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), así como de la Comisión Estatal y Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, la Fiscalía General de la República (FGR) e integrantes de la Guardia Tradicional Yaqui.
Entre los resultados, la FGJE señaló la destrucción de pistas de aterrizaje clandestinas, antenas ilegales de comunicación, un espacio que al parecer fue utilizado como laboratorio para elaborar droga sintética, además del aseguramiento de un arma y cinco vehículos, entre ellos, una motocicleta y dos camionetas de las víctimas. Pero a los hombres no se les ha encontrado.
Esta desaparición no es la primera en territorio yaqui, pues el 17 de junio se perdió comunicación con Lorena Josefina —hermana de Mario Luna, activista y vocero yaqui— cuando salió en camión de Vícam, uno de los ocho pueblos yaquis, para ir a trabajar a una maquiladora en el municipio de Empalme. Cuatro días después, fue localizada con vida por la FGJE, en el municipio de Puerto Peñasco, a más de siete horas de distancia de su comunidad, pero la autoridad no explicó qué fue lo que le pasó.
Además, el mismo día en que Lorena desapareció, se localizó en una fosa clandestina el cuerpo del activista yaqui Tomás Rojo, desaparecido desde el 27 de mayo también en Vícam y quien fuera vocero y uno de los principales opositores del acueducto Independencia, durante el sexenio del ex gobernador Guillermo Padrés Elías.
También, el 8 de junio, Luis Urbino, líder yaqui y defensor del agua en Sonora fue asesinado a tiros en Ciudad Obregón, a media hora de distancia del territorio yaqui, mientras retiraba dinero de un cajero automático.
De acuerdo con la abogada Anabela Carlón, al menos dos personas más de la Loma de Bácum están desaparecidas desde mayo pasado y otra más unos días antes.
Aprender a buscar fosas
Las Rastreadoras de Ciudad Obregón se han unido a las últimas dos búsquedas coordinadas por las comisiones Estatal y Nacional de Búsqueda, a partir de mediados de agosto y a inicios de septiembre. Este colectivo de madres que buscan a sus familiares desaparecidos y rastrean fosas clandestinas se ha encargado de dar acompañamiento a las mujeres yaquis y enseñarles a buscar en campo.
“Las veo fuertes, con ganas de buscar y de aprender”, dijo Nora Lira, representante de las Rastreadoras. “Se ve su desesperación por saber algo, algún indicio que nos lleve a ellos. Fui a decirles que pueden formar su propio colectivo para que busquen allá, que vean que somos mujeres las de los colectivos y que simplemente se necesita una pala y una varilla para salir a buscar: ese es el mensaje que fui a dejarles a ellas y a todas las personas, que sí se puede, que no se queden en su casa a llorar porque no les van a regresar a sus familiares, nadie”.
Los primeros días, las mujeres yaquis salían de sus casas desde el amanecer para ir a la Guardia Tradicional a pedir noticias, hasta que se cansaron de escuchar que no había. Por eso, recién cumplido el mes de la desaparición, salieron a buscar por ellas mismas.
Pero nunca estuvieron inmóviles. Desde el domingo 15 de julio se instalaron en la enramada que usualmente sirve para las celebraciones y se organizaron para alimentar a todos con una cocina comunitaria: a las familias que buscan, a la vigilancia, a quienes se ofrecen como voluntarios y a quien sea que necesite comer. Entre todas han juntado un poco de lo que tienen: arroz, frijol, tortillas, sopa y verduras, también medicina tradicional con la que reconfortan y dan fuerza a sus compañeras en pequeñas tazas de té.
También, como artesanas que son, comenzaron a bordar para la memoria y la resistencia. En compañía de sus hijas y nietas, unieron cuadros de tela con los nombres de sus desaparecidos para crear una sola manta con dibujos de caballos, herraduras y sombreros, la Virgen de Guadalupe, flores, corazones y, entre estrellas azules, la frase: “Te espero vivo”.
“Están desesperadas, pero dicen que tienen esperanzas”, menciona Anabela Carlón, “dicen que sus hijos están vivos, que así lo sienten sus corazones. Y ahí están ellas, viendo qué hacemos y pensando el por qué: son vaqueros y es lo único que han hecho, antes eran jornaleros y esta era una oportunidad de tener un trabajo honrado, pero les sucedió esto”.
La abogada aseguró que hay empresas “buenas y malas” interesadas en el territorio yaqui, también gente que quiere despojarles de ejidos y el crimen organizado intentando tomar posesión de sus agostaderos.
“Eso hace que seamos unos habitantes indeseables”, dice. “Lo único que se exige es respeto a lo que nos pertenece y gozar y disfrutar de este pedazo de tierra que se ha cuidado durante bastante tiempo”.
Hoy lunes 13 de septiembre, las mujeres yaquis marcharán para exigir la aparición con vida de sus siete familiares. A un día de cumplirse dos meses de búsquedas que no los han regresado a casa, saldrán de la Guardia Tradicional de Loma de Bácum con rumbo a La Puerta Grande, el sitio de entrada al territorio serrano de los yaquis.
Caminarán con los mismos huaraches, las mismas faldas largas y sus mismos rebozos bordados, aferrándose a las mismas fotografías de otras caras que cubren sus rostros. También cargarán una veladora en alusión a la esperanza de encontrarlos y un listón blanco, prendido de sus ropas, en representación de la paz que necesitan y buscan.
¿Jaksa jipuwame? ¿Dónde están? Nadie les ha respondido.
AUTOR: ASTRID ARELLANO.
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