La comunidad de Rancho Nuevo se ha quedado casi vacía. En la pequeña plaza hay cinco hombres sentados —la mayoría ancianos— rodeados por casas abandonadas, con puertas de las que penden candados. Las tiendas de abarrotes están cerradas y la pequeña iglesia luce deshabitada. Las desapariciones de personas y las balaceras entre grupos criminales, que se incrementaron desde el 2020, convirtieron en un gran pueblo fantasma a esta región de los Altos Norte de Jalisco.
Ahí, en mayo de este año, trescientas personas huyeron de sus hogares. Se fueron ya sea a Teocaltiche (la cabecera municipal), a Estados Unidos o a otros municipios cercanos. Quedan, al menos, ocho familias que se niegan a dejar su patrimonio. Otras no se van por falta de recursos. Ellos siguen resistiendo.
En Rancho Nuevo, la soledad se ha convertido en la regla. Pocos habitantes han regresado por sus pertenencias; la mayoría son mujeres, porque los hombres temen ser desaparecidos. Los policías ya no entran a patrullar. El miedo no se esconde.
Es 19 de septiembre. Para entrar a la comunidad, hay que recorrer siete kilómetros de un camino sin pavimentar lleno de vegetación y hacerse acompañar por policías estatales, que junto con la Guardia Nacional y el Ejército, dirigen las tareas de seguridad en el municipio, pues en octubre del 2020 el Gobierno Estatal determinó desarmar a los policías municipales de Teocaltiche, implicados en desapariciones forzadas y abusos de autoridad.
“Nosotros venimos nada más cuando recibimos reporte. Cuando entramos, venimos varias patrullas porque una sola olvídate, nos pegan un matadón. Está delicado, hay que tener valor para entrar”, dice uno de los policías estatales mientras camina con dificultad por el peso de las armas que le cuelgan del cuerpo. Él y sus compañeros lucen nerviosos.
En la narrativa oficial, la violencia que desde 2017 se desató en Teocaltiche, municipio ubicado en los límites de Jalisco con Zacatecas, es producto del enfrentamiento entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa, que se disputan el territorio de ambas entidades.
A esos grupos se les atribuyen las balaceras y las desapariciones de personas, sobre todo de hombres jóvenes que son llevados a reclutamiento forzado, como se presume por los campamentos de trabajo y laboratorios de grupos criminales encontrados en la zona serrana de los Altos Norte de Jalisco, explica Anna Karolina Chimiak, codirectora del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (CEPAD).
“La presencia de la Guardia Nacional, aparte de que es una situación temporal y provisional, parece que no ha sido efectiva y no ha logrado evitar los enfrentamientos y las graves violaciones a derechos humanos. Además, de acuerdo con familiares de personas desaparecidas en Teocaltiche y en la zona, tampoco ha habido avances en las acciones de búsqueda e investigación”, asegura Anna Karolina.
Teocaltiche tiene alrededor de 40 mil 100 habitantes, según el último censo del INEGI. En ese municipio hay 50 personas desaparecidas, 37 son hombres de entre 20 y 34 años de edad, de acuerdo con los datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO). Aunque hay reporte de desapariciones desde el 2009, la cifra incrementó en 2017 y a partir de entonces no ha disminuido. Tan sólo en 2021 se han recibido, al menos, 16 denuncias por desaparición, asegura Blanca Trujillo, titular de la Fiscalía Especializada en Personas Desaparecidas en el estado de Jalisco. Las familias de víctimas mencionan que muchas personas no denuncian por miedo a represalias.
En la actualidad Jalisco es la entidad con mayor número de personas desaparecidas en todo el país, de acuerdo con los datos del RNPDNO. Ahí, desde 1967, 14 mil 380 personas han desaparecido. El 84% son hombres, la mayoría en un rango de 15 a 49 años de edad. Los registros de desapariciones se cuentan por centenas a partir del 2009 y por millares desde el 2017.
Huir para que no los desaparezcan
Una maestra rural de la zona, que por temor prefiere omitir su nombre, cuenta que en mayo pasado, cuando las familias decidieron salir de sus comunidades por la violencia y las desapariciones, al menos una decena de adolescentes y jóvenes menores de treinta años huyeron como indocumentados a Estados Unidos.
“Los amenazaron, llegaron a sus casas a tocarles y a buscarlos uno por uno para reclutamiento forzado. Entonces corrieron y se fueron. A unos les tocó suerte y pasaron pronto, otros le batallaron. Se fueron de ilegales”, dice.
Teocaltiche y sus comunidades —según sus habitantes— eran lugares tranquilos: “no pasaba nada, ni bueno ni malo”, dicen. En ese municipio las personas se dedican a la ganadería y a la producción de leche. La exigencia que le han hecho a todos los gobernantes —al recién concluido gobierno municipal, del panista Abel Hernández Márquez; a la administración que inició el pasado 5 de octubre, del morenista Juan Manuel Vallejo Pedroza y al Gobierno Estatal— es la misma: que garanticen la seguridad de la zona para poder salir de casa y regresar vivos.
Ismael Reynoso es un ordeñador de 49 años que desapareció en Rancho Nuevo la mañana del 5 de mayo del 2021. Salió a barrer sus corrales y no volvió, en el lugar sólo quedó una escoba tirada. Su familia dice que antes de la desaparición ya se habían registrado tres balaceras en la zona. Luego de conocerse la noticia sobre Ismael, querido por la comunidad, las familias empezaron a huir.
“Cuando pasó lo de él fue como un balde de agua fría, porque es una buena persona. A la gente le dio miedo. Tuvimos que vender todo para empezar de cero, nuestras vacas, nuestras gallinas. Fue muy difícil porque mi papá trabajó muchos años para conseguir lo que teníamos, como para dejarlo de un día para otro por la inseguridad. Los animales casi casi los regalamos y tuvimos que dejar todo y venirnos así, sin nada”, dice entre lágrimas la hija adolescente de Ismael.
Rancho Nuevo, donde antes había fiestas hasta la madrugada y se podía caminar por los cerros que lo rodean sin correr riesgo, no es la única comunidad de Teocaltiche de donde las familias han huido; el desplazamiento forzado también ocurrió en San Gaspar, El Saucito, Rancho Mayor, Rancho El Salto, Agua Tinta, Los Pocitos, Los Sauces y El Rosario. En total, cerca de 700 personas tuvieron que abandonar sus hogares.
El problema ha sido minimizado por el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, quien en mayo de este año —cuando las familias tuvieron que huir de sus hogares— se negó a reconocer el desplazamiento forzado.
“Hay una narrativa del gobernador con tendencia de minimizar la problemática o presentar una postura de que el problema ya está resuelto. Es una narrativa de éxito o como si no pasara nada, mientras que la situación se hace cada vez más grave”, explica Anna Karolina, de CEPAD.
“Hace como dos semanas, una pareja del Rancho Mendocina, junto a Rancho Nuevo, fueron a buscarme a mi casa y me dijeron que ya se querían ir, porque hubo otra balacera y tienen miedo. Ponen los colchones junto a la puerta para evitar que entren las balas”, platica un habitante de la comunidad que prefiere no dar su nombre.
“Queremos justicia. Queremos salir y regresar”
A poco más de diez kilómetros de distancia de Rancho Nuevo, en la Plaza Principal de Teocaltiche, la familia de Ismael Reynoso y unas 60 personas gritan para exigir justicia por las personas desaparecidas en el municipio. En 17 días, del 29 de agosto al 14 de septiembre, ocho personas desaparecieron; sólo tres han sido localizadas, pero sus familias prefieren no dar más detalles, por miedo a sufrir represalias.
La manifestación arrancó el 19 de septiembre desde el estacionamiento de un centro comercial, donde el 17 de noviembre del 2017 se registró la primera balacera en la zona urbana del municipio, “se siente que ya no es guerra entre dos, sino contra todos”, dice Mauricio Medina, que acompaña la protesta.
Desde la acera, cientos de habitantes miran a las familias que marchan gritando “tenemos miedo”. Casi ninguna de las personas que integran la manifestación quiere dar su nombre, pues algunas familias de víctimas desaparecidas ya han sido amenazadas.
Una señora no puede ocultar las lágrimas. Su hijo, Sergio Mejía Andrade, que apenas cumplió 24 años, desapareció el 22 de abril del 2021 cuando salía de su trabajo y se dirigía a comprar un helado. La familia vivía en Rancho Nuevo. De la desaparición de Sergio hay muchos testigos, cuenta su madre. Hombres armados lo bajaron de su camioneta, nadie hizo o dijo nada, “¿quién va a decir algo con semejantes armas? Las personas lloran cuando recuerdan eso, porque todos en el rancho lo querían mucho”, añade.
“Estamos viviendo una situación muy tremenda, ya no podemos ir al rancho. Dejamos nuestra casa abandonada y aquí nadie hace nada. Ya reportamos y no sabemos si mi hijo vive o muere. Ni nuestras cosas nos trajimos. Aquí nos ayudan con una despensa pero no sabemos hasta cuándo. Estamos esperando un milagro de Dios porque la policía no hace nada”, dice la madre de Sergio.
Cerca de 60 personas salieron a marchar el pasado 19 de septiembre para exigir justicia por las personas desaparecidas en Teocaltiche. El día 26 del mismo mes, volvieron a salir a las calles. Crédito: Mónica Cerbón.
Cuando Juan Pérez Pérez, un campesino de edad mayor desapareció, no hubo testigos. El 13 de septiembre pasado fue con un amigo a alimentar ganado y ya no regresó. Su amigo no sabe qué pasó, no vio nada. De Juan Pérez solo quedó una mochila tirada.
Lo mismo sucedió con Juan Pablo Aguilera, de 27 años, y Rogelio Macías Quijas, de 43, que a las 9:30 de la mañana del 29 de agosto del 2021, salieron a llevarle agua al ganado en Rancho Puerto de Luna (otra comunidad de Teocaltiche), y no regresaron.
“Esto va de mal en peor cada día, nos sentimos inseguras porque ya no puede uno ni salir a trabajar, no sabes si vas a regresar o no”, dice la esposa de Rogelio Macías.
La familia de Brenda Candelaria Ramos, de 16 años, también está en búsqueda. Ella y su madre se dedican a la pepena. Viven en la comunidad de Analco. En casa no tienen baño. El pasado 6 de septiembre, Brenda salió a hacer sus necesidades y no volvió.
“Nosotras somos de un ranchito y no tenemos cosas, ella dijo que iba al baño y no regresó. El baño no está tan lejos, sucedió como a las 2:30 de la tarde. Es muy triste, no sabemos en dónde está ni nada. Mi muchachita es de las más chiquitas”, cuenta su madre.
Tras las manifestaciones de las familias de víctimas, Jesús Escobar Pérez, un hombre joven, desapareció. La última vez que su familia lo vio fue el pasado 8 de octubre cuando salía de su casa –en la comunidad de Jesús Aguirre– hacia su trabajo. Casi una semana después, el día 14 del mismo mes, fue localizado sin vida.
La colusión de agentes estatales y municipales
Los ocho municipios de la región Altos Norte de Jalisco son territorio disputado por grupos del crimen organizado, de acuerdo con Anna Karolina Chimiak, codirectora del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (CEPAD). Pero en la zona se ha identificado a policías municipales y estatales relacionados con casos de desaparición forzada.
En Encarnación de Díaz, Lagos de Moreno y Ojuelos —cercanos a Guanajuato y Aguascalientes— hay una disputa entre el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel Santa Rosa de Lima. Mientras que en Teocaltiche, San Juan de los Lagos, Villa Hidalgo y Jalostotitlán —cercanos a Zacatecas— se ha identificado una disputa entre el CJNG y el Cártel de Sinaloa.
“En Teocaltiche hubo algunos eventos que han trascendido a nivel estatal, sobre todo desde la parte de enfrentamientos o localización de armas o artefactos explosivos, chalecos antibalas, o armamento”, añade Anna Karolina.
La especialista explica que en 2020, hubo casos de desaparición en Teocaltiche que atrajeron la atención de las autoridades estatales. El 22 de junio del año pasado, Vanesa Liseth Martínez Zepeda, de 29 años, y Omar Leonel González Ornelas, de 22 años, desaparecieron en el municipio. De acuerdo con información de Zona Docs, ambos fueron detenidos arbitrariamente por policías municipales y permanecieron 15 horas en la Comisaría, sin que sus familiares fueran informados.
Por la desaparición de Vanessa y Omar —que siguen sin ser localizados— fueron detenidos tres policías municipales de Teocaltiche y una mujer. Durante el juicio, la Fiscalía de Jalisco no logró conseguir que los tres policías fueran vinculados a proceso. En octubre del 2020, dos de los elementos fueron liberados, mientras que al tercero y a una mujer se les acusó del delito de desaparición forzada, pues ambos fueron detenidos con pertenencias de las víctimas.
Casi un mes después de la desaparición de Vanessa y Omar, el 18 de julio del 2020, desaparecieron Bryan Medina Carrillo y Daniel Rodríguez Sandoval, de 18 y 16 años, respectivamente. Ellos viajaron desde Guadalajara hacia Teocaltiche para comprar chatarra o fierro viejo. De acuerdo con testigos, la última vez que fueron vistos estaban siendo detenidos y golpeados por elementos de la Policía Municipal.
En octubre de ese año, la Comisaría de Jalisco determinó intervenir y desarmar a la Policía Municipal de Teocaltiche por presuntos abusos, excesos y sospechas de irregularidades. La Policía Estatal, la Guardia Nacional y el Ejército Mexicano tomaron las riendas de la estrategia de seguridad en el municipio.
El caso de los cuatro jóvenes desaparecidos en Teocaltiche, con la presunta participación de policías, no es el único en la zona de los Altos Norte de Jalisco. El 26 de julio del 2021 otros cuatro jóvenes de entre 19 y 24 años de edad que viajaban desde San Luis Potosí hacia el municipio de Tonalá para trabajar, desaparecieron en Lagos de Moreno —a una hora de Teocaltiche y a dos de Tonalá— tras ser detenidos por policías estatales de Jalisco. Hasta la fecha no han sido localizados.
Aunque en febrero del 2021 colectivos de búsqueda y organizaciones civiles festejaron la aprobación de la Ley de Personas Desaparecidas de Jalisco, aún se mantienen diversos pendientes, entre ellos el análisis de contexto de las desapariciones en cada región del estado, como la de Altos Norte. Además, aunque la ley lo prevé, aún no se conforman células de búsqueda municipales. Hasta la publicación de este reportaje, la Comisión Local de Búsqueda de Jalisco no dio respuesta a la solicitud de entrevista.
“¿Uno qué hace? Si uno se pone a buscar ya ve lo que le pasa a la gente, también la matan”, dice la madre de Sergio Mejía Andrade, desaparecido hace seis meses, mientras levanta la fotografía de su hijo por las calles de Teocaltiche.
FUENTE: PROCESO/A DÓNDE VAN LOS DESAPARECIDOS.
AUTOR: REDACCIÓN/MÓNICA CERBÓN.
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