El presidente de México ha hecho de comunicadores e instancias autónomas objeto de descrédito, esto podría tener consecuencias graves para la democracia y la libertad de expresión.
Como parte de las agridulces celebraciones por su vigésimo aniversario, la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI) llevó a cabo una serie de conversatorios virtuales en materia de libertad de expresión y sociedades democráticas. Dichos foros abordaron la ineludible discordia entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y toda figura que represente un tope para su movimiento.
Contrapesos constitucionales
Cada presidente tiene un estilo personal de comunicar. En el caso de López Obrador, su discurso gira en torno a una transformación que no necesariamente está vinculada con la democracia. “[AMLO] ha sido capaz de mantener constantemente la narrativa de la 4T y de seguir alimentando al movimiento que está detrás de su triunfo electoral”, observó la investigadora Yolanda Meyenberg Leycegui.
Su modelo, cuyo epítome es la conferencia de todas las mañanas, cumple exitosamente con los fines propagandísticos: fijar agenda, mantener la idea de cercanía y consolidar una narrativa. En contraste, el combate a la transparencia se tergiversa con el concepto paraguas de ‘corrupción’, estandarte de la administración actual.
En su tiempo como gobernador de Chihuahua, Javier Corral Jurado vivió en carne propia el ambiente de descontento y confusión auspiciado por la polarización, donde las mentiras y magnificaciones son propagadas con amplia facilidad. “No solo se han perdido los fundamentos de la deliberación, sino que se ha sacrificado el compromiso con la verdad”, evaluó funcionario.
Otro blanco de la retórica obradorista han sido los organismos autónomos (INAI, IFT, INE, COFECE), los cuales han causado escozor debido a su operatividad. Eréndira Salgado Ledesma, docente de la Universidad Anáhuac, consideró que el ataque a estos organismos se debe a que sus resoluciones no siempre son afines a los intereses públicos, además de que el Ejecutivo no puede influir en la toma de decisiones en dichas instituciones.
Los órganos constitucionales autónomos existen para dar equilibrio y distribución al poder. Javier Corral consideró que, si bien los reguladores son criticables, responden a los principios democráticos bajo los cuales fueron creados. El principal reto, insistió, se encuentra en la polarización política que amenaza también al conjunto de medios de comunicación.
Al respecto, Meyenberg Leycegui agregó que la sociedad debería transitar hacia un modelo de comunicación basado en el respeto al pluralismo y a la veracidad. “Tendría que haber una recuperación de la idea de que puedo no estar de acuerdo con tu punto de vista, pero tu punto de vista es valioso”.
Por su parte, Marina San Martín Rebolloso, comisionada del INAI en Ciudad de México, abrazó la idea de que a los organismos autónomos les toca asumir su papel de árbitros institucionales. El enfoque debe centrarse en los intereses colectivos y aprovechar el diseño de las instituciones para reclutar perfiles profesionales y comprometidos.
Medios en crisis
El derecho de acceso a la información ha transitado en una ruta de domesticación en el ámbito local. Los sujetos obligados han aprovechado la articulación de las normativas para complejizar el acceso a información pública. Con ello, se anula la participación ciudadana, se limita la fiscalización del poder público y se moldea el debate al controlar las formas de pensar.
Estas directrices, planteadas por José Rubén Alonso González, expresidente de la AMEDI Jalisco, marcaron la pauta del panel relacionado con la libertad de expresión. A decir de Leopoldo Maldonado Gutiérrez, director regional de Artículo 19, lo que ha cambiado en los últimos tres años es el discurso beligerante contra la prensa que habilita a agentes públicos y privados para atacar a los profesionales de la comunicación.
La manera de comunicar influye en las formas de representar las diferentes realidades del mundo. Los feminismos han tenido mucho que decir al respecto, señalando cómo los medios masivos han sido responsables de moldear las formas de pensar y actuar de las personas. “Necesitamos construir nuevas narrativas y herramientas que correspondan a las nuevas formas de pensar”, aseguró la periodista Violeta Contreras García.
Para que este panorama se transforme es necesario hacer del periodismo un negocio redituable. José Soto Galindo, editor de la versión digital de El Economista destacó la importancia del periodismo de investigación que ha logrado emanciparse de la publicidad y el contenido generador de clics. “Hay que considerar que la noticia muere cuando la publicamos; lo que sigue es darle continuidad”.
Un caso de éxito en esta materia es la revista Proceso. Durante 45 años, el semanario ha sustentado su modelo de negocio a través de la fidelidad de los lectores. En palabras de su director actual, Jorge Carrasco Aráizaga, el medio funcionó gracias al modelo de suscripción, mismo que debe encontrar nuevas formas de crear valor en una época en la que la información es considerada un bien público por el que no hay que pagar.
Brechas digitales, violencia contra comunicadores, presión gubernamental, alfabetización mediática y estancamiento comercial fueron los principales retos identificados durante la mesa de análisis. El foro coincidió en la urgencia de diversificar las voces, crear modelos de negocio rentables y reivindicar la tarea del periodismo como el oficio que cuestiona al poder.
De acuerdo con CIMAC (2020), solo el 6% de los temas tratados en los medios están relacionados con la agenda de género. Las mujeres solo están presentes en tres de cada diez noticias y pocas veces se escuchan sus voces como especialistas en un tema.
AUTOR: ROBERTO PICHARDO RAMÍREZ.
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