En febrero de 2012, el periodista Julio Scherer García envió a imprenta el manuscrito de “Calderón de cuerpo entero” (Grijalbo), un libro potente en el que revelaba la podredumbre del sexenio fallido, a partir de un perfil político y psicológico del segundo presidente panista.
En las primeras líneas, el fundador del semanario Proceso advertía: “…los negocios al amparo el poder, los pactos ominosos, la alteración y falsificación de documentos, las intercepciones telefónicas, las calumnias, la difamación, las reuniones semisecretas, las secretas, y los golpes bajos de la grilla, fueron temas que ocuparon hasta los segundos de los medios electrónicos y los espacios arrinconados de las publicaciones impresas. En los tiempos que corren se ha vuelto aún más apremiante ir al fondo de la personalidad de los hombres y mujeres del poder”.
En marzo de 2022, el abogado Julio Scherer Ibarra publica una carta, en la edición 2368 de la revista Proceso, titulada “Es hora de hablar”, y en ella describe una “trama perversa” en su contra, supuestamente fraguada por la senadora y exsecretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero.
Al igual que su padre, Scherer Ibarra escribe sobre negocios al amparo del poder, confección y filtración de documentos, pactos ominosos, intercepciones telefónicas, difamación, reuniones semisecretas y secretas, y golpes bajos de la grilla.
Con una enorme diferencia, el periodista habla en tercera persona, con la distancia de quien accede a esa información a través de fuentes que acuden al reportero para expiar sus culpas y el único propósito de cumplir con una de las máximas del periodismo: revelar aquellas cosas (podridas) que alguien quiere ocultarle a la sociedad.
El abogado, por su parte, hace un relato en primera persona; interesado y en el que busca justificarse, pero no por ello menos revelador.
Si en el libro del periodista se aportan elementos suficientes para hacer un retrato de cuerpo entero del calderonismo y la decadencia de los gobiernos panistas, en la carta del abogado hay ingredientes suficientes para conocer las grillas palaciegas que han orbitado alrededor del presidente Andrés Manuel López Obrador, obstaculizando acaso su propósito de transformar a México.
Las diferencias entre miembros de un mismo equipo, las traiciones, las intrigas, la conspiración y el uso de las instituciones para intereses personales conforman un cuadro tóxico para el presidente López Obrador: la cuarta transformación, de cuerpo entero.
En su relato, Scherer Ibarra describe a una secretaria de Gobernación despojada de poderes y capacidades; la titular de un despacho disminuido por el que no transitan ni las relaciones con el Poder Judicial y la Fiscalía General de la República, ni las labores de seguridad e inteligencia.
“La ministra en retiro no se permitió sobreponerse al desengaño y desde entonces emprendió una investigación sobe mi persona”, acusa Scherer Ibarra.
A Gertz Manero, el exconsejero jurídico lo pinta como un hombre cegado por la ira, obsesionado con sus asuntos personales, rencoroso, vengativo, déspota, egoísta, prepotente, que hace uso de la FGR como si fuera su despacho privado y ha convertido al subprocurador Juan Ramos López en su abogado de cabecera.
“El Alejandro Gertz que conozco hoy pretende enviarme al territorio del miedo, el que convierte todos los ruidos en gritos, todas las sombras en amenazas y a todos sus ‘enemigos’ en blancos de la ‘justicia’, su justicia”, apunta el abogado.
Lo que seguramente no estaba en la intención del exconsejero jurídico era hacer un autorretrato y, con ello, un fresco de la manera en que se conduce la política desde Palacio Nacional.
A Julio Scherer Ibarra, Julio Scherer Ibarra lo pinta como un funcionario con enemigos tan grandes como el tamaño de sus intereses y relaciones.
Un consejero jurídico al que la secretaria de Gobernación le dedicó bastante tiempo, como para crear una carpeta de sus relaciones con numerosos despachos jurídicos de asesoría y gestoría. “Un calumnioso documento”, dice Scherer Ibarra, sobre el que el presidente le habría dicho: “son chismes”.
Lo malo es que el propio Scherer admite haberle dedicado tiempo y recursos de la Consejería Jurídica de la Presidencia de la República a asuntos tan espinosos como el intento del abogado Juan Collado para salir de la cárcel; los casos de Inés Gómez Mont, la cooperativa Cruz Azul y el abogado Paulo Díez Gargari.
Asuntos que el abogado terminó convirtiendo en afrentas personales y en los que, si bien la carta arroja algunas pistas para su esclarecimiento, muy lejos quedan aún de ser explicados a cabalidad.
Scherer Ibarra asegura que Olga Sánchez Cordero y Alejandro Gertz Manero deshonran el juramento de guardar y hacer guardar la Constitución, pues “la traición habita en ellos”.
Y cierra su carta advirtiendo que la Fiscalía no tiene contrapesos constitucionales y “hoy es un peligro”.
Concluye así su retrato involuntario de un presidente -Andrés Manuel López Obrador- incapaz de alinear a sus funcionarios en una sola estrategia y en el único propósito de “desterrar para siempre la corrupción”.
La carta es un testimonio personal de uno de los hombres más cercanos al presidente en sus primeros tres años de gobierno; el funcionario que ocupaba el despacho de a lado en el ala sur del Palacio Nacional, el que le hablaba diario al oído, en quien depositó su confianza y asuntos trascendentales para la administración, a quien en septiembre de 2021 despidió con un abrazo en una emotiva conferencia mañanera.
Sin embargo, el tiempo de hablar de Scherer Ibarra se cruza, fatalmente, con el tiempo de inaugurar de López Obrador, el tiempo de votar y de ratificar el mandato del líder del movimiento.
La carta es un duro golpe al ego y al discurso de pureza del presidente. Un retrato de cuerpo entero de la cuarta transformación.
FUENTE: ARISTEGUI NOTICIAS.
AUTOR: ERNESTO NÚÑEZ.
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