“Ayotzinapa ha sido un caso emblemático en México de la situación de desapariciones forzadas, de las fallas graves del Estado y de la necesidad de un trabajo urgente por responder a esta crisis nacional en derechos humanos que vive el país”, dijo el Dr. James Cavallaro, quien fuera presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el periodo 2016-2017.
En entrevista que concedió a Prensa Ibero después de la visita académica que hizo a la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, por invitación de su Departamento de Derecho, Cavallaro reconoció que Ayotzinapa es el caso que más marcó el tiempo en el que estuvo en la CIDH -primero como relator para México y después como presidente-, institución donde tuvo la obligación “y el honor” de participar en la conformación del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).
-¿Qué opina respecto al más reciente informe del GIEI sobre el caso Ayotzinapa, en el que se menciona, entre otras cosas, que elementos de la Marina manipularon pruebas en el basurero de Cocula?
-Es un escándalo y muestra de las sospechas que teníamos del posible involucramiento de las fuerzas armadas, no sólo en la falta de esclarecimiento de los hechos, sino hasta en los hechos mismos. Como esta sospecha sigue sin ser cabalmente respondida, todavía hay que investigar exactamente qué sabían y qué hacían los militares, la Marina, las fuerzas armadas.
Este asunto también levanta todo un tema con graves repercusiones, el de la falta de acatamiento por parte de los militares de las determinaciones de las autoridades civiles que, se supone, mandan sobre los militares. Y es que hemos visto que cuando los militares no aceptan subordinarse a las autoridades civiles hay gravísimas violaciones a los derechos humanos, algo que el hemisferio ha vivido por décadas.
-¿Preocupa a la comunidad internacional de defensores y defensoras de los derechos humanos el número de desapariciones forzadas en México, que es ya de más de 90 mil personas?
-90 mil víctimas de desaparición forzada es una cifra chocante. En la última dictadura que vivió Argentina, de 1976 a 1983, se habla de que desaparecieron entre 9 mil y 30 mil personas; en México ese número se triplica, y lo terrible es que aumenta todos los días.
En un Estado democrático habría que garantizar a las personas la posibilidad de moverse en el país sin miedo a ser secuestradas, violadas, torturadas o ejecutadas, mas el Estado mexicano no tiene las condiciones para impedir que eso acontezca, ni para investigar cuando eso pasa, ni siquiera para dar información a los familiares sobre qué pasó con sus seres queridos.
Entonces, la de México es una crisis muy grave que de alguna forma se ha normalizado y aceptado, y la vida aparentemente sigue, pero es una crisis que la comunidad internacional de los derechos humanos ve como una de las situaciones más graves en el mundo hoy en día.
-Pasando a otro tema, basado en el hecho de que en las universidades de Harvard y Stanford usted estableció y dirigió clínicas de derechos humanos, le pregunto: ¿cuál es la importancia de la enseñanza clínica en la Licenciatura en Derecho y en la defensa de los derechos humanos?
-Si comparamos a los alumnos de derecho con los de medicina veremos que, durante la universidad, estos últimos pasan mucho más tiempo siendo instruidos en el trabajo práctico, es decir, resulta normal que un alumno de medicina dedique buena parte de sus estudios al trabajo que hará después de formarse. Pero el alumno de derecho no; estudia casos, estudia jurisprudencia, estudia los códigos, pero después tiene que aprender cómo lidiar con situaciones difíciles, con testigos, con clientes, con víctimas, con cortes.
Ahora bien, si queremos formar personas capaces de defender a los derechos humanos, qué debemos hacer, ¿leer textos sobre los derechos humanos?, ¿estudiar teorías sobre el funcionamiento debido del Estado? Sí, eso está bien, pero también debería incluirse una parte contundente, guiada, con supervisión, de más o menos el mismo tipo de trabajo de campo que hará esa persona defensora de los derechos humanos después de formarse; esa es la lógica de la enseñanza clínica.
-¿Qué elementos debe tener un modelo de enseñanza clínica, de clínicas jurídicas, en una facultad de derecho?
-Primero que nada, no creo que se debe limitar a la clínica jurídica, porque la defensa de los derechos humanos es más amplia que sólo la defensa jurídica. Un defensor de los derechos humanos habla con víctimas, habla con testigos, analiza situaciones fácticas, habla con periodistas, y cada una de esas actividades exige una capacitación que no se suele dar al estudiante en la facultad de derecho.
Un ejemplo. Para hablar con una víctima de violación a los derechos humanos uno tiene que entender algo de la psicología, para no retraumatizar a esa persona; tiene que entender también cómo se gana la confianza de una persona, para que la persona quiera hablar contigo. Por eso, una defensora o defensor de los derechos humanos requiere de una capacitación interdisciplinaria.
Justamente por eso en la IBERO promoví la necesidad de ampliar la visión de sus clínicas, para que no sean no solamente clínicas jurídicas, sino que sean clínicas interdisciplinarias, aprovechando la tremenda capacidad y conocimiento que tienen sus expertas y expertos en diversas disciplinas, por ejemplo, en comunicación, en psicología, en análisis de situaciones fácticas y de conflictos.
La cuestión es cómo juntar el conocimiento de esas personas para que las y los estudiantes aprovechen al máximo lo que hay en la IBERO, para que puedan defender los derechos humanos en México, que es una necesidad urgente.
-¿Cómo lograr que las clínicas universitarias, jurídicas e interdisciplinarias, se involucren, o involucren más, en casos de violaciones a derechos humanos?
-Hace falta un trabajo de acercamiento entre la universidad y la sociedad. En la Ciudad de México se encuentran las organizaciones de defensa de los derechos humanos más importantes a nivel nacional y algunas de las más importantes en las Américas, por lo que es importante que la IBERO mantenga relaciones estrechas con esas instituciones y con grupos de personas afectadas, para tener la posibilidad de saber qué está pasando en el país, entender las razones detrás de las violaciones a los derechos humanos y posibilitar la implementación de soluciones democráticas.
-Ahora que estuvo de visita en la IBERO, ¿qué impresión le dejaron las clínicas jurídicas del Departamento de Derecho?
-Me quedé impresionado por dos motivos. Primero, algo que es muy importante, se ha creado una estructura bastante sólida, con temas y trabajos concretos en diversas áreas (defensa penal; derechos de niñas, niños y adolescentes; salud pública; personas refugiadas; y justicia ambiental).
Y segundo, en las y los responsables de las clínicas vi la disposición de seguir aprendiendo, de mejorar lo que ya existe, de aprovechar el conocimiento que hay en el mundo para ir más allá de lo que es una clínica jurídica y crear clínicas interdisciplinarias.
-Finalmente, ¿cuál ha sido la mayor satisfacción que le ha dejado dedicarse a la defensa de los derechos humanos?
-Para mí lo más importante como defensor de los derechos humanos ha sido hablar con personas cuyos derechos han sido violados, cuyos hijos o hijas han sufrido violaciones a sus derechos, y ver que se sienten escuchadas, que sienten que alguien está trabajando y aprovechando sus capacidades para aumentar su voz, esa voz que ha sido aplastada. Eso me hace sentirme útil.
Aprovechar lo que conozco, por haber estudiado el derecho, la normativa internacional y hablar varios idiomas, me sirve en momentos concretos para ayudar a personas concretas, y es cuando me siento útil, cuando siento que estoy haciendo algo.
AUTOR: PEDRO RENDÓN.
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