Durante las tres últimas administraciones federales, 610 miembros de la Secretaría de la Defensa Nacional han muerto en el marco de la lucha contra el narcotráfico. La mayoría de soldados murieron en agresiones armadas, pero también ejecutados, en accidentes automovilísticos o percances aéreos. Tamaulipas, Sinaloa, Michoacán, Guerrero y Sonora, los estados más mortíferos para los elementos castrenses. La mayoría de las víctimas han sido elementos de tropa, algunos oficiales y sólo 13 jefes. El derribo del helicóptero por parte del CJNG en Jalisco, el 1 de mayo de 2015, una de las mayores tragedias.
Desde hace tres sexenios, al menos 610 militares pertenecientes a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) en México, murieron en cumplimiento de su deber en la lucha en contra de la criminalidad, según estadísticas del instituto armado, obtenidas a través del área de Transparencia y que abarcan el periodo del 1 de diciembre de 2006 al último día de abril de 2022.
De acuerdo con la relación del personal fallecido, se establece que no en todos los casos los elementos fueron abatidos por delincuentes en agresiones armadas, aunque sus muertes ocurrieron durante la aplicación de la Campaña Permanente contra el Narcotráfico y la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, programas castrenses que conservan sus nombres originales en las décadas recientes.
En cuanto al periodo de gobierno en que encontraron la muerte al cumplir con las encomiendas de los mandos, 357 de las defunciones ocurrieron durante la administración presidencial de Felipe Calderón Hinojosa, entre el 1 de diciembre de 2006 y el 30 de noviembre de 2012; 185 agentes de la milicia cayeron en el sexenio de Enrique Peña Nieto, del 1 de diciembre de 2012 al 30 de noviembre de 2018; y van 68 bajo el mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador.
De los militares fallecidos, 565 realizaban funciones en el Ejército Mexicano, mientras que 45 estaban adscritos a la Fuerza Aérea Mexicana (FAM). Los datos señalan que 310 militares de las diversas armas y servicios murieron por agresiones de arma de fuego en tiroteos, 31 fueron ejecutados y encontrados después de un levantón, 144 perdieron la vida en accidentes automovilísticos cuando patrullaban o se trasladaban a cumplir con una orden de operaciones, 59 perecieron en accidentes aéreos, 16 en accidentes por el manejo de armas de fuego y 16 ahogados.
Hubo otras causas de muerte de los miembros del Ejército y FAM cuando cumplían con las instrucciones de sus mandos. Ocho de los soldados fueron arrastrados por la corriente de un río sin que entraran en la cuenta de los ahogados, ocho murieron por caídas y ocho atropellados. Hubo cuatro electrocutados, dos fallecieron por golpes de calor, uno deshidratado, otro por intoxicación, uno más por la explosión de una pipa y el último por causa no determinada.
Los diez estados más mortíferos -en los últimos 15 años completos y meses- para los miembros de instituto armado son: Tamaulipas, con 148 militares muertos; Sinaloa, 72; Michoacán, 67; Guerrero, 59; Nuevo León, 36; Sonora, 31; Chihuahua, 30; Durango, 27; Jalisco, 26; y Veracruz, 24. En el lugar once, figura Zacatecas, con 19 elementos de la milicia fallecidos, seguido de Coahuila (13). Con menos de dos cifras, sigue Baja California, donde se reportan nueve decesos.
El recuento señala que 505 de los servidores públicos difuntos pertenecían a la tropa: 268 eran soldados, 158 Cabos, 69 Sargento Segundo y 10 Sargento Primero, además de un Cadete. Otros 91 eran oficiales: 17 Subtenientes, 50 Tenientes, 19 Capitán Segundo y cinco Capitanes Primeros. Con el grado de jefes perdieron la vida 13: tres eran Mayores, seis Tenientes Coroneles y cuatro Coroneles, algunos Diplomados de Estado de Mayor. Ningún General, en sus diversos grados, murió en cumplimiento del deber.
Otra clasificación de interés refiere que 317 de los militares finados tenían su servicio en Infantería, 89 en Caballería, 10 en Artillería, 51 eran policías militares, 30 de transmisiones, 25 pilotos aviadores, 25 de sanidad y 18 conductores. La lista continúa con 16 miembros de arma blindada, 10 fusileros paracaidistas, cuatro especialistas en electrónica de aviación, tres especialistas en mantenimiento aéreo, tres en materiales de guerra, dos cocineros y el resto eran escribientes, de intendencia, informática, mecánico automotriz, herrero, jardinero y auxiliar de carpintero.
EL PELIGRO DE LOS CIELOS
La mayor cantidad de militares muertos en un solo evento ocurrió en tragedias aérea, como la registrada el 18 de abril de 2008, cuando 12 elementos de la Sedena que realizaban acciones operativas en el marco de la Campaña Permanente contra el Narcotráfico, perdieron la vida en un helicóptero Bell 212 de la Fuerza Aérea Mexicana con 14 plazas. La aeronave se desplomó al filo del mediodía sobre un poblado cercano a Uruapan, Michoacán, a unos 100 metros de un jardín de niños rural.
En ese percance murieron en el acto once de los elementos castrenses, mientras que un soldado con quemaduras de segundo grado fue trasladado a un hospital, donde posteriormente falleció. El helicóptero participaba en la denominada Operación Conjunta Michoacán y había despegado de Zitácuaro para arribar a Uruapan, pero al parecer una falla mecánica lo impidió, informaría de forma apresurada la entonces Procuraduría General de la República (PGR).
Otro infortunio recayó sobre la FAM el 19 de junio de 2009, dentro de la llamada “guerra contra el narcotráfico” que encabezaba Felipe Calderón. A las 22:40 horas, en las proximidades del poblado de San Miguel, municipio de Santiago Papasquiaro, Durango, un helicóptero Bell 412 que trasladaba personal militar de Badiraguato, Sinaloa se precipitó a tierra, falleciendo en el hecho once elementos del Ejército Mexicano.
Un comunicado de la Sedena refirió sobre el evento: “Lamentablemente en este accidente perdieron la vida un jefe, cuatro oficiales y seis elementos de tropa; la información preliminar con la que se cuenta hasta el momento, indica que el suceso se debió a condiciones meteorológicas adversas en el área”. La aeronave tenía como destino la Base Aérea 5 de Mayo, en Durango.
Internacional de Monterrey, Nuevo León, cinco miembros de la milicia perecieron al estrellarse -en vuelo- el avión Antonov AN 32 B en el que viajaban contra una cabecera de la pista auxiliar, incendiándose el aparato al contacto. Bomberos acudieron de inmediato a sofocar el siniestro, pero los tripulantes ya estaban muertos, al parecer por el impacto o las quemaduras. Se trataba de tres oficiales y dos elementos de tropa. La nave de fabricación rusa tenía su base en Santa Lucía, Estado de México.
Durante la presente administración federal, también se registró la caída de un avión Learjet de la Fuerza Aérea Mexicana con fatales consecuencias en la comunidad de Lencero, municipio de Emiliano Zapata, en Veracruz, con saldo de seis agentes castrenses muertos. El aparato adscrito a la Unidad Especial de Transportes Aéreos del Alto Mando (UETAAM) de la Sedena en Ciudad de México, acababa de despegar del Aeropuerto de Xalapa con destino a Villahermosa cuando se desplomó al final de la pista, para caer sobre una parcela y explotar.
Así como estos accidentes aéreos, se registraron por lo menos otros cinco a principios del sexenio calderonista, cada uno de ellos con saldo de tres muertos. El 27 de febrero de 2007 en Aldama, Tamaulipas; 17 de mayo de ese año, en Choix, Sinaloa; 14 días después en Guachochi, Chihuahua; el 24 de junio de esa anualidad, en Caborca, Sonora; y finalmente, el 2 de octubre de 2009, en el cerro de Garnica, municipio de Queréndaro en Michoacán. Hubo otras tragedias aéreas, con uno o dos muertos en diversas partes de la geografía nacional.
EMBOSCADAS Y EJECUCIONES
Sin duda los enfrentamientos a balazos que protagonizan grupos de la delincuencia organizada y las Fuerzas Armadas, con o sin víctimas mortales y personas lesionadas, son los que más llaman la atención porque ocurren con frecuencia. Sólo durante el año en curso se han registrado 42 agresiones en contra de elementos del Ejército Mexicano, lo que ha dejado en calles, carreteras o fincas, un militar muerto, nueve soldados heridos, 31 presuntos agresores fallecidos, 12 supuestos delincuentes lesionados y 94 de los posibles criminales detenidos.
Sin embargo, es de mencionarse que en este sexenio no se han registrado emboscadas o ejecuciones de elementos de la Sedena como las ocurridas durante las dos administraciones gubernamentales anteriores, principalmente obra de grupos de la delincuencia organizada.
Michoacán, Nuevo León, Guerrero, Tamaulipas, Jalisco, Sinaloa y Puebla, han sido los escenarios de esas batallas.
Entre los hechos más cruentos en contra de la milicia se recuerda lo ocurrido los días 20 y 21 de diciembre de 2008 en Chilpancingo, Guerrero, cuando fueron localizados sin vida ocho militares que presentaban signos de tortura y desprendimiento de cráneo. Eran siete elementos de tropa y un oficial.
Autoridades castrenses informaron en su oportunidad que se trataba de una reacción de las organizaciones criminales debido a los “fuertes golpes” asestados por las Fuerzas Armadas, lo que había “provocado una merma en su estructura tanto funcional como económica”.
Pero quizá ningún evento tiene la magnitud del narcoterrorismo en la historia del país como el registrado la mañana del 1 de mayo de 2015, en los límites de los municipios de Casimiro Castillo y Villa Purificación, en la Región Costa Sur del Estado de Jalisco, cuando integrantes del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) derribaron a tiros con un lanzacohetes y disparos de Barrett calibre 50, un helicóptero Cougar de la Fuerza Aérea Mexicana, muriendo ocho militares y una elemento de la Policía Federal.
El mismo día, la Sedena iniciaba la Operación Jalisco con la intención de detener a Nemesio Oseguera Cervantes “El Mencho”, líder del CJNG, quien al parecer se encontraba en la región, por lo que, sin avisar a las autoridades estatales, se dirigieron al punto donde fueron atacados. Apenas un año antes, el 12 de mayo, un convoy de soldados fue atacado por un comando criminal del mismo cártel dedicado al huachicoleo, después que se les había asegurado el producto sustraído del poliducto de Petróleos Mexicanos. Sin piedad, los narcotraficantes incendiaron el camión de los soldados, muriendo cuatro de ellos calcinados.
Otros hechos numerosos en cuanto a víctimas del medio castrense tuvieron lugar en Monterrey el 18 de octubre de 2008. Seis elementos de tropa del Batallón de Infantería de la Zona Militar fueron ejecutados. Los cuerpos de dos soldados y dos Cabos aparecieron muertos y degollados en presunta venganza de criminales por el aseguramiento de nueve toneladas de droga y un arsenal, en días anteriores, en San Nicolás de los Garza, Nuevo León. Posteriormente encontraron otros dos cadáveres con huellas de tortura.
Otros asesinatos múltiples de militares tuvieron fecha y lugar el 1 de mayo de 2007 en Carácuaro, Michoacán, con saldo de cinco muertos; misma cantidad, el 3 de agosto de 2013 en Reynosa, Tamaulipas; cinco soldados más murieron al enfrentarse a sicarios el 30 de septiembre de 2016 en Culiacán, Sinaloa. Dos eventos más con cuatro elementos asesinados ocurrieron el 30 de enero de 2016 en Mocorito, Sinaloa, y el 3 de mayo de 2017, cuando agentes de la Sedena intentaban detener a huachicoleros en Palmarito, Puebla.
AUTOR: LUIS CARLOS SÁINZ.
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