Eran las 8 de la noche y Yanelli volvía del trabajo, en Huauchinango, Puebla. Debido a que no pasaba el camión que la llevaría hacia su casa, decidió abordar un taxi “colectivo” —que brinda servicio a varios pasajeros, con destinos diferentes—, al que también subieron dos hombres que resultaron ser asaltantes. Además de quitarle sus pertenencias, a ella la violaron.
A esta agresión, ocurrida en junio de 2016, se suma otra, cometida en octubre de 2017, cuando dos hombres llegaron hasta su casa para golpearla y violarla de nuevo, en represalia por haber denunciado la primera vez. De los cuatro agresores solo uno fue detenido y sentenciado a 10 años de prisión, de los cuales ya ha cumplido seis, mientras de los otros tres no hay información.
Además de la revictimización que ha vivido durante el proceso de denuncia de las dos violaciones, debido a la falta de personal para certificar sus lesiones y de materiales para que le practiquen exámenes médicos, Yanelli acusa que ha sido víctima de omisiones en las investigaciones, pues ha aportado pruebas, como mensajes de amenaza que recibe por redes sociales, o los registros de las llamadas que le hacen de distintos números para insultarla, pero sus señalamientos no se han tomado en cuenta. Tampoco han entrevistado a posibles testigos para ampliar los datos que se tienen de los responsables.
Ante el temor de volver a ser agredida, Yanelli y su familia tuvieron que huir de Huauchinango. “Me fui a vivir a otro lugar, para comenzar otra vez, porque siento que no te curas en el lugar en que te enfermas. Eso implicó perder las medidas de protección que me daban las autoridades, y ahora ya ni siquiera tengo respuesta sobre cómo va la investigación”.
“Han pasado seis años y de la carpeta de 2016 falta capturar a un agresor. De la que se abrió en 2017 aún no se tiene información de ninguno de los dos, ni hay indicios de quiénes fueron. Ellos (las autoridades) creen que yo me voy a conformar con que hay un sentenciado, pero no. A mi me violaron cuatro personas y todas ellas se tienen que hacer responsables”, reclama.
Animal Político consultó a la Fiscalía General del Estado de Puebla acerca del estado que guardan las carpetas de investigación por las violaciones que sufrió Yanelli, sin que hasta el momento de la publicación haya recibido respuesta.
Una pista y una casualidad llevaron al único sentenciado
“El 8 de junio de 2016, cuando fui víctima de la primera agresión, toda mi vida cambió. Uno de los agresores tenía un arma blanca y el otro una pistola, le pidieron al taxista que manejara hacia una zona sola y oscura para violarme”, relata en entrevista Yanelli.
“La verdad es que, entre el llanto, el dolor y la vergüenza, lo único que hacía era evitar cruzar la mirada con los agresores, pero los vi cuando se subieron, vi sus rostros”, recuerda.
De acuerdo con Yanelli, los asaltantes pidieron al taxista que se detuviera cuando pasaban junto al panteón de Huauchinango y ahí, dentro de la unidad, la agredieron sexualmente. Fue en ese momento cuando se enteró que uno de ellos se llamaba Erik, a quien su compañero le exigió cambiar turno para vejarla.
“Cuando el segundo de ellos terminó de agredirme amenazaron al taxista, le dijeron que tenía que esperar 20 minutos antes de irnos de ahí. Sin embargo, en cuanto ellos huyeron, el conductor me dijo que pusiera el seguro a la puerta y se arrancó. Yo tenía miedo porque no sabía si también él iba a hacerme daño”, detalla.
Yanelli no aceptó que el taxista la acompañara hasta su casa, por miedo a que supiera en dónde vivía. Con la ropa desgarrada, golpes en el cuerpo y en estado de shock, caminó por 10 minutos hasta su domicilio. No quería denunciar, pero su familia la convenció de que era necesario y la acompañaron al Ministerio Público (MP), donde se inició una carpeta de investigación por el caso.
“Ahí empezaron los obstáculos. La violencia no solo te afecta cuando la estás viviendo directamente, sino que después te atraviesan muchas otras”, comenta.
Primero, tuvo que pasar más de 16 horas sin bañarse después de la violación, porque no había un médico legista que certificara sus lesiones; luego, no pudo realizarse una prueba para detectar enfermedades de transmisión sexual en el Hospital General de Huauchinango, por falta de insumos para realizarlas. Además, por ausentarse debido a los trámites y su condición anímica, la corrieron de su trabajo como enfermera.
“Comencé a ser dependiente económica de mi mamá. Ella y mi hermana me ayudaban con el tema de los cuidados de mi hija. Intenté suicidarme dos veces y después de eso comencé un tratamiento psiquiátrico, al mismo tiempo que recibí terapia psicológica”.
Yanelli comenzó a recuperarse, y de hecho pensó que nunca más vería a los hombres que la agredieron. Pero un mes después del asalto, mientras se encontraba en una parada de autobús con su hermana, pudo reconocer a Erik, uno de sus agresores. Policías municipales de Huauchinango lo habían detenido por una riña en vía pública y se encontraba dentro de una patrulla.
“Lo vi y entré en pánico. Le dije a mi hermana que nos fuéramos, que era él y tenía miedo de que se diera cuenta que estaba ahí. Tomamos un taxi para la casa y le conté a mi mamá lo sucedido. Ella me dijo que debía ir a denunciar, aunque yo no quería”, detalla.
Acompañada de su familia, acudió a la comandancia de policía para confirmar si alguno de los detenidos recién ingresados era Erik. Con esta información, fue al Centro de Justicia del municipio y notificó que había identificado a su agresor, al que denunció formalmente por violación y por ello se le sentenció a 10 años de cárcel.
“El tema fue que, en cuanto esta persona ingresó al Cereso (Centro de Reinserción Social), inmediatamente comenzaron a hacerme llamadas a mi casa para decirme que ya sabían donde vivía, que tenía una hija, una hermana y que vivía con mi mamá. Me exigieron quitar mi denuncia, que porque no sabía con quién me estaba metiendo”, denuncia Yanelli.
En la Fiscalía, el Ministerio Público que llevaba su caso le dijo que no hiciera caso de las llamadas, que su agresor ya estaba detenido y no le pasaría nada. Como medida de protección, le pusieron a dos policías para que vigilaran su domicilio, uno desde el interior y otro desde el exterior, pero tras el paso de un huracán que dejó daños en Puebla, las autoridades le quitaron al personal de seguridad, con el pretexto de que debían unirse a las labores de recuperación por el desastre natural.
Yanelli abordó un taxi y fue violada, denunció, detuvieron a 1. Recibió amenazas y después, unos sujetos entraron a su casa, la volvieron a violar y con una navaja en el pecho le escribieron “puta”. Hoy está en @FiscaliaPuebla para seguir exigiendo justicia. pic.twitter.com/6wFvhZD1rF
— Alba Espejel (@albaesli) June 8, 2022
Sin protección, se cumplieron las amenazas
Yanelli cuenta que, incluso en el tiempo que tuvo protección de los policías, las amenazas no se detuvieron, “hasta octubre de 2017, cuando noté que había personas sospechosas afuera de mi casa. El día 12 yo estaba de descanso en casa con mi hija y cuando salí a la calle para darle de comer a unos perritos callejeros de la colonia vi a dos tipos correr hacia mi”.
“Me metí corriendo porque sospeché que iban a hacerme algo, e intenté cerrar la puerta, pero uno entró detrás de mí. Llegamos al comedor forcejeando y le comencé a aventar cosas, grité y traté de tomar el teléfono, hasta que se escuchó “mami, ¿quién es?” y vi a mi hija asomada desde otra habitación”, agrega.
Uno de los hombres golpeó a su hija de dos años, le tomó fotografías y amenazó con darlas a una persona “con gusto por las niñas” en caso de que ella insistiera con su demanda contra Erik. Frente a la menor de edad, los sujetos golpearon a Yanelli hasta dejarla inconsciente, la amarraron de manos y pies y volvieron a violarla. Lo último que recuerda es que le dijeron que eso le pasaba “por ser una perra desobediente”.
Horas después del ataque, Yanelli fue hallada por su madre y su hermana, quienes llamaron a los servicios de emergencia. Les informaron que debido a los golpes tenía fractura de nariz, mandíbula y las costillas. En este estado, la víctima pidió a su familia que antes de internarla en un hospital la llevaran a denunciar nuevamente al Centro de Justicia de Huauchinango, donde previamente habían minimizado sus advertencias de una posible agresión.
Al igual que la primera vez, tuvo que someterse a los exámenes periciales del médico legista, el perito psicológico y volvieron a asignarle protección, “pero todo lo que se pudo haber evitado ya había pasado”.
Lo último que Yanelli supo sobre sus dos carpetas de investigación por las dos agresiones fue en 2018, cuando le notificaron que Erik había sido condenado a 10 años de cárcel. De ellos, ya se han cumplido seis, por lo que ahora vive con temor de lo que pueda ocurrir cuando quede libre.
“De los otros implicados, a seis años de los hechos no hay nada. Yo exigí que se buscara el testimonio del taxista, pero nunca lo hicieron. Por todo esto tuve que dejar Huauchinango, vivía con mucho miedo… y aun así, he seguido recibiendo amenazas en mi cuenta de Facebook. La única razón por la que no la cierro es porque para mí esas son pruebas que aporto a las autoridades para que las agresiones continúan”, lamenta.
“Este año ha estado tranquilo, pero yo creo que es porque yo ya no estoy en Huauchinango. Mi domicilio es reservado y no tienen acceso a él, pero siempre que regreso a visitar a mi familia o mis amigas lo tengo que hacer a escondidas, porque ahora tengo que vivir desplazada. Estar ahí no es seguro para mi”.
En seis años, delitos sexuales aumentaron 146% en Puebla
Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), entre enero de 2016 y abril de 2022, en Puebla se han abierto 13 mil 488 carpetas de investigación por delitos contra la libertad y la seguridad sexual.
Si se comparan los primeros cuatro meses de cada año, el número de denuncias de estos delitos se incrementó 145.99%, al pasar de 437 reportados entre enero y abril de 2016, a mil 75 que fueron registrados en el primer cuatrimestre de 2022.
Entre enero y abril de 2022, los delitos con mayor número de carpetas de investigación fueron abuso sexual (309), violación simple (153), violación equiparada (135), acoso sexual (78) y hostigamiento sexual (16). Además, se interpusieron 384 denuncias por “otros delitos que atentan contra la libertad y la seguridad sexual”.
En la comparación cuatrimestral, el delito que más ha aumentado entre 2016 y 2022 es el de violación equiparada (365%), seguido del acoso sexual (136.36%) y hostigamiento sexual (33.3%).
Yanelli ha recuperado poco a poco su vida, gracias a la terapia psicológica y el tratamiento psiquiátrico que recibe. “Sin ellas no hubiera podido regresar a la realidad, yo creo que me hubiera matado… dejé de comer, no dormía y entré en un estado de depresión complicado, que me impedía incluso cuidar de mi o de mi hija, pero poco a poco comprendí que no fue mi culpa, y que tenía que estar bien. Desde que me fui de Huauchinango volví a bailar y comencé mi vida de nuevo”.
Actualmente es conferencista certificada en temas de violencia contra las mujeres, y acompaña el proceso de varias víctimas que, como ella, se encuentran en búsqueda de justicia.
A raíz de su caso se dedicó a estudiar temas de género y derechos humanos. “Después de un tiempo me buscaron otras mujeres que se encontraban atravesando situaciones de violencia y comencé a acompañarlas. Luego empecé a estudiar, a la fecha tengo 19 diplomados sobre violencia sexual, prevención de la violencia, abuso sexual infantil y me encuentro cursando la licenciatura en derecho”.
“No sé si era mi misión de vida, pero definitivamente también me ha servido y me ha ayudado a curarme, el poder brindar a otras mujeres lo que yo no tuve. Pero independientemente de todo eso, la justicia todavía no llega. El hecho de que ya no tenga marcas o ya no me vea como una víctima no quita todo lo que pasó. El Estado tiene una deuda muy grande conmigo por sus omisiones e irresponsabilidades. A mi no se me va a olvidar”, sentencia.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: ERÉNDIRA AQUINO.
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