Eric Andrade Ramírez, pasante de medicina de 24 años, fue asesinado el viernes pasado, 15 de julio, mientras atendía a dos pacientes en una clínica de Pueblo Nuevo, en el estado de Durango. Esto no es un hecho aislado, dicen estudiantes de medicina en servicio social de diferentes estados, quienes han vivido violencias y luchan ahora por integrar un movimiento nacional que las visibilice y genere una mejora en las condiciones en las que realizan sus pasantías.
“Queremos que la población sepa que el caso del compañero Eric no es un caso aislado. Solo que es muy difícil denunciar. Hay miedo a los grupos criminales, pero también a las autoridades porque nos amenazan con que no nos vamos a titular. Hasta de reportar acoso de pobladores o de los pacientes hay temor, porque después si no te mueven del lugar, te quedas en mucho riesgo”, dice una pasante de Durango, que prefiere que no se haga público su nombre.
Sin embargo, la médica en formación afirma que a raíz del asesinato de su compañero Eric Andrade se han intensificado los reportes de violencia por parte de los pasantes y que están tratando de integrar un movimiento con otros estados para visibilizar esto.
El mismo incrementó en las denuncias verbales y los casos de riesgo señalan Eva Pizzolato, representante de la Asamblea Nacional de Médicos Pasantes, y Andrés Castañeda, coordinador del Colectivo de Médicos en Formación.
“Hemos recibido reportes por violencia en estados no solo del norte, también en Michoacán, por ejemplo, donde hay compañeros que reportan que llegan integrantes de grupos criminales a tomar los lugares y hasta se meten a sus casas. También hay casos en los que los secuestran por atender a policías a los que el crimen organizado quiere eliminar o para atender a sus propios compañeros”, señala Castañeda.
También es frecuente, dice, que se reporten casos en los que los pasantes escuchan las balaceras y lo único que pueden hacer es encerrarse en las clínicas.
Eso justo le pasó a una médica en servicio social, a quien llamaremos Martha. Ella realiza su pasantía en una comunidad de Michoacán, en la parte donde empieza tierra caliente. “Yo estoy en la cabecera municipal, pero a unos 20 minutos hay un pueblito. Hace unos meses, un día en la mañana estaba yo en la clínica, salí por un paciente y vi mucho humo. Lo primero que pensé fue que era un incendio, pero los mismos pobladores me dijeron, no, doctora, ya llegaron los malos”.
Martha dice que en esos hechos, grupos del crimen organizado asesinaron a personas y saquearon y quemaron casas. “Al rato de que vimos el humo, empezaron a pasar helicópteros de la Guardia Nacional y por la tarde, la familia de una compañera nos confirmó que los malos habían quemado casas y matado a personas”.
La pasante habló con el responsable de la clínica, preocupada sobre todo por las guardias nocturnas que le toca hacer. “Yo me quedo los fines de semana en la noche, le dije que qué iba a hacer si un día llegaba a tocarme gente armada para que los atendiera, me dijo que no pasaba nada, que solo me encerrara y ya”.
La joven acudió entonces a la jurisdicción sanitaria para quejarse, pero solo encontró como respuesta que así era el servicio social, riesgoso, y que si pretendía que la cambiaran a otro lugar, no era solución porque en muchos lados estaba igual.
“Yo ni siquiera quería que me cambiara de lugar, solo pedía que equiparan bien la clínica, porque si llega gente armada a pedir el servicio y no hay con que atenderlos, se enojan y nos ponemos en mucho riesgo”.
Ese es el mismo temor de otra pasante, a quien llamaremos Laura. Ella dice que también le tocaba hacer guardias los fines de semana en la noche, cuando se quedaba sola con el pasante o la pasante de enfermería y el personal de farmacia. “Una vez empezamos a escuchar detonaciones como a las 10 de la noche, duraron unos 10 minutos, se calmaron media hora y volvieron a empezar. Vimos pasar muchas patrullas. Optamos por solo encerrarnos. Al rato llegó gente herida a tocar. No le abrimos porque ni tenemos con qué atenderlos. Por suerte se fueron”, cuenta.
Pero al día siguiente, otra vez hubo balacera. “Yo le dije al director de la clínica que por lo menos me quitara las guardias de fines de semana en la cabecera municipal, donde estaban los balazos. Me dijo que no me podía quitar las guardias. Tuve que meter muchos escritos a la jurisdicción para lograr no estar en la clínica los fines de semana en la noche, cuando más había balaceras”.
Pizzolato comenta que hay compañeras pasantes en mucho riesgo, justo porque están solas en las clínicas y la infraestructura para mantenerlas a salvo es deficiente. “Tenemos el reporte de una pasante que nos dice que la chapa de la puerta del cuarto donde debe dormir no tiene chapa, solo un alambre, así que prefiere dormir en la clínica, donde por lo menos hay cerradura”.
Al tener que vivir en las comunidades, porque están lejanas de sus casas o en lugares con transporte poco accesible, muchos pasantes quedan a disposición de la gente las 24 horas del día, todos los días de la semana y eso también los pone en alto riesgo.
“Llega la gente con una emergencia y llegan desesperados. Los pasantes no tienen material o insumos para atenderlos y se enojan. Eso ha pasado siempre, solo que ahora la gente está armada y los pasantes están en mucho peligro, no solo frente a los integrantes del crimen organizado, también frente a los pobladores”, asegura Castañeda.
Y es que, además, hay casos en los que las y los pasantes están solos en las clínicas, sin un personal médico titulado que los guíe. “Los usan para suplir los puestos que deberían ser de un médico general adscrito. Se ahorran esos sueldos porque les pagan muy poco de beca. Y no hay nadie que los guíe. En el servicio social, los pasantes aprenden a costa de la gente de menores recursos”, dice el coordinador del Colectivo de Médicos en Formación.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud, en 2021, en 1,586 clínicas del país de esta dependencia (11% del total, que son 14 mil 216), ubicadas en las comunidades más pobres y alejadas, todo el personal médico eran pasantes, no se contaba con médicos titulados.
El movimiento para lograr un cambio
A raíz del homicidio de su compañero Eric Andrade —a quien le dispararon después de que llegara un grupo de hombres a la clínica de Pueblo Nuevo, Durango, a pedir atención médica para dos jóvenes que presuntamente estaban intoxicados con alcohol y drogas y empezaran a pelear entre ellos— y con todo lo que enfrentan en el servicio social, los pasantes han empezado a organizarse.
No solo ha habido marchas y protestas en Durango. Junto con pasantes de otras entidades, como Coahuila, Zacatecas, Veracruz, Oaxaca y Ciudad de México, los compañeros de Andrade están levantando la voz.
“Estamos en charlas, intercambiando información, diseñando pliegos petitorios. Nos está apoyando la Asamblea de Médicos Pasantes y el Colectivo de Médicos en Formación para generar un movimiento nacional. Queremos que la gente sepa que no es que no queramos atenderlos en las comunidades alejadas, es que ni tenemos con qué, muchas veces no hay ni material de sutura para quienes trabajan en el campo y llegan con una herida por alguna herramienta”, dice la pasante de Durango.
Y agrega: “sabemos que se requieren muchos cambios y que algunos van a implicar tiempo porque incluso habría que cambiar la legislación, pero por lo pronto pedimos que se retire a los pasantes de las clínicas que no están bien equipadas y no tienen una infraestructura adecuada, a veces no hay ni cerraduras en las puertas y las bardas con un brinco se saltan”.
Pero la pasante dice que sobre todo piden justo que esas clínicas se equipen bien, para que ellos puedan realizar su labor. “No pedimos solo seguridad para nosotros, también atención digna para la gente”.
Pizzolato también dice que se está pidiendo que se contrate a personal titulado en todas las clínicas y para todos los turnos, en lugar de usar a los pasantes para llenar estos espacios. Otra demanda es que se reduzca el tiempo de servicios social. “Los médicos hacemos un año de servicio cuando en todas las otras profesiones solo dura seis meses”.
Una petición más es el aumento en las becas, que van de los 2 mil 200 a los 3 mil 500 al mes, dependiendo de que tan alejada y marginada esté la comunidad donde se realiza la pasantía.
“Lo que se les está pidiendo a los médicos pasantes es que elaboren un pliego petitorio por estado y lo lleven a las autoridades educativas y de salud. A nivel federal pretendemos contactar con la Secretaría de Salud, ya con todas las exigencias recabadas, también con la Secretaría de Educación y con el poder legislativo para que se inicien los procesos necesarios para mejorar las pasantías”, precisa Pizzolato.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: ANDREA VEGA.
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