Pueblos de Oaxaca exigieron al Estado mexicano la prohibición del uso de agrotóxicos, no sólo del glifosato, y del cultivo de transgénicos en sus territorios y en todo el país, en el marco del Día Estatal en Defensa del Maíz Nativo, el pasado 29 de septiembre.
Reunidos en el Espacio Estatal en Defensa del Maíz Nativo de Oaxaca, los pueblos recordaron que los agrotóxicos han causado muertes en comunidades humanas, animales, vegetales y de hongos, y que en particular en comunidades oaxaqueñas los campesinos «se han ilusionado por la productividad y los resultados rápidos pero peligrosos».
Por otra parte, destacaron que los cultivos de maíz y otras semillas transgéncias deterioran las tierras por el manejo agroindustrial que les dan, «al mismo tiempo que las envenenan con glifosato, el herbicida asociado a estos cultivos por la transnacional semillera Monsanto, hoy Bayer».
El Espacio Estatal señaló que el Estado, en lugar de promover el uso de agrotóxicos y organismos genéticamente modificados en los campos, debería apoyar las iniciativas autónomas de campesinos y organizaciones para hacer producir la tierra conforme a los saberes ancestrales y las innovaciones derivadas del intercambio comunitario.
«El maíz aparece en muchas de las historias de nuestros pueblos como un elemento que teje la vida, desgraciadamente día con día se han ido perdiendo esas raíces que nos vinculan a la tierra debido a un sistema que ha desvalorizado lo que representa la vida», señaló en el Día Estatal en Defensa del Maíz Nativo.
Sin embargo, celebró que muchos pueblos de Oaxaca continúan con la práctica de «innumerables y variados rituales asociados con el maíz, que expresan y celebran la cultura propia y cumplen funciones específicas en la vida cotidiana, en las labores agrícolas y en la relación con la Naturaleza».
Comunicado:
La cotidianidad de nuestros pueblos en Oaxaca esta ligada a nuestra manera de ser, de pensar y de actuar. Nuestro territorio, nuestros bienes y las ideas que son de nuestros pueblos se vuelven parte de nuestra vida cuando las compartimos con las otras o con los otros, así como se ha compartido el maíz durante miles de años a lo largo y ancho de Oaxaca y de muchos territorios del mundo.
Nuestra cultura se construye día a día en nuestro caminar tomando en cuenta diferentes aspectos que conforman nuestra vida relacionada a lo que sembramos, lo que comemos, nuestras lenguas, nuestras formas de relacionarnos, nuestras formas de organizarnos y nuestra espiritualidad que se siente, piensa y vive en cada pueblo. En todos estos ámbitos está presente el maíz de distintas formas y desde hace muchos años como cuentan nuestras abuelas y nuestros abuelos hasta el día de hoy.
El maíz aparece en muchas de las historias de nuestros pueblos como un elemento que teje la vida, desgraciadamente día con día se han ido perdiendo esas raíces que nos vinculan a la tierra debido a un sistema que ha desvalorizado lo que representa la vida vinculada a la tierra y la producción de los alimentos a nivel comunitario, impulsado por los grandes agronegocios vinculados a lo poderes políticos que están ligados a un sistema capitalista que pretende fortalecer la agricultura industrial con sus propuestas tecnológicas como la modificación genética de las semillas, que rompen el ciclo natural de la vida y pretende controlarla a través de esos alimentos.
Los últimos tiempos han sido difíciles debido al deterioro de nuestra salud muy ligado a el cambio en nuestros hábitos alimenticios, la destrucción de la naturaleza y la dependencia alimentaria, pero a su vez nos han brindado momentos de diálogo sobre lo que representa cultivar nuestros propios alimentos para tener salud y decidir qué valores queremos fortalecer para construir colectivamente una buena vida, en la que nos protejamos de las diversas pandemias, sabiendo que la salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino algo mucho más profundo que nos vincula como pueblos con la tierra, el agua, las plantas y con nuestros ancestros. Parte de nuestra esperanza es que hoy en día el 70% de los alimentos producidos en el mundo se deben al trabajo de pequeños productores que habitan miles de comunidades en todo el mundo.
Muchos pueblos de Oaxaca continúan practicando innumerables y variados rituales asociados con el maíz, que expresan y celebran la cultura propia y cumplen funciones específicas en la vida cotidiana, en las labores agrícolas y en la relación con la Naturaleza. No podemos olvidar que por varios miles de años la comida de los pueblos se basó en el maíz, el frijol, la calabaza, la papa, el jitomate, el amaranto, la chía, el cacao, el maguey y la crianza de animales, ligada a diversas formas de vincularse a la tierra y generando una gran variedad de platillos y bebidas como los que vemos el día de hoy en la muestra gastronómica que exponemos.
Como pueblos tenemos el derecho a una vida digna y a tener tranquilidad en nuestros pueblos para que las nuevas generaciones tengan la oportunidad de disfrutar de esto tan maravilloso de lo que somos parte, como lo es el maíz. Nosotros tenemos nuestras propias formas de alimentarnos, de organizarnos, de relacionarnos, de vivir, de convivir, de aprender, de sanarnos y de comunicarnos que van más allá de políticas públicas basadas en el capital y que son ajenas a nuestra cotidianidad.
Nos pronunciamos a favor de la Defensa del Maíz Nativo de Oaxaca, para definir nuestras propias formas de vincularnos con lo que comemos, poniendo en el centro de la vida nuestros saberes comunitarios que de forma ancestral han estado vinculados al territorio y que nos permiten irnos transformando de acuerdo con nuestras propias maneras y en nuestros propios tiempos.
Demandamos al Estado:
La prohibición de los agrotóxicos en general y no solo del glifosato, ya que estos venenos han causado muertes en comunidades humanas, animales, vegetales y de hongos en todo el planeta y en particular en comunidades oaxaqueñas que se han ilusionado por la productividad y los resultados rápidos pero peligrosos.
La prohibición de todos los cultivos transgénicos en el país, no solo del maíz, ya que al cultivarlos se deterioran las tierras por el manejo agroindustrial que les dan, al mismo tiempo que las envenenan con glifosato, el herbicida asociado a estos cultivos por la transnacional semillera Monsanto, hoy Bayer.
El apoyo a las iniciativas autónomas de campesinos y organizaciones para hacer producir la tierra como nos enseñaron nuestros ancestros, así como con las innovaciones que se van generando en las propias comunidades por los retos que enfrentan y que no dejan de lado los elementos que constituyen la comunalidad.
AUTOR: REDACCIÓN.
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