Un poco demacrado y con el cabello cano, pero con energía, es como Israel Vallarta Cisneros se encuentra hoy dentro del penal del Altiplano, desde donde espera la resolución judicial que finalmente le dé la libertad o modifique su medida cautelar tras casi 17 años preso sin tener una sentencia.
“Por muchos años he sido testigo mudo queriendo gritar y decir la verdad. No la verdad de la policía, no la verdad de las víctimas, las que lo sean o las que no lo sean, sino la verdad que existe y no me lo han permitido decir: mi verdad. Yo el secuestrador, el delincuente, esa escoria de la sociedad, como me han manejado allá afuera”, dice Vallarta, en una conversación a la que Animal Político tuvo acceso.
Se trata de la primera vez en años en la que periodistas logran acceder a una imagen clara de Vallarta, quien lleva el cabello corto y viste un uniforme color caqui. En diciembre de 2005, su imagen fue transmitida a nivel nacional junto con la de la ciudadana francesa Florence Cassez, luego de que ambos fueran detenidos acusados de secuestro.
“Hoy, a casi 17 años, yo ya perdí todo”, asegura Vallarta, quien también afirma que está listo para lo que venga, “ya sea una sentencia absolutoria, condenatoria, un cambio de medida cautelar”.
“Ya estoy preparado para eso. No pasa nada”, insiste.
El caso Cassez-Vallarta
El 8 de diciembre de 2005, la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI), entonces encabezada por Genaro García Luna y con Luis Cárdenas Palomino como uno de sus hombres más cercanos, desplegó un operativo en el rancho Las Chinitas que derivó en la detención de Vallarta y Cassez. Ambos fueron señalados como presuntos líderes de una banda de secuestradores identificada como Los Zodiaco.
No obstante, la noticia se dio a conocer hasta la mañana siguiente, cuando la AFI recreó el arresto frente a las cámaras de las principales televisoras del país: Televisa y TV Azteca. Los noticiarios de ambas empresas transmitieron el montaje en tiempo real, un elemento que, junto con la tortura, años después fue tomado en cuenta por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para determinar que hubo violaciones al debido proceso y ordenar la liberación de Cassez, no así la de Vallarta.
Durante 17 años, el caso ha atraído tanta atención que en agosto pasado la productora Netflix lanzó la docuserie El caso Cassez-Vallarta: Una novela criminal, que reconstruye los hechos, revive el conflicto diplomático que motivaron entre México y Francia y da voz a casi todos sus actores. Pero uno de aquellos que no dan su testimonio es precisamente Vallarta, a quien los realizadores no logran contactar.
“A mí nunca se me pidió mi opinión ni mi autorización ni para publicar mi historia, ni para sacar mi nombre, mi imagen y la de mi familia. Y todo mundo ha hecho una fortuna alrededor de mí. Pero eso no me preocupa, ni siquiera es lo que estoy buscando. Jamás he preguntado siquiera cuánto podría yo ganar. Mi búsqueda es la verdad, es la justicia, eso es lo que he estado buscando desde hace muchos años. Lo demás vendrá y si no viene no me importa”, dice al respecto.
En marzo de 2019, su defensa legal acudió al Comité Contra la Tortura de la ONU (CAT), que emitió recomendaciones en el caso antes de realizar un pronunciamiento de fondo, en el que sus abogados esperan que se pida su liberación.
“Recibí una copia de la contestación que dio el Alto Comisionado (de la ONU), en donde se recomienda al Estado mexicano que se dé una preservación a mis derechos, mi seguridad psicológica y médica, atendiendo que no se fuera a dar el caso de una (represalia) por haber denunciado el hecho”, expone Vallarta.
—¿Y estás viviendo este tipo de represalias? —se le pregunta en la conversación.
—Sí ha habido represalias, pero no nada más es de hoy. Yo desde el primer momento, el 12 de febrero de 2006, hice mi primera denuncia ante la Dirección General de Delitos Cometidos por Servidores Públicos de la PGR en ese entonces (…) En mi declaración preparatoria, ahí narro de manera parcial lo que yo sufrí y hago la denuncia de la tortura, pero por la cual nunca hizo nada al respecto la titular del juzgado.
Afirma que en noviembre de 2020, en el penal 17 de Michoacán, donde estuvo preso, sufrió “represalias físicas y psicológicas” de parte del director del lugar.
“En noviembre me sacaron de ahí del penal siete horas encadenado de pies y manos. No me llevaron a ningún lugar, me trajeron golpeando… no con personas sino con el vehículo (cuando) se frenaba, se arrancaba. Me caí dos o tres veces del asiento. Total que no llegamos a ningún lugar. Siete horas después sin comer, sin tomar agua, sin haber ido al baño, me abren la puerta y todavía se ríen y me dijeron que cómo había sido el día”, relata.
A decir de Vallarta, en el Altiplano ha vivido situaciones similares, mientras que Luis Cárdenas Palomino, expolicía detenido precisamente por cargos de tortura contra varios integrantes de la familia Vallarta, tiene “trato preferencial”.
Cambio de medida cautelar, en manos de la GN
En 2022, la defensa de Vallarta ha intentado conseguir una audiencia de revisión de medida cautelar, para que un juez federal decida si le cambia la prisión preventiva por otra medida como prisión domiciliaria o uso de un brazalete electrónico.
Fuentes cercanas al caso mencionan que el cambio de medida cautelar está en manos de la Guardia Nacional, pues de esta depende la Unidad de Medidas Cautelares (Umeca), órgano que debe evaluar si existe riesgo de fuga.
La defensa de Vallarta sostiene que debería ya recibir el cambio de medida cautelar, considerando que ha pasado mucho tiempo detenido sin recibir una sentencia, pero reconoce que enfrenta dificultades. Por ejemplo, al no tener domicilio propio, no puede acreditar arraigo en la CDMX, paso fundamental para conseguir la aprobación de las autoridades.
“Hoy, a casi 17 años, yo ya perdí todo. Dentro del argumento que tuve casas, departamentos y eso, todos estos años eso se ha acabado. Entonces, yo si ahorita me dieran el cambio de medida cautelar, yo me tengo que ir a quedar debajo de un puente vehicular porque no tengo dónde vivir. Sí tengo hermanos y todo, pero yo no tengo un lugar mío”, dice Vallarta.
Su otra “esperanza” es el cierre de instrucción, etapa que forma parte del viejo sistema de justicia penal, en la que las partes deben presentar todas sus pruebas antes de pasar al juicio. Esto no ha ocurrido debido a que tanto Vallarta como la fiscalía han seguido interponiendo recursos.
Israel Vallarta aboga por su hermano
Vallarta no solo habla de su caso. También se refiere al de su hermano Mario, quien de igual forma está en el Altiplano porque las autoridades lo señalaron como un presunto integrante del grupo Los Vallarta.
“El caso de mi hermano también es relevante. Se dio precisamente en la coyuntura del abuso de autoridad y tortura de la que fuimos (víctimas) en el 2005”, dice.
Debido a que la causa penal de Mario es distinta, no puede llevar su litigio de la misma forma que él.
En ese contexto, Vallarta denuncia que desde hace varios meses existe una consigna por la que las autoridades no permiten que él y su hermano estén juntos, hablen o coincidan dentro de la prisión.
“Sí nos afecta en lo psicológico bastante, porque pues tenemos una situación que aconteció con mi familia. Estar en este lugar nos priva de muchas posibilidades de comunicación al exterior”, argumenta Israel.
—¿Y cómo te encuentras actualmente? —se le pregunta.
—Pues ha sido una montaña rusa de emociones. Es la manera más concreta que puedo decir. Traigo una montaña de emociones por todos lados. Estoy preparado para lo que se venga. Ya sea una sentencia absolutoria, condenatoria, un cambio de medida cautelar. Ya estoy preparado para eso. No pasa nada —responde, e insiste en que quiere ayudar legalmente a su hermano.
En su caso, en diciembre próximo cumplirá 17 años privado de la libertad, mientras espera que su defensa en instancias nacionales o ante la propia ONU finalmente le dé resultados.
AUTOR: ALFREDO MAZA.
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