El lunes pasado se cumplió un año de que 10 adolescentes y un adulto —todos cortadores de aguacate— fueron torturados y asesinados a balazos en un predio de las afueras de la comunidad de Tarecuato, en el municipio de Tangamandapio, Michoacán.
Ahora, esas víctimas son recordadas en estas fechas, pero sus familias siguen sin conocer la justicia porque los principales responsables permanecen libres.
El día del crimen, como en cualquier jornada laboral, desde temprana hora la cuadrilla de cortadores se fue a la huerta de aguacate.
Al terminar, decidieron ir a recolectar panales para adornar las ofrendas con las que en esa comunidad indígena se recuerda a los difuntos.
En el predio conocido como Los Lavaderos, el grupo fue sorprendido por hombres armados que les dispararon desde diferentes puntos del cerro.
Tras quedar heridos, los 10 adolescentes y el adulto fueron golpeados, torturados y asesinados con un “tiro de gracia”.
Sus cuerpos quedaron tendidos en el piso, detrás de la camioneta y de una bicicleta en las que se habían trasladado para ir a recolectar los panales.
Una de las víctimas fue José Luis Manzo Amezcua, de 17 años. Jugaba futbol en sus ratos libres, era apegado a su familia y no se metía en problemas, recuerdan sus familiares.
Para Virginia Amezcua Álvarez, su madre, era un adolescente introvertido y sin vicios. No se iba de fiesta ni llegaba después de su hora de salida del trabajo.
“Siempre venía temprano de su trabajo. Era responsable de llegar a su casa y, ese día, a mí nadie me había venido a avisar (del crimen). Yo me enteré por medio del Facebook”.
“Ya cuando subieron las fotos, yo luego luego reconocí el carro, reconocí pues allá a mi hijo”, narra la madre con la voz quebrada.
Virginia describe con dolor cómo se encontraba su hijo cuando hicieron el reconocimiento del cadáver en el Servicio Médico Forense: “Estaba reventado (de la frente) y en el pecho estaba quebrado, en las piernas tenía dos balazos, aquí en el cuerpo (en el abdomen) tenía cuatro balazos y en la parte de la mano, las tenía quebradas”.
Entonces, lo primero que hizo fue preguntarse por qué sucedió el crimen: “Yo nunca vi nada malo de mi muchacho y nunca me llegó borracho para decir que él andaba de borracho, nunca. Era un niño que nada más se la pasaba aquí en la casa y jugando, cuando salía de trabajar”.
José Luis estudiaba la secundaria abierta, pero la pandemia de COVID-19 hizo que su escuela cerrara las puertas. Por ello, decidió trabajar en el corte de aguacate.
“Él me decía que ya quería acabar la secundaria, porque quería ser militar y ese era uno de los requisitos. Ya cuando comenzó a trabajar, quería cumplir los 18 para sacar su pasaporte, su visa e irse a Estados Unidos”, relata Virginia.
La mujer, como otros deudos, recrimina que la fiscalía, encargada de la investigación, les ha ignorado desde hace meses y que, cuando han intentado acercarse a la autoridad, esta los evade.
“¿Y qué pasó entonces con eso? ¿Por qué no siguieron investigando? Queremos que hagan justicia por ellos, pues no es justo que dejen así nomás ese caso, donde murió pura gente inocente”, subraya.
Los presuntos responsables, libres
Once días después de esa masacre, la Fiscalía General de Michoacán dio a conocer que tenía identificados a los dos principales responsables del multihomicidio.
Se trata de Julio César Fajardo Bárcenas y de José Herrera Nolasco, ‘el Barquillo’, por quienes la fiscalía ofreció 100 mil pesos de recompensa —cada uno— a quien proporcionara información que ayudara a su captura.
Pero a la fecha, ninguno de estos sospechosos ha sido detenido, algo que Severiano Cayetano Manzo, secretario del Consejo de Administración de Tarecuato, atribuye a una “nula” actuación de la fiscalía.
“No es posible que, a un año de lo ocurrido, no se tenga claro qué fue lo que sucedió y por qué no han caído los verdaderos responsables de este hecho que enlutó a nuestro pueblo”, dice.
Severiano Cayetano Manzo asegura que Tarecuato ya no volvió a ser igual; que su calles están llenas de luto, tristeza y frustración al saber que, hasta este momento, las víctimas y sus familias aún no reciben justicia.
“Hace un año, Tarecuato se murió junto con esas 11 víctimas, pero hoy, Tarecuato busca volver a vivir”, dice Luis Fernando Pablo Trinidad, habitante del lugar.
Desde el crimen, el Ejército instaló una base en la zona, algo que, de acuerdo con Luis Fernando, ha ayudado a que se perciba un poco más de seguridad.
Pese a ello, esta comunidad de Michoacán cercana a Jalisco aún espera justicia por las personas asesinadas y que los hechos de violencia no vuelvan a repetirse.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: CARLOS ARRIETA.
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