Andrés Manuel López Obrador dejó su investidura de presidente en Palacio Nacional, o al menos eso quiso aparentar. Salió por la puerta de la calle de la Moneda cubriéndose con el paraguas que él sostenía ante la inclemencia de una copiosa lluvia en la Ciudad de México, dando la impresión de valerse por sí mismo. Vigilado de cerca por su seguridad, apareció en el video como quiso: un ciudadano más, sin miedo, pese a que el Palacio Nacional está harto protegido, caminando por la ciudad, aunque solo unos cuantos metros, para reunirse con compañeros de lucha, dirigentes de Morena, gobernadores y miembros de su gabinete, para reflexionar sobre el futuro, las elecciones del 2024 para sucederlo en el cargo, de las cuales ha tomado las riendas, evidentemente.
A menos que haya reporteros de guardia cubriendo las 24 horas las puertas de Palacio Nacional, todo parece indicar que, como una movida más del presidente, se montó un espectáculo político en el cual algunos fueron alertados de la salida del mandatario nacional para cenar en un emergente cónclave morenista.
Lo que el presidente dio a entender con esa acción es que se consagra como el Primer Morenista del país, y es quien dicta la forma para definir el futuro inmediato de su partido en las elecciones por venir, acabando con la presunta sana distancia que tenía del partido.
La lectura más importante para el oficialismo es que ante la ausencia de una línea en torno a la figura de Mario Delgado, el todavía dirigente nacional de Morena, el presidente López Obrador marcó la pauta y dio el banderazo de salida para la contienda interna en la que su partido sí irá acompañado del PT y del PVEM.
A diferencia del cónclave morenista para, al más puro estilo salinista decir que “no se hagan bolas”, en la oposición coaligada en PRI, PAN y PRD, el mismo lunes salieron, pero a marcar distancias, amenazar, señalar villanos, encontrar culpables de la derrota, y “salir unidos” en la lona electoral, para “ganar” el 2024. Patéticas las actitudes de los liderazgos nacionales de los partidos de Va por México que, en lugar de aprender una lección del descalabro electoral, con mucha soberbia aparecen para decir, después de deslindar culpas y eximirse de las mismas, que no hay cambios, que todo seguirá igual, y así, desde la lona política, pretenden convencer que están en posición de ganarle al partido en el poder, cuando en la práctica evidente, poco han hecho para lograrlo, y los resultados ahí están.
El PRD no solo está a punto de perder el registro local en los dos estados, Coahuila y el Edomex, el PAN registró los mínimos de votos en ambas entidades en comparación con elecciones anteriores, y el PRI, perdió su principal bastión, el Estado de México, y al haber ganado con un candidato de coalición en Coahuila, ya no gobierna ni un solo estado en el País. Las tres derrotas se suman en la alianza que, sin cambios y sin aprendizaje del domingo 4 de junio, pretende ganar en el 24.
Desde la unión de los tres partidos antes adversarios políticos, la constante ha sido la derrota. A partir del 2018 el mapa electoral en México se ha ido pintando de guinda, dejando rezagado el azul y de plano sacando de la fotografía al tricolor, sin dejar de mencionar que el partido del sol azteca es prácticamente inexistente. La estrategia de Va por México ha sido fallida. Con flashazos como los triunfos en diversas alcaldías de la Ciudad de México, y muy pocos Estados, la suma de sus votos no se traduce en una amenaza para el partido en el poder que acapara desde el oficialismo gubernamental, votos con programas sociales (como antes lo hicieron los tricolores y posteriormente los azules).
Los aliancistas no han aprendido nada, al menos no lo parece en sus dichos y presencia pública, ponderan la soberbia en la derrota por encima de la humildad en el triunfo; en Coahuila, donde podrían festejar, la realidad es que Morena dejó descobijado (como acusan en el caso Alfredo del Mazo-Alejandra del Moral) a su candidato, Armando Guadiana, y no fue en alianza, la que dividió el voto, sino la “ruptura” entre los tres partidos de apoyo al presidente. De lo cual López Obrador acusa recibo y actúa en consecuencia, por eso el llamado a la unidad, a la no traición, y a ir de la mano con PT y PVEM.
PRI, PAN y PRD, no parecen haber aprendido nada de la histórica derrota en el Estado de México, lo que más aprovechan del desastre electoral, es que perdieron, pero no por el amplio margen que se pronosticaba, sino solo por 8 puntos. El consuelo de muchos… perdieron, pero para ellos, ganaron al remontar en los últimos días su candidata. De ese calibre la ausencia de realidad en Va por México.
Es un hecho que el voto anti AMLO que tanto promueven no les ha sido favorable, ni suficiente para ganar elecciones, como también lo es, que el acompañamiento de la sociedad civil en causas como la defensa del INE, o de la Corte, no se traduce en votos para la oposición, cuanto más representa un apoyo ciudadano hacia las instituciones que tanto desprecia el presidente de la República y fustiga desde Palacio Nacional.
Aunque pocos les creen los festejos victoriosos ante la derrota en el Edomex, la oposición finge y se agencia las posiciones partidistas cuando pierden los estados, las cámaras o los municipios. Están aprendiendo a vivir de pluris y representación, lo cual no ven como un método de supervivencia y democracia política, sino como una parcela de poder político para seguir liderando a los partidos de oposición hacia la derrota.
Sin aprender lecciones, sin humildad para reconocer los errores, las fallas en la estrategia, la ausencia de liderazgos, la alianza Va por México no está pavimentan el camino para triunfo, sino cavando su derrota.
PRI, PAN y PRD se metieron en un brete del cual no saben cómo salir, si se dividen nuevamente pierden, si siguen unidos, también. La renuncia de los tres liderazgos partidistas, luego de la derrota en el Estado de México, sigue pendiente. No se dan cuenta que unidos no llegan a buen puerto, y se aferran a las dirigencias más como una tabla de salvación personal que como un arca para unir a la oposición y subir a la sociedad.
Así, entre el montaje presidencial para tomar las riendas de la selección de candidato de Morena, y el deslinde de culpas de la oposición con el festejo de la derrota, es México el que se encamina al fracaso.
FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: ADELA NAVARRO BELLO.
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