Ejecutados. Es la palabra con el cual Jesús Antonio describe lo que le hicieron a su hijo y su acompañante. Tiene la certeza de que fueron elementos de la Secretaría de Marina (Semar).
Esto pasó el 11 de julio en las inmediaciones de la comunidad de donde son originarios, Villa Juárez, Navolato, a unos 30 kilómetros de la capital de Sinaloa.
Los ejecutaron, insiste Jesús Antonio. Es enfermero de profesión. Junto a un reconocimiento que le otorgó por su labor el Sindicato de Trabajadores del Seguro Social (SNTSS) está un altar de su hijo y una figura de San Judas Tadeo. La fotografía, unas frituras mixtas y una coca cola. “Eso llevaba de lonche mientras volvía para comer”, acota Claudia Gastélum, madre del joven asesinado.
Su hijo llevaba por nombre Jesús Antonio y lo acompañaba en el momento de los hechos Jorge Daniel.
El matrimonio está reunido en la pequeña sala y apenas miran hacia la esquina en donde levantaron un altar. A su hijo le dieron un tiro en la cabeza y otro par al costado del pecho y en una pierna. Lo ejecutaron, insiste Jesús Antonio.
Su acompañante, Jorge Daniel, salvó la vida de milagro. Jesús Antonio es enfermero y conoce de anatomía humana. Y lo explica: “Le dieron un tiro a la altura del maxilar inferior y otro en el ojo”. Es en extremo específico con la ubicación de los disparos, como si los estuviera viendo: “De milagro se salvó, yo creo que lo dieron por muerto y por eso lo dejaron ahí”.
Los disparos atravesaron el rostro de Jorge Daniel y sus agresores dejaron su cuerpo abandonado entre el monte.
La versión que se manejó en medios de comunicación locales sobre el hecho señala que los jóvenes fueron atacados por hombres con uniformes similares a la Marina, y que por el sitio circularon vehículos con esas características.
La autoridad no hizo pronunciamiento al respecto, pero la familia del joven asesinado y del sobreviviente del atentado tienen la certeza de que se trataba de efectivos de la Semar.
Proceso solicitó a personal de la Semar su versión sobre el tema, pero hasta el cierre de esta edición no había respondido los mensajes y llamadas efectuados para este propósito.
El pasado no se borra
Claudia Gastélum y Jesús Antonio Castro son un matrimonio típico de la comunidad de Villa Juárez. Ella es ama de casa y él labora como enfermero del IMSS.
Su hijo mayor, del mismo nombre de su padre, fue asesinado. Eso no es típico, es una injusticia, no es natural, dice Claudia. Entonces vuelve sus pensamientos a ese 11 de julio.
Era martes. Claudia describe que “el Toño”, como le decían a su hijo, desayunó y se fue. Regresó rápido a pedir sus tenis viejos. No quería ensuciar sus tenis blancos en las labores del campo. Eran como las 10:30 de la mañana y Claudia tendía ropa. Antes de que su hijo se marchara le lanzó un recordatorio: “No se te olvide que a la 1:30 vamos a ir a Culiacán a recoger los estudios de la niña”.
Luego el silencio. Respira hondo y explica que la niña es su nieta. Tiene dos años y cinco meses de edad y ese día le realizarían estudios en el Hospital Pediátrico en Culiacán.
Su pareja lo buscó alrededor del mediodía, pero no lo encontró. Entonces Claudia explica que ella se ofreció a acompañarla. “Si te animas a manejar nosotros vamos contigo”, explicó. No imaginó que no volvería a ver a su hijo.
Cuando venían de regreso a la altura del poblado las Ilusiones, su otro hijo se puso en contacto con ella preguntando si su hermano está desaparecido.
“Es que encontraron un cuerpo. Le llamaron por teléfono y le dijeron, en su licencia venía su nombre. Llegó mi hijo y me dijo ‘amá, creo que sí es’ y fue cuando se fueron él y mi esposo a ver el cuerpo… y sí, sí era.”.
Claudia tuvo que tomarse un respiro. Entonces reanuda Jesús Antonio. Él explica que se trasladó al lugar de los hechos junto a su otro hijo, una vez que fueron informados.
“Nosotros llegamos y no nos dejaron pasar, ya estaba acordonado todo. Inclusive ya tenía un tiempo ahí, tirado boca arriba, pegándole el sol. Mi hijo le dijo: ‘Oye, me quito la camisa para ir a ponérsela en la cara porque se le está quemando por el sol’. No lo dejaron porque según nadie puede pasar porque es una escena del crimen, y ya nos quedamos ahí”, dijo.
Ambos jóvenes circulaban a bordo de una motocicleta Italika de 125 centímetros cúbicos de cilindrada. Jorge Daniel traía consigo una bolsa de limones, a veces los vende y saca un dinero extra. Jesús Daniel conducía. De la moto no se sabe nada, está desaparecida.
“Dice que venían de Los Ángeles hacia acá para Villa Juárez, traían una bolsa de limones porque el muchacho vendía, mi hijo le dio raite y en eso los alcanzó la patrulla; los bajaron, los patearon y dice el muchacho que después de que los patearon a mi hijo le dispararon en la pierna, a él también lo patearon, le pusieron el pie en la cabeza y ya después a mi hijo lo mataron”.
La familia de “el Toño” explica que una persona que pasaba por el lugar vio los cuerpos y avisó a las autoridades. Una ambulancia llegó y fue así que Jorge Daniel salvó su vida. Durante su convalecencia escribió de su puño y letra una versión de los hechos.
“De hecho, aquí tengo el escrito”, explica Claudia y lo busca en su celular.
Eran elementos de la Marina Armada de México. Los ejecutó. Es la patrulla 606071.
Entre dos fuegos
A menudo circulan imágenes de grupos armados circulando por los alrededores de Villa Juárez. En más de una ocasión la carretera (“la 20”) que conduce a la sindicatura, ha sido escenario de encontronazos entre el crimen organizado y elementos de seguridad, o a veces incluso entre los mismos grupos. En medio los pobladores.
“No todos trabajamos en eso, oiga”, dice Jesús Antonio. Es enfermero. “Si yo le contara que he ayudado a mucha gente, la gente aquí en el pueblo me conoce por lo que hago”, dice.
Villa Juárez apareció en el mapa en 2017, cuando grupos armados fueron videograbados enfrentándose entre sí. La gasolinera en la entrada de la carretera “la 20” fue refugio de personas que transitaban por el lugar. Bloqueos, disparos, ataques. Los gritos de agáchate, no te asomes, todo quedó registrado en videos que circularon en redes sociales. Después de esos eventos, el sitio quedó bajo el estigma del narco.
“Pero no todos trabajamos en eso, hay más gente que no tiene nada qué ver con eso, aquí viene mucha gente a trabajar en el campo, todo el año hay trabajo, muchacho”, explica Claudia.
Su hijo era de esas personas. Trabaja en el campo y dejó una niña huérfana de poco más de dos años. Y tanto Claudia como Jesús Antonio coinciden en los mismo: fue asesinado por la Marina.
Jorge Daniel logró sobrevivir. Los dos disparos en su rostro lo dejaron lastimado para siempre. No puede hablar. Sus ideas las comunica con señales y se apoya en una hoja en donde escribe. Y explica que sí fueron marinos y sí se trató de una ejecución extrajudicial.
Tiene el apoyo de la activista Delia Quiroa, quien se trasladó desde Tamaulipas. Ella es vocera de la Unión de Colectivos de Madres Buscadoras en ese estado, y desde que su hermano Roberto desapareció en 2014, ha consagrado su vida a los derechos humanos.
“Es una ejecución extrajudicial, considerados crímenes graves de lesa humanidad; entonces los marinos encontraron a Jesús y a Jorge y sólo por el hecho de ir en una moto se les fueron encima. Los hicieron correr, les aventaron tiro y al final les dieron el tiro de gracia pisándoles la cabeza”, explica.
Esa versión es la que, como puede, comparte Jorge Daniel.
“Entonces nosotros le exigimos al presidente López Obrador justicia, tenemos conocimiento que son cuatro marinos y tres fueron los que los agraviaron principalmente, el otro se quedó arriba de la camioneta, entonces necesitamos que el presidente ordene una investigación exhaustiva”, añade Delia Quiroa.
En el sector que circunda Villa Juárez operativos han incautado domicilios con armas y drogas y patrullas clonadas.
El 4 de julio hubo un despliegue del grupo Élite de la Policía Estatal Preventiva (PEP) y elementos del Ejército en un par de comunidades cercanas, en Villa Ángel Flores “La Palma” y el Tamarindo. Ambas son comunidades muy cercanas, vecinas. Ahí aseguraron nueve vehículos, entre ellos una patrulla clonada de la Guardia Nacional y otra de la Semar.
El despliegue se realizó debido al reporte de grupos armados en el sector, que realizaron bloqueos, lo que detonó la movilización de fuerzas estatales y federales de seguridad. Pero no hubo detenidos.
Un operativo más se realizó el 24 de julio, pero en el mismo Villa Juárez y tampoco hubo detenidos. Por ello, surgió la pregunta de si los ejecutores de Jesús Antonio y Jorge Daniel son falsos marinos. Pero esta versión se cae, según explica Delia Quiroa:
“Sí, definitivamente son marinos. Hay testigos que vieron, que pasaron por el lugar y que pasaron por el lugar cuando estaba pasando esto, todo se está integrando en una carpeta de investigación, pero también necesitamos que esa carpeta sea atraída por la Federación y que se investigue a nivel federal porque son servidores públicos federales”, explica.
Esta versión la comparten testimonios que la familia de Jesús Daniel recibió de vecinos del sector. El mismo Jorge Daniel, sin poder hablar, lo confirma.
El caso está siendo investigado como homicidio doloso por la Fiscalía General de Sinaloa, pero las familias de las víctimas insisten en que debe ser la Federación el que se encargue de ello. Y hasta el momento no ha habido pronunciamiento de ninguna autoridad de ese nivel, ni de la Semar ni del gobierno federal, sólo unos visitadores de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Nada más.
Mientras tanto, Claudia vive de recuerdos. En su celular mira los videos de su hijo. Muestra uno donde cabalga un caballo junto a su nieta. Otro donde está jugando una broma en la iglesia y luego otro donde hace muecas a la cámara.
“Lo más difícil –admite– es acostumbrarse a que ya no va a volver. Cada vez que escucho una moto me asomo para ver si es él, a veces lo espero a cenar y no llega, no va a llegar”.
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: AARÓN IBARRA.
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