viernes, 11 de agosto de 2023

La violencia de género del Presidente

La violencia de género no existe en el caso del hombre.

En los poquísimos hechos de violencia de una mujer hacia un hombre, particularmente dentro del hogar, se cataloga como violencia doméstica.

La razón de género en términos judiciales y legales, es a favor de la mujer y no de manera gratuita. La Ley establece que la violencia de género, sea en el ámbito público, político, privado, se da cuando se atenta contra la dignidad, la integridad, la vida, la psicología, el daño patrimonial de las mujeres.

Detrás de estos preceptos a favor de las mujeres, hay muchos años de violencia hacia ellas, de tratos denigrantes, abusivos, violaciones, golpes, inequidad salarial, injusticia laboral, calumnia y daño psicológico por el simple hecho de ser mujer, y, por tanto, merecedora de menos o del maltrato. De la cachetada como medida correctiva.

De hecho, en algún momento el hombre fue el paradigma de la humanidad, relegando el género femenino a un segundo y denigrante grado, hasta que, conquistadas las luchas feministas, el ser humano es indicativo de todos, sin razón de género, de preferencia sexual, condición o raza.

En México se ha avanzado en los derechos de las mujeres, aunque existe resistencia por parte de autoridades, de personas que manejan las instituciones, o de aquellos funcionarios que reparten el presupuesto. En el ámbito de la procuración de justicia, por ejemplo, todo crimen contra una mujer debe ser abordado de inicio como un feminicidio hasta que aplicados los protocolos se determine que no es así. Pero pocas fiscalías siguen este precepto en Ley, argumentan que no cuentan ni con recursos, ni con herramientas ni personal para abordarlos como legalmente corresponde.

En política, en la vida pública, suele ser común que se ataque a una mujer por su condición de género. Su vida privada se exhibe como no sucede con la de un hombre. Su éxito se justifica en razón de elucubraciones que arrebatan los méritos personales para imponer los favores por su condición de mujer. La calumnia, la difamación y la violencia psicológica por razón de género es algo que continúa sucediendo en esta esfera de manera sistemática, y con la utilización de las redes sociales.

De mediados de junio, cuando la política Xóchitl Gálvez definió su aspiración por la candidatura del bloque opositor a la Presidencia de la República en la elección de 2024, el primer mandatario Andrés Manuel López Obrador no ha dejado de mencionarla, atacarla, exhibirla, o por lo menos pretender hacerlo.

No sólo le quita el mérito de una carrera política hecha personalmente, al decir que es impuesta y manipulada por un hombre en la posición en que se encuentra; también exhibió la información financiera de sus empresas con entes públicos y privados, información que está en posesión de instituciones de gobierno por fines fiscales y no para difusión pública. También pretendió restarle el mérito de una carrera profesional al insinuar que su progreso financiero está basado en convenios con gobiernos encabezados por hombres que la favorecieron.

Aunque AMLO ha intentado justificar que se trata de un “debate”, no sucede lo mismo con los aspirantes varones. No ha mostrado los estados financieros de las empresas de Santiago Creel, o de Enrique de la Madrid, o de Silvano Aureoles, o de los propios como Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, Ricardo Monreal o Manuel Velasco. No es un debate cuando sólo se habla de una aspirante, y además es mujer.

Las referencias del Presidente no han sido tampoco hacia la aspirante a la candidatura opositora, Beatriz Paredes, y ni hablar de su protegida, Claudia Sheinbaum.

Primero el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación determinó que en por lo menos cuatro conferencias mañaneras, López Obrador emitió declaraciones y posicionamientos constitutivos de violencia política de género contra Xóchitl Gálvez.

Hace unos días, el juez Martín Santos Pérez concedió una suspensión provisional a favor de un juicio de amparo promovido por Gálvez después que AMLO hiciera pública la información financiera de sus empresas, y determinó que el Ejecutivo y otros funcionarios del Gobierno de la República deben abstenerse y cesar sus expresiones de malicia y discursos de odio contra la aspirante Gálvez.

Van dos apercibimientos para el Presidente, pero él no se da por enterado y continúa con su andanada de acusaciones contra Xóchitl, particularmente aquellas con las que intenta posicionarla como títere de hombres, por su condición de mujer.

Increíblemente en su defensa, el miércoles 9 de agosto, Andrés Manuel se preguntó en una mañanera si los señalamientos o posicionamientos públicos o políticos contra su persona no constituyen también violencia de género.

Dijo: “¿Y todo lo que me dicen a mí? ¿No hay violación de género, o el género es nada más femenino?”.

Increíble que el Presidente de la República, el primer mandatario, el titular del Poder Ejecutivo del país, se queje de violencia de género por las críticas hacia su gobierno, hacia sus acciones gubernamentales, hacia la forma de administrar los recursos del país.

Como político, funcionario y servidor público, el Presidente, como otros gobernantes, está sujeto al escrutinio público en razón de sus acciones, de sus políticas públicas, obras y declaraciones. Se supone es fiscalizado por el Poder Legislativo, por órganos de control, converge con los otros poderes cada uno en su autonomía y esfera.

El Presidente ejerce su poder desde la Silla del Águila, desde Palacio Nacional, y todos los días, salvo contadas excepciones, interpreta una diatriba contra quienes considera sus adversarios, sean políticos, intelectuales, periodistas, analistas, ciudadanos o, en el caso de Xóchitl Gálvez, aspirantes a la candidatura para sucederlo.

Y cuando uno de ellos, también en su derecho, decide emprender acciones legales como lo hizo la ingeniera, y tribunales y Juzgados determinan al mandatario  abstenerse de sus diatribas, entonces pretende que el hecho sea considerado como violencia de género hacia él o censura, como lo ha calificado también.

Increíble que en un país donde las mujeres padecen tanta violencia, donde el Presidente debe garantizar la seguridad de todos y todas, este hombre pretenda manipular la violencia por razón de género a su favor. Increíble tanta ignorancia de la Ley, de la historia, de las luchas sociales y de las mujeres, de parte de un Presidente que se jacta de ser juarista, pero no parece entender que el respeto al derecho ajeno es la paz.

FUENTE: SEMANARIO ZETA.
AUTOR: ADELA NAVARRO BELLO.

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