En un primer momento, los especialistas que observaron a través de imágenes satelitales los indicios de un derrame de petróleo en el Golfo de México pensaron que la fuga sólo duraría unos días. Eso no sucedió. El evento comenzó el 4 de julio del 2023 y una semana después el vertido continuaba activo y sin control. En ese entonces, los cálculos que hacían indicaban que la mancha de hidrocarburos ocupaba poco más de 400 kilómetros cuadrados.
“Lo que más nos preocupó fue el número de días, el tiempo de exposición fue muy largo. Se estuvo monitoreando aproximadamente unos 18 días”, narra Eduardo Cuevas, ecólogo, investigador del Instituto de Investigaciones Oceanológicas de la Universidad Autónoma de Baja California y especialista en monitoreo y detección de hidrocarburos en la superficie del mar.
Se detectan primeros indicios de derrame en Ek Balam Tango Alpha el 4 de julio y de forma claramente visible el 6 de julio. Pemex confirma esta fecha como inicio de derrame en su comunicación del 26 de julio. Imagen: Guillermo Tamburini Beliveau
El derrame que, de acuerdo con la información que en su momento difundió Petróleos Mexicanos (Pemex), comenzó entre el 3 y 4 de julio y se logró contener hasta el 22 del mismo mes, puede traer consecuencias ecológicas todavía desconocidas, pero seguramente irreparables, coinciden especialistas, organizaciones y autoridades ambientales de Campeche.
Fue justo frente a las costas de este estado del sureste de México en donde se originó el derrame, en la plataforma Ek Balam Tango Alpha, propiedad de Pemex, que procesa el crudo de dos pozos productores. Se localiza a 95 kilómetros al noroeste de Ciudad del Carmen y funciona desde 1991 como parte del complejo petrolero Cantarell.
El derrame se conoció por una alerta emitida desde la sociedad civil y no por un aviso de las autoridades mexicanas. El 17 de julio, representantes de diversas organizaciones ambientalistas —Greenpeace, la Alianza Mexicana contra el Fracking, Iniciativa Climática de México, entre otras organizaciones— ofrecieron una conferencia de prensa para alertar que había un derrame en la misma zona donde, el viernes 7 de julio, se registró el incendio de la plataforma Nohoch-A, también propiedad de Pemex, en donde murieron dos personas y una más se reportó como desaparecida.
El vertido continúa sin control. Primera imagen de radar satelital del 12 de julio de 2023. Medición aproximada de 400 km². Imagen: Guillermo Tamburini Beliveau
Las imágenes satelitales que procesó el geógrafo Guillermo Tamburini y que sirvieron como base para la denuncia de las organizaciones, mostraban un derrame de crudo de considerable extensión. Hasta el 12 de julio ya se extendía por unos 400 kilómetros cuadrados, equivalente a más del doble del área que ocupa la ciudad de Guadalajara.
En un primer comunicado, emitido el 18 de julio como respuesta a la evidencia presentada, Pemex minimizó los hechos. La institución dijo que su fuga había sido únicamente de 58 metros cúbicos, es decir, el equivalente a 365 barriles de petróleo que habrían afectado un área estimada de 0.06 kilómetros cuadrados.
Sin embargo, el 22 de julio, expertos del Instituto de Geografía y del Laboratorio Nacional de Observación de la Tierra, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), confirmaron lo expuesto por las organizaciones. A través de imágenes de radar se descubrió que la fuga petrolera de Ek Balam, en efecto había alcanzado una extensión de 467 kilómetros cuadrados hasta el 12 de julio. La ruta de la mancha de petróleo sería hacia el este-noreste y eventualmente recalaría en las costas del Golfo, en Veracruz, Tamaulipas o Estados Unidos.
Para el 26 de julio, Pemex ofreció una conferencia en la que su director, Octavio Romero, afirmó que, cuando mucho, se habrían fugado 1 368 barriles de petróleo durante los 18 días que el derrame estuvo activo. Según el funcionario, el derrame ocurrió con la instalación de una nueva red de ductos para esta plataforma petrolera. Durante los trabajos, sostuvo el funcionario, los ductos viejos —con un tiempo de operación de 32 años— presentaron una fisura de siete centímetros de longitud “por efectos de la erosión” y aseguró que su tamaño era menor al de un bolígrafo.
Las organizaciones ambientalistas respondieron que las declaraciones de Pemex fueron contradictorias, preocupantes y con la “intención de negar hechos irrefutables y desatender los impactos que este tipo de desastres tienen en los ecosistemas marinos y en las comunidades que viven a lo largo de la costa del Golfo”.
Un mes después de que el derrame fue detectado por organizaciones no gubernamentales, el hidrocarburo ya se movió con las corrientes marinas. En ellas, ejemplifica Eduardo Cuevas, transitan las crías de diversas especies de tortugas marinas que actualmente están en plena temporada de anidación y eclosión en las costas mexicanas, por lo que la probabilidad de que esta fauna tenga interacción con el petróleo es muy alta.
El hidrocarburo también se hunde en el fondo marino, en donde se almacena una parte del dióxido de carbono (CO2), que es absorbido de la atmósfera. El fondo marino también es un importante hábitat de organismos como corales, esponjas, larvas de peces —como el sobreexplotado atún rojo del Atlántico (Thunnus thynnus)— y de crustáceos como el camarón rosado del Golfo de México (Farfantepenaeus duorarum).
“Siempre que no se reconozca que hubo una emergencia, todos los protocolos y recursos estarán detenidos. El petróleo se está yendo a ecosistemas profundos en donde, de manera usual, el hombre no conoce qué pasa. Todo se queda metido debajo del tapete y no lo vemos”, asevera el ecólogo Eduardo Cuevas.
Un ecosistema invaluable
El Golfo de México es un mar semicerrado. Según el Sistema de Información y Análisis Marino Costero (SIMAR), de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), posee una gran diversidad de hábitats y ecosistemas que incluyen estuarios, fondos blandos en aguas someras, fondos rocosos, comunidades arrecifales y una gran extensión de mar profundo que sostiene una amplia diversidad de especies, como aves, tortugas y mamíferos marinos.
Su riqueza no sólo es ecológica, también es vital en términos sociales y económicos. De allí se extrae el 56 % del petróleo del país, convirtiéndola en la región de mayor potencial petrolero, a la par que sostiene la pesca no sólo para grandes empresas, sino también para pequeñas comunidades. Tanto la industria petrolera, como la pesca de grandes dimensiones, son presiones que han vuelto particularmente vulnerable al Golfo de México.
“El golfo de México es una joya. La extracción de hidrocarburos, la presión que creamos por la pesca —particularmente, por sus malas prácticas— le dan esa comorbilidad al golfo; lo dejan ya muy sensible y, en algunos casos, casi al borde de un infarto. El tema de hidrocarburos nos tiene con los pelos de punta”, agrega Eduardo Cuevas.
Desde finales de julio y en los primeros días de agosto, manchas de petróleo comenzaron a mirarse en las costas de Tamaulipas, Campeche, Tabasco y Veracruz, estado en donde organizaciones como la Fundación Caretta MX —del municipio de Agua Dulce— ya han reportado la presencia de tortugas marinas muertas en sus playas.
“De abril a octubre es la temporada de anidación de tortugas en el Golfo de México. Durante todo ese tiempo están llegando las hembras a las playas y después de 45 días las crías salen al agua; las crías se mueven con las corrientes y el petróleo se mueve con las corrientes. La posibilidad y probabilidad de interacción es alta. Eso es parte de lo que se ha reportado a las autoridades, es un tema relevante”, explica Cuevas, quien también es especialista en quelonios marinos y su interacción con el petróleo.
Un ecocidio
Alexandro Brown Gantus, titular de la Fiscalía Especializada en Delitos en contra de Animales, el Ambiente y los Ecosistemas, de la Fiscalía General del Estado de Campeche, explicó en entrevista con Mongabay Latam que esta dependencia mantiene un monitoreo satelital constante del derrame. Eso les ha permitido observar que la mancha de hidrocarburos ya se movió hacia la zona costera, donde está afectando a la pesca ribereña y a las aves marinas.
La mayor preocupación, dice, es que el petróleo alcance las diez zonas de manglares identificadas por Conabio en la zona costera de Campeche.
“Estamos muy preocupados en la Fiscalía por los efectos ambientales inmediatos, como la muerte de fauna marina, que es irremediable. En nuestras costas tenemos grandes extensiones de manglares; que el petróleo llegue a ellos sería catastrófico, porque les causaría la asfixia y muerte inmediata. Este es un ecocidio que se tiene que atender a la brevedad, para contener de inmediato afectaciones mayores”, aseveró Brown Gantus.
Pedro Borges, biólogo experto en el manejo de la zona costero marina y perito de la Fiscalía Especializada, explica que ha sido complicado seguirle la huella al petróleo porque los satélites —de la NASA, Canadá, Unión Europea y Japón— tienen un margen de tres a cuatro días para mostrar imágenes, incluso hasta siete, cuando se trata de imágenes con mucho mayor detalle.
“También estamos monitoreando modelos de corrientes y de mareas, de oleaje, para visualizar hacia dónde es probable que se esté moviendo la mancha. Los reportes de alrededor de toda la zona costera del Golfo de México dicen que sí ha habido presencia en las costas de Campeche, Tabasco, Veracruz e incluso ha habido reportes en algunas zonas de Tamaulipas. La mancha ya se dispersó y eso dificulta enormemente tratar de contener el daño”, explica Borges.
El llamado a la seriedad
Desde el 2021, un grupo de 40 científicos adscritos a instituciones como el Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), el Instituto Superior de Centla, la UNAM, la Universidad Autónoma de Baja California y la Universidad Autónoma del Carmen —entre los que se encuentra Cuevas— han liderado el proyecto denominado “La desafiante coexistencia de los sistemas socio-ecológicos acoplados; las industrias de la pesca y petróleo en la Sonda de Campeche”, iniciativa financiada por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt).
A partir de entonces, los científicos han analizado más de 1 500 imágenes satelitales, con las que han emitido 36 reportes por sospecha de derrame que han hecho saber a las autoridades —como la Secretaría de Marina (Semar), la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp)— desde septiembre de 2022, para proveerles de información científica útil, lo más rápido posible, para su toma de decisiones. Su objetivo ha sido responder a diversas preguntas importantes para el uso sostenible de ese espacio marino en el Golfo de México.
Entre sus principales líneas de investigación, está detectar y monitorear la presencia de petróleo en la superficie del mar y así conocer las áreas y los períodos más frecuentes de este tipo de eventos. En caso de que estos sean originados por alguna actividad humana como plataformas petroleras, buques, ductos submarinos y pozos, se crea un mapa que muestra la ubicación de la mancha sospechosa y una interpretación con localización, características y nivel de certidumbre de que efectivamente se trata de un derrame de hidrocarburos.
“En el caso particular que observamos en julio, que tardó días emanando y del que constantemente veíamos la firma por varios satélites —porque no fue sólo uno y no pudo haber un error o una mala interpretación—, fue algo sui géneris, de lo más grande entre los eventos de estos últimos dos meses. Ha sido definitivamente de los vertimientos más grandes que hemos visto desde que venimos haciendo monitoreo”, aseguró Eduardo Cuevas.
Para inicios de 2024, el proyecto pretende lanzar un “Geoportal” en línea que constará de un mapa con toda la información recopilada en estos años, con datos como la ubicación de los ductos, las zonas de interacción entre pesca y petróleo, y evaluaciones de riesgo para pescadores.
La información que ha generado este y otros equipos de científicos mexicanos está disponible para las autoridades, sin embargo, no ha sido tomada en cuenta, aún cuando ha sido financiada por el propio gobierno de México, dice Eduardo Cuevas. Por el contrario, tanto los comunicados de Pemex como los propios discursos del presidente Andrés Manuel López Obrador han optado por minimizar las dimensiones del derrame y sus consecuencias.
“Hemos sido muy cuidadosos, venimos haciendo esto desde hace más de dos años, de manera sistemática. Lo que procuramos es darle la información a las autoridades y hacer equipo, juntando capacidades. Han hecho oídos sordos a la información que se presenta. La invitación es a sumar esfuerzos, a escuchar”, agrega Cuevas.
Frente a la presión que representa la explotación de hidrocarburos, el Golfo de México debe ser monitoreado para asegurar que su aprovechamiento no comprometa su integridad, dicen los especialistas en una reciente publicación a raíz del derrame.
“Hay información, aquí estamos y se está brindando. En el buen sentido de la frase: queremos que nos usen, que aprovechen la información y la infraestructura de distintas fuentes, para los mejores manejos y las mejores estrategias. Buscamos transparencia y seriedad, hay una invitación para el gobierno particularmente, pero también para la sociedad civil; aquí estamos para responder”.
AUTOR: REDACCIÓN/ASTRID ARELLANO.
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