A ocho días del impacto del huracán “Otis”, con vientos de 270 kilómetros por hora, en la costa de Guerrero, afectando a cinco municipios, entre ellos al puerto turístico de Acapulco, miles de guerrerenses se encuentran sin comida, sin trabajo, sin bienes, sin agua, devastados y sin recibir ayuda por parte de cualquier gobierno, sea municipal, estatal o federal.
En Coyuca de Benítez, a unas cuadras del palacio municipal, ya comienza a oler mal. Ni brigadistas, ni militares ni guardias nacionales han acudido a apoyarles para limpiar los escombros, desahogar las inundaciones, o proveerles lo esencial: alimento o agua. Nada.
Les han avisado que una tienda Coppel que se encuentra en la destruida ciudad, abrirá durante dos horas, para que los cuentahabientes puedan hacer retiros de dinero, provenientes ya sea de familiares en otros estados del País, o a manera de remesas enviadas desde el extranjero. Lo más que puede retirar cada persona son 3 mil pesos.
Con ese dinero, los damnificados se organizan. Hacen listas de los medicamentos y alimentos que requieren, y algunos, aquellos que pudieron salvar sus vehículos, emprenden el viaje a municipios cercanos y menos afectados, donde compran lo solicitado para regresar y entregar a cada familia su pedido.
El pueblo está aun inundado, quienes residen en la zona son aquellos que, en algún segundo piso, no lo perdieron todo. Entre ellos se apoyan, sobreviven con familiares o con amigos, mientras esperan que llegue la ayuda alimentaria y las brigadas para descombrar calles, avenidas y casas, de los desastres que dejó el huracán “Otis”. Se lamentan que, cuando tienen acceso a internet o energía eléctrica, que no ha sido reestablecida en la ciudad, se enteran que le dan prioridad a Acapulco. Se refieren a la atención federal y en el país, porque los acapulqueños también se quejan de desatención. Las miles de despensas que informa el presidente Andrés Manuel López Obrador han sido enviadas a Acapulco, no les llegan a todos, resultan insuficientes. Lo mismo el agua.
Una semana después de la tragedia, y a dos días de que el presidente dijera que a más tardar el martes 31 de octubre se reestablecería el servicio de energía eléctrica, el director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett sobrevoló el área de Acapulco en una avanzada para la visita del presidente López Obrador.
Supuestamente, los secretarios de Marina, de la Defensa, de Bienestar, de Seguridad, y la gobernadora Evelyn Salgado no se han movido de la zona de desastres, aunque el gobierno no ha informado cabalmente de cuántos kilómetros, ciudadanos y edificaciones se está hablando cuando se refiere a la zona de desastres.
La única estimación que se tiene de la zona de devastación es la proporcionada por el programa Copérnico, una iniciativa de la Comisión Europea con la Agencia Espacial Europea que utiliza más de 30 satélites para observar la Tierra con el fin de recabar información precisa para fortalecer las medidas en favor del medio ambiente.
El 25 de octubre, un día después de la entrada de “Otis” a las costas guerrerenses, Copérnico indicó, basado en imágenes satelitales, que había una zona inundada equivalente a 354 hectáreas que afectaba a un promedio de 180 mil personas, que los vientos habían alcanzado la velocidad de 270 kilómetros por hora, que habían afectado 51.5 kilómetros de carreteras y un área total de 2 mil 638 hectáreas de construcciones afectadas.
Desconociendo la información oficial que no es proporciona por las autoridades federales o de Guerrero, se calcula, en base a la población de los seis municipios considerados como zona de desastre natural (Acapulco, Tecpan de Galeana, Coyuca de Benítez, Atoyac de Álvarez, Benito Juárez, y Xalpatláhuac) poco más de 1 millón 30 mil personas vulneradas.
En uno de los estados más pobres y violentos del País, el presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo la oportunidad de demostrar que su gobierno “de la transformación” sí funciona en momentos de crisis, necesidad y emergencia, y la dejó pasar. En cambio, aprovecha para destilar odio, denostar personas y sectores, al tiempo que critica a quienes denuncian la falta de ayuda a la población guerrerense.
Efectivamente, a pesar de los dichos presidenciales, a ocho días de la tragedia del huracán “Otis”, la energía eléctrica no ha sido restablecida, no hay comida suficiente, no hay medicamentos, la inmensa mayoría de tiendas, mercados, expendios y demás negocios de venta de productos y alimentos han sido saqueados por los habitantes de estos municipios ante la falta de ayuda alimentaria por parte de la autoridad. También los bancos fueron saqueados, instituciones financieras calculan que fueron extraídos 7.3 millones de pesos de distintos bancos y cajeros automáticos.
La inseguridad se apoderó los primeros días después del paso del meteoro, cuando en medio de la desolación, la rapiña comenzó y con ello las afrentas. Ocho días después, los problemas de salud comienzas, la anegación de aguas y lodo están comenzando a provocar infecciones y enfermedades en regiones más allá de Acapulco que menos han recibido la atención debida.
El presidente, sin embargo, critica a quienes, desde la zona de desastres, exponen a través de testimonios, entrevistas, videos e imágenes, las terribles condiciones de devastación y falta de atención en la que se encuentran los ciudadanos guerrerenses. Justifica que eso lo hace la oposición, sus adversarios: “hay mucha desinformación, mucha politiquería, quieren utilizar esta desgracia con propósitos electorales nuestros opositores, que son muy viles, los conservadores, zopilotean, no les importa el dolor de la gente, lo que quieren es dañarnos, lo que quisieran es que hubiesen muchísimas muertes para culparnos y sacar ellos provecho”, justificó criticando sin aportar evidencia de la entrega de alimentos, de materiales, de las brigadas para limpiar las zonas de los seis municipios afectados.
Lo que más llamó la atención, es que, en su afán por siempre compararse con tiempos pasados, con gobiernos anteriores, el presidente declaró que “nos fue bien, por las razones que sea pues no nos fue tan mal”. Se refirió al huracán “Katrina” que devastó Nueva Orleans, Estados Unidos, en 2005, dejando más de mil 300 muertos. También un poco al huracán “Paulina” que, en 1997, impactó la costa guerrerense dejando más de 200 fallecidos.
Una cifra muy preliminar de 45 muertos y 47 desaparecidos (si consideramos como ciertas, honestas, vaya, las versiones oficiales de la FGE de Guerrero), significa para el presidente que “nos fue bien”. Sin considerar las pérdidas millonarias para el sector turístico, el gastronómico, el del entretenimiento y de los ciudadanos que lo perdieron todo, su casa, sus enseres domésticos, sus vehículos, sus plantaciones, todo.
En Coyuca de Benítez y en Tecpan de Galeana, el agua desbordada arrasó con todo. Paredes, techos, carros, árboles, animales, muebles, domésticos, alimentos, tinacos, todo se lo llevó a su paso, como sucedió en Acapulco, donde permanecen erguidos los esqueletos de lo que fueron edificios de condominios, complejos hoteleros, para el presidente eso significa “nos fue bien”, justificó en otra de sus diatribas diarias: “Las estructuras de acero y concreto se mantuvieron. ¿Qué fue lo que se destruyó? Pues vidrios, tablaroca, los techos de plafones, todo eso. Pero ayuda mucho ojalá y esta hipótesis sea válida, porque si se tiene estructura, se puede rápido reconstruir, lo mismo en el caso de las viviendas”.
A su desastrosa primera visita, a la que acudió en una unidad terrestre que se atascó en el lodazal y hubo de ser rescatada por personal de la SEDENA, que lo acompañó en un efímero viaje a pie, le sigue una segunda inspección por la zona de desastres una semana después de la tragedia. Cuando la gente tiene hambre, no tiene trabajo, no tiene nada, y apenas comienza a responder a un censo oficial en el que orgullosamente hablan de más de mil trabajadores “servidores de la nación”, para que más de un millón de habitantes les provean del recuento de los daños de cada quien.
“Hay dinero” dice el presidente López Obrador, “hay presupuesto”, “ya no es como antes”, tercia al tiempo que, de manera incongruente, pide al Poder Judicial que contribuya con los 15 mil millones de pesos de sus fideicomisos para apoyar a la devastada población de Guerrero.
¿Hay dinero o no hay dinero en el gobierno federal? Y ¿por qué se perdió la oportunidad (ya había perdido la oportunidad de evacuar previo al impacto) de apoyar a la población con seguridad, con agua, con alimentos, con brigadistas, para comenzar a levantarse de la tragedia de manera inmediata?
A ocho días del impacto de “Otis” los guerrerenses siguen esperando la ayuda material para alimentarse, para limpiar sus casas y sus calles e iniciar la reconstrucción. Sin embargo, lo que tienen es el abandono de un gobierno insensible y el discurso de odio de un presidente empecinado en negar una tragedia todavía incalculable, como si eso bastara para borrar la realidad de Guerrero que se ve en imágenes, que se escucha en gritos y llanto, que se padece en el hambre y se huele en un ambiente impregnado de necesidad, malestar y muerte.
FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: ADELA NAVARRO BELLO.
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