miércoles, 22 de mayo de 2024

3 banderas rojas… entre otras

“Por lo pronto, las tres banderas rojas de Sheinbaum son hombres, y están en su equipo con importantes posiciones en la toma de decisiones en un México golpeado como nunca por la violencia criminal”.

Ciertamente entre quienes aspiran a la presidencia de la República hay muchas banderas rojas. Sea por corrupción de partidos políticos como en el caso de Xóchitl Gálvez, por compadrazgos y gobierno tratándose de Jorge Álvarez, o de un equipo de trabajo denunciado harto por excesos como con Claudia Sheinbaum.

Aunque nadie se salva, es imposible no mencionar los casos de corrupción que se ligan a Alito Moreno o a Marko Cortez entre los lastres de Gálvez, o el gobernador de Nuevo León y la candidata a la alcaldía de Monterrey, Samuel García y Mariana Rodríguez -la verdadera pareja presidencial (se reparten gobierno y ayuntamiento) después de los Fox en los dosmiles- para Álvarez, donde el primero rifa una camioneta de lujo cuyo origen bien a bien no se conoce pero que rebasa el millón 400 mil pesos, mientras la segunda dominó la ideología de todo un partido con un “fosfo fosfo”; aunque los casos más llamativos de los últimos meses son los que rodean a la candidata del partido oficial, Claudia Sheinbaum.

Particularmente tres: Pedro Haces Barba, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, y Omar García Harfuch. El primero es el líder charro de la era presidencialista de Morena, el segundo es el abogado que traicionó a un Poder del Estado Mexicano en su ambición y la búsqueda de impunidad, y el tercero, un joven policía señalado de peligrosas compañías, emanado de las filas de Genaro Gatcía Luna  en los sexenios de Felipe Calderón Hinojosa, incrustado en los aparatos de seguridad fallidos de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.

Los tres hombres han opacado en las últimas semanas la candidatura y la campaña de la mujer que está en posibilidades de ser electa la primera presidenta de México. A los tres, Claudia Sheinbaum los ha defendido y minimizado los señalamientos que se les hacen.

Pedro Haces es desde hace quince años cuando la creó, líder sindical de la CATEM -Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México; ex priísta que creció con el ejemplo del sindicalismo tricolor, servil al gobierno y con la membresía de sindicalizados como moneda de cambio para entrar al círculo del poder presidencial. No es una práctica nueva, normalmente los sindicatos se entregan al poder, pero Haces utiliza hasta los términos tricolores para demostrar su entreguismo.

En 2018, a pocos días de la toma de posesión del presidente Andrés Manuel López Obrador, y propósito del incremento al aumento salarial, Haces Barba parafraseó a Emilio Azcárraga Milmo, el otrora líder de Televisa, en una de sus frases más icónicas como emblemáticas del servilismo de los medios de comunicación ante el titular del ejecutivo federal, cuando en una de sus alocuciones el apodado el Tigre dijo sobre él y Televisa: “Somos soldados del PRI y del presidente”. Pedro Haces hizo suya la zalamera frase al referir, “los trabajadores de México somos soldados del presidente de la República”, dirigiéndose a López Obrador.

Entregado al poder presidencial y bajo la premisa de la renovación en la presidencia, Pedro Haces entregó a Claudia Sheinbaum la CATEM cuando en marzo de este año, en una asamblea del sindicato, le levantó la mano en señal de triunfo a la candidata oficialista y le presentó los “10 mil comités de defensa laboral de la 4T”, cuando presumió que mil 192 organizaciones que integran su sindicato estaban al servicio de la abanderada morenista.

Haces es a Morena, lo que Fidel Velázquez fue al PRI. Un acarreador de sindicalizados, de “soldados del presidente” como él lo refirió. Y es también un hombre que se mueve en el lujo del sindicalismo mexicano y la impunidad. El día del arranque de la campaña de Sheinbaum, en el Zócalo de la Ciudad de México, de acuerdo al diputado del Verde, Jesús Sesma, el sindicalista lo amenazó de muerte frente a varios testigos, afrenta por la que presentó una denuncia, tanto pública a través de sus redes sociales, como formal ante las autoridades. Sobre el caso, notorio y mediático, Sheinbaum lo minimizó diciendo que había sido “un zafarrancho… ahí, una cuestión de palabras”.

Arturo Zaldívar renunció a su posición como Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación el 7 de noviembre de 2023, y al día siguiente, el 8 de noviembre, develaba que se iría a apoyar la campaña de Claudia Sheinbaum como candidata de Morena a la presidencia de la República. Desde entonces se le ha visto en reuniones, fotografías, paneles y en cuanto foro puede, apoyando a la candidata oficial y yendo contra el Poder Judicial que por algún tiempo tituló de manera formal.

Para muestra de su servilismo hacia el gobierno encabezado por Morena, fue el presidente Andrés Manuel López Obrador quien exhibió a Zaldívar cuando refirió que, con él, cuando presidía la Suprema Corte, podía acordar para que no dejara libres a ciertos personajes. Meses después, cuando en abril de este 2024, Zaldívar es denunciado por haber presionado a juzgadores, a través de su oficina y equipo de colaboradores, para que fallaron de una cierta forma en algunos asuntos judiciales, López Obrador, el primero en reconocer tal práctica, acusa que se trata de una “venganza política”.

El tema de la coerción de Zaldívar, al cual se han ido sumando testimonios de más juzgadores, incluso con audios, y que es una investigación ya en la Corte, le quitó el reflector a la candidata Claudia Sheinbaum en varios momentos de su campaña. A grado que, mientras abril la abanderada morenista dijo que Zaldívar seguiría en su equipo y que todo se trataba de un tema “político”, tanto en el último debate como en entrevistas posteriores, ha preferido ignorar el tema de Zaldívar, o guardando silencio o solicitando cambio de tema como lo hizo en el programa Tercer Grado. Al tiempo, las acusaciones contra el ex presidente de la Corte siguen firmes y en investigación.

El tercer hombre por el que Sheinbaum ha debido de interceder y dedicar tiempo y esfuerzo de su campaña política, es quien fue su secretario de seguridad, Omar García Harfuch. Policía, investigador y especialista en seguridad por decisión propia y herencia sanguínea, su abuelo fue el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional con el presidente Gustavo Díaz Ordaz.

El ancestro salió a relucir después del tercer debate presidencial en el cual Sheinbaum, siguiendo el ejemplo del presidente López Obrador, de culpar a los gobiernos del pasado, hizo mención de la matanza de Tlatelolco, olvidando, evidentemente, que fue el abuelo de García Harfuch, ciertamente en un gobierno priísta, quien encabezó aquella represión contra los estudiantes en la Ciudad de México.

García Harfuch, además, está en la conversación nacional debido al último libro de la periodista Anabel Hernández, donde narra las ligas de los cárteles de la droga, particularmente el de Sinaloa, con quienes ahora encabezan el gobierno de la República, y el propio ex secretario de seguridad de la Ciudad de México.

García Harfuch, aunque en calidad de testigo, está mencionado y citado en la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, el caso emblemático de la violencia en el sexenio de Enrique Peña Nieto, y que tanto utilizó el presidente López Obrador en su campaña para ganar la presidencia de la República y luego desatenderlo al llegar al poder, le tocó al nieto de García Barragán cuando fue coordinador regional de la Policía Federal en Guerrero. Por lo que ha sido señalado también, pero no investigado.

El ex secretario de seguridad de la Ciudad de México, hijo de una familia priísta, ha hecho una carrera transexenal y con los tres partidos que han encabezado la presidencia de la República. Con el panista Felipe Calderón entró a la Policía Federal Preventiva y sirvió bajo las órdenes del hoy encarcelado, y harto señalado por los morenistas, Genaro García Luna. En la administración del priísta Enrique Peña Nieto, fue coordinador regional de la Policía Federal en Guerrero cuando la desaparición de los normalistas, y después comisionado de la Agencia de Investigación Criminal de la PGR, de hecho, suplió a Tomás Zerón cuando este renunció precisamente por la investigación sobre Ayotzinapa. Mientras que, en la era Morena en la presidencia, García Harfuch ocupó la secretaría de seguridad en la administración de Claudia Sheinbau al frente de la Ciudad de México, quien como candidata no solo lo impulsó para buscar la nominación a sucederla como jefa de gobierno, sino que lo rescató con la nominación a la senaduría, y ha debido de defenderlo de los casos ya comentados.

Por lo pronto, las tres banderas rojas de Sheinbaum son hombres, y están en su equipo con importantes posiciones en la toma de decisiones en un México golpeado como nunca por la violencia criminal.

FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: ADELA NAVARRO BELLO.

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