Desapariciones administrativas en los servicios forenses evidencian las fallas de un sistema fragmentado y la carencia de políticas específicas para la identificación forense en México, que acumula más de 50 mil cuerpos o fragmentos óseos sin identificar.
Pese a contar con toda la evidencia genética y haber recibido su cuerpo solo tres días después de que fuera reportada su desaparición, los servicios forenses tardaron casi dos años en identificar a Mauri Daniel Arias Lázaro.
Mauri desapareció el 22 de septiembre de 2021, a sus 22 años de edad, en Ciudad Juárez. Tres días después, el 25, fue hallado sin vida e ingresó, en calidad de no identificado, a los servicios forenses de la ciudad. Ese cuerpo, para entonces desconocido, había sido encontrado cerca de la zona vinculada a la desaparición del joven.
Por separado, la familia de Mauri siguió buscándolo sin dar con su paradero. Ocho días después de su desaparición, los servicios periciales recabaron sus muestras genéticas como parte de los protocolos de búsqueda en vida y forense.
Luego de tres meses, el 27 de diciembre la unidad de genética informó a sus familiares, que seguían sin conocer su paradero, que no había coincidencias entre los datos genéticos de Mauri y alguno de los cuerpos que permanecían resguardados, sin identificar, en los servicios forenses.
El 6 de octubre de 2022, casi un año después de su desaparición, los familiares del joven, ahora acompañados por el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, solicitaron por primera vez un nuevo cotejo específico con un cuerpo sin identificar, cuyos datos estaban registrados en los servicios forenses.
Se dieron cuenta, gracias a sus propias pesquisas, de que existían coincidencias entre el lugar de hallazgo de aquella persona no identificada y el de desaparición de Mauri. De hecho, la carpeta de investigación contenía, desde un principio, algunas pistas de que el joven posiblemente había sido abandonado sin vida en el Camino Real de Ciudad Juárez, sitio donde fue encontrado el cuerpo.
Pasó el tiempo sin que se atendiera su petición, pero en enero de 2023 la familia fue informada de que el joven había sido reconocido a través del registro de sus huellas dactilares. De nuevo se hizo la solicitud de un cotejo genético y el 14 de febrero de 2023, el personal de servicios periciales y ciencias forenses al fin informó que la confronta había dado como resultado un 99% de probabilidad de que fuera él.
“Lo indignante en este caso es que Mauri había ingresado en el Semefo desde el día 25 de septiembre de 2021, es decir tres días después de su desaparición”, remarca Leyver Alexander Montejo Hernández, del Centro.
Para cuando la familia de Mauri fue informada sobre los resultados de la prueba genética, cerca de año y medio después, su cuerpo ya estaba en la fosa común del Panteón de San Rafael, en Ciudad Juárez, Chihuahua. Vino entonces otro periplo para pedir su exhumación, debido a los trámites que impone la ley.
En un inicio, la jueza de control que llevaba el caso incluso negó la solicitud. Gracias a otro juez, finalmente fue autorizada para hacer un cotejo genético de confirmación que reveló que se trataba del cuerpo de Mauri.
Así se logró, casi dos años después de que su cuerpo hubiera ingresado a los servicios forenses, la devolución a sus familiares. Aun así, se trata del único caso de exhumación que el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte ha acompañado y documentado.
Casos similares al de Mauri, desapariciones administrativas al interior de los servicios forenses, como la de Braulio, el niño que permaneció seis años sin identificar en el Instituto de Ciencias Forenses de la Ciudad de México mientras sus papás lo buscaban incansablemente, evidencian las fallas de un sistema fragmentado y carente de políticas públicas específicas para la identificación forense en México, por las que se calcula que existe un rezago de más de 50 mil cuerpos o segmentos hallados que permanecen sin identificar.
Un sistema fragmentado, sin políticas para la identificación forense
La administración del presidente Andrés Manuel López Obrador cerrará sin una política pública específica para atender el rezago en identificación forense, así como con la carencia de metodologías adaptadas para los diferentes contextos de violencia del país, parte de un sistema fragmentado que impide avances en el problema crónico de identificación forense en México.
Desde sus distintas experiencias, la coordinación regional forense del Comité Internacional de la Cruz Roja y el Grupo de Investigación en Antropología Social y Forense (GIASF) apuntan los obstáculos que no permiten un avance en esta materia, luego de que durante esta administración los esfuerzos en el tema de desaparición de personas se centraran, por un lado, en el cruce de datos genéticos, y por otro, en la actualización del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas.
Si bien la Ley General en la materia establece que la búsqueda en vida debe ser una prioridad, a juicio de los especialistas hacen falta muchas acciones para avanzar, de manera simultánea, en la búsqueda forense con fines de identificación de cuerpos. Una de sus primeras limitantes es que la mortalidad es interestatal y no intraestatal, pero cada sistema está acostumbrado a lidiar solo con la mortalidad doméstica, es decir, la que ocurre al interior de un estado.
Esto implica que las bases de datos que conservan las tomas de muestras en cada uno de ellos no se comunican. Suponiendo que las muestras sean tomadas y conservadas correctamente, no pueden ser cruzadas. En contraparte, tampoco debe partirse de la suposición, casi en ningún caso, que donde desapareció la persona es donde podría ser encontrada. El solo hecho de que se tome la muestra de la familia en un estado y la persona sea hallada en otro vuelve inútiles los datos.
“El proceso de identificación está centrado en la identificación genética. Aunque entendemos que esto puede proveer de una ‘sensación’ de certeza a las familias, no es la única vía para generar la identificación y a veces no es la idónea. Tiene muchos límites, por ejemplo los cuerpos que llegan al Semefo usualmente no tenemos la garantía de que tengan un buen proceso de toma de muestras de manera correcta y rigurosa”, señala Liliana López López, del GIASF.
Por otro lado, no existe un Banco Nacional de Identificación Forense. Eso significa que las muestras están resguardadas, de manera fragmentada, al interior de la fiscalía de cada estado. Además, una gran cantidad de exhumaciones en las entidades –particularmente Morelos y Coahuila en la experiencia del GIASF– no son realizadas de forma cuidadosa y debidamente individualizada. Además, es preciso tomar en cuenta que muchas veces los fragmentos óseos no necesariamente tienen suficiente material genético extraíble.
De manera paralela, precisa López, existen casos particulares que evidencian las limitaciones de este tipo de identificación, por ejemplo, condiciones del tipo de suelo y del paso del tiempo que pueden impedir la conservación del material genético, o el propio hecho de que la persona que busca a su familiar no comparta material genético con ella, como las parejas y matrimonios o los hijos adoptados.
“Es un problema extraordinario, por eso hablamos de una crisis, que requiere respuestas institucionales también no ordinarias, que no se han articulado. Me refiero a que no hay un plan nacional de identificación forense; tampoco existe una política nacional integral, y además que genere una comunicación interinstitucional, articulada a un plan nacional de búsqueda y que trace un plan de intervención”, sostiene la especialista.
Al depositarse, además, todo el saber en las herramientas y técnicas exclusivamente de la genética, no se consideran otras disciplinas igual de importantes como la antropología social o una fotografía forense que cumpla con estándares para ser útil a la identificación. Aunado a ello, no se realizan de forma adecuada las entrevistas ante mortem (AM) para tener suficiente información sobre la historia de vida de las personas y generar una hipótesis de investigación, como ocurrió en el caso de Mauri.
“Ahí haces una cantidad de preguntas que son valiosas acerca de la persona, para que si te encuentras después un cuerpo con todas esas características, puedas hacer el cruce exitoso, o una hipótesis, o reduzcas el universo de búsqueda para generar una hipótesis de búsqueda”, explica la especialista.
Hay personas con las que ha trabajado el GIASF que tienen años buscando a su familiar desaparecido y nunca se les hizo la entrevista de vida, o solo fueron cuatro o cinco preguntas ambiguas.
Falta de metodologías específicas y adaptadas en la identificación de personas
Ambos grupos forenses señalan de manera importante la división del sistema y al mismo tiempo, la falta de metodologías específicas y adaptadas. “La fragmentación del sistema redunda principalmente en la desconexión que hay entre el tema investigativo y el cuerpo mismo, es decir, los cuerpos se convierten en cuerpos sin contexto, y ese el problema principal”, señala José Pablo Baraybar, coordinador regional forense del CICR.
Del otro lado, desde la perspectiva investigativa, una multiplicidad de casos que quizá son parte de un mismo evento pueden ser investigados por una cantidad de ministerios públicos no coordinados, que no hablan entre ellos y no aglutinan. “Puede ser que de esas personas se identifiquen en efecto, por X forma, a dos, pero nadie se está preguntando si estaban con los otros ocho, si no será que hay una relación”, añade.
Sin embargo, es necesario apuntar que la fragmentación responde a causas muy profundas, no solo en torno a las formas de llevar a cabo los procesos, sino a pilares no resueltos cuando se habla de la ausencia de una política pública en el tema forense: la falta de recursos humanos, los huecos en la oferta y la estabilidad laboral, y la falta de datos.
“Hay datos muy macro, pero nos faltan datos micro. Lo del INEGI es un muy buen punto, por ejemplo, pero son datos que te hablan de tendencias. Por ejemplo, hay estados que andan mejor que otros… El tema sería básicamente hacer un levantamiento por estado, y son 32, de los procesos, de las cifras, de los casos, de lo que funciona y lo que no funciona para poder entender por dónde podemos entrarle al problema, porque si no, todo queda de manera muy discursiva”, apunta el especialista.
Así podrían construirse metodologías más específicas y adaptadas, porque la política pública tendría que adaptarse a nivel estatal. Otra forma de verlo sería sectorizar el país y ver cuáles estados, dentro de los sectores, hacen mejor las cosas y pueden influir en los demás. Baraybar sostiene que hay cosas que sí funcionan pese a la adversidad, además de una resiliencia muy importante.
“Nos falta ese dato, nos falta información sobre procesos, cuáles funcionan y cuáles no, estamos muy a ciegas respecto a esto y estamos haciendo una valoración de lo obvio”, apunta. Dado que los enfoques globales, inclusivos, ya se intentaron, y los resultados no son los más halagüeños, el convencimiento de que existe una crisis forense –que por definición requiere soluciones urgentes, rápidas y críticas– ha conducido a vivir todo el tiempo, desde su perspectiva, en una especie de cuidados intensivos.
“México no tiene un crisis, México tiene un problema crónico, con diversas ondas, no es una meseta plana, hay ondas pero es parte de lo mismo. No se ha construido; los miles de cuerpos sin identificar no es un tema que llegó ayer, es un tema acumulativo. El tema de crisis te llama a la acción, es como un movilizador, pero en términos prácticos de qué hacer al respecto, lo que nos hace es justamente salir con soluciones críticas”, señala el especialista del CICR.
A partir de ese punto de vista, todo empieza a ser masivo, extraordinario, único y excepcional, pero no resuelve un tema crónico.
Personas: suertes sin paradero
La suerte de una persona es una categoría binaria que la clasifica en viva o muerta. Por lo tanto, cuando se hace un hallazgo de un cuerpo no conocido o no identificado, en cualquier lugar, solo se conoce su suerte. El paradero, en cambio, se refiere a la parte investigativa y contextual que definió esa suerte. Durante casi dos años, el cuerpo de Mauri fue solo una suerte sin paradero.
“Los elementos de identificación van a estar en el paradero y la parte técnica en la suerte –las características físicas–. Hay un tema indisoluble respecto a esto, creo que es el tema fundamental, y hay que entender que los miles de cuerpos no identificados a ese nivel van aumentando también por múltiples prácticas asentadas”, apunta Baraybar.
Una de ellas es la búsqueda de las familias, que es una tarea que corresponde al Estado. “Yo haría lo mismo, porque si veo que no pasa nada, quiero hacer algo; el problema es que es muy importante entender que esto contribuye, de alguna manera, al hecho de seguir acumulando cuerpos, es decir, suertes sin paraderos, porque encontrar una fosa común no es muy raro, más bien es algo común, desgraciadamente, pero no porque yo encuentre una fosa, sé quién está adentro; sería bastante diferente”, advierte el especialista.
Todo ello habla nuevamente del divorcio entre la parte investigativa y la pericial. López López subraya, precisamente, la importancia –en estas circunstancias– del análisis de contexto como una herramienta que puede ser muy potente si se desarrolla de forma adecuada.
En su experiencia, en el conocimiento que el GIASF ha tenido diferentes análisis de contexto así nombrados en carpetas de investigación, lo que se presenta es en realidad un conjunto de datos acerca de índices de criminalidad o presencia de determinados grupos criminales en la zona de interés, lo cual no contribuye a proporcionar información que articule elementos del ambiente en términos de actividades, actores y posibles violencias relacionadas.
“Ese aspecto general de la región, cómo se vincula y cómo ayuda a entender esta desaparición de la que estás hablando, y más aún, en el mejor de los casos, a esta serie de desapariciones o de hallazgos de personas no identificadas; esa información tiene que proveerte de luces, pistas, para entender de forma articulada, y no fragmentaria, una desaparición”, detalla la especialista.
Ante la falla de las soluciones masivas y extraordinarias, la fragmentación del sistema y la falta de una política pública con metodologías definidas, algunas iniciativas, menos ambiciosas pero más perdurables y útiles para un problema crónico, pueden abrir líneas de reconocimiento que apunten a mayores probabilidades de identificación.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: MARCELA NOCHEBUENA.
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