La caída del “Mayo” Zambada y la de uno de los “Chapitos” detonó en Sinaloa el temor de que ocurran hechos violentos como los Culiacanazos. La zozobra también es alimentada por el homicidio del exrector Cuen Ojeda y el vandalismo en la tumba de Dámaso López.
Incertidumbre y desinformación… La capital de Sinaloa se siente tensa con tres eventos de alto impacto que sacudieron la ciudad en la parte final de julio. Y los tres con un fuerte tufo al narco.
Los tres incidentes ocurrieron o se conocieron en horas sucesivas: primero, la captura de Ismael Zambada García el Mayo, en tándem con Joaquín Guzmán López, hijo de el Chapo Joaquín Guzmán Loera. Esto ocurrió el 25 de julio último. Unas fuentes denuncian traición, otras aseguran que fue una entrega.
Horas más tarde de darse a conocer ese hecho asesinaron a Héctor Melesio Cuen Ojeda. El fundador y líder del Partido Sinaloense (PAS) y exrector de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) fue herido de bala en sus piernas, y una de ellas le causó un choque hipovolémico.
Murió cuando recibía atención médica. Fue un intento de robo, insiste la autoridad investigadora, pero hay quienes relacionan los hechos con el Mayo y su captura.
Y mientras el muro de silencio seguía haciéndose más grande por parte de la autoridad, en Eldorado, comunidad al sur poniente de Culiacán, la tumba familiar de Dámaso López Núñez fue destruida. De su interior sustrajeron los cuerpos de su padre Dámaso López García, y de su hermano Adolfo López Núñez.
En Culiacán explotó de nuevo el temor de otro “culiacanazo”, recordando los hechos en que fuerzas de seguridad intentaron capturar a Ovidio Guzmán López, sin éxito en 2019 y luego en 2023, en donde sí lograron su aprehensión. En ambos hechos la ciudad quedó sitiada por el narco.
Blindaje en la capital
Con la detención de Ismael Zambada, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) envió a 200 elementos en Culiacán, y para el domingo siguiente sumó otros 200. En total, las fuerzas castrenses tienen desplegados tres mil 400 efectivos.
La intención es estar prevenidos ante cualquier reacción por los eventos, y de acuerdo con Porfirio Fuentes Vélez, comandante de la Novena Zona Militar, no descartan una disputa interna.
“¿Qué puede suceder? A lo mejor una disputa interna de los propios integrantes de las facciones que integran el cártel de Sinaloa, que se disputen el control”, dijo en una entrevista a medios locales.
Con la versión de una presunta traición, la sospecha y el temor por enfrentamientos crece, y el silencio de las autoridades solamente vuelve más tenso el clima en Culiacán.
La última guerra intestina del cártel ocurrió en 2017, con la disputa entre “los Chapitos” y “los Dámaso”, de la cual en su momento la Sedena dijo no tener conocimiento.
Sin embargo, la versión de un enfrentamiento la dio el mismo Dámaso López Núñez durante su juicio.
Pero la información verificable no existe. Solamente versiones de “gente que conoce gente” o de personas que están informadas del movimiento.
Al margen de las historias sin verificar y con la poca información, la ciudadanía se genera sus propias conclusiones con datos que tienen mucha relación entre sí: el cártel de Sinaloa y su influencia en la vida pública del estado.
Historias que serpentean
José es un veterinario retirado. Es vecino de toda la vida de la colonia Tierra Blanca, conocida por ser una de las cunas del narco en Culiacán. Al igual que muchos vecinos de la zona, tiene a un amigo que “conoce” al Mayo”, al que también llaman “el Señor del sombrero”.
La pregunta es obvia: ¿lo capturaron o se entregó? “Pues lo entregaron”, afirma. Su fuente, dice, le confirma que en el evento de la presunta traición “asesinaron a un par de sus escoltas”.
Sin embargo, no se explica cómo no hubo una reacción. “Al parecer algo pactaron”, dice. Pero no brinda más pruebas.
Como esa versión muchas otras aseguran que hubo una traición. Nadie puede comprobar nada. Reportear el narco es siempre batallar con versiones extraoficiales y que casi nunca se pueden corroborar. Ni siquiera con la autoridad. Ésta también tiene contradicciones.
Otro enredo
En la misma lógica del caso Mayo Zambada recae el homicidio de Melesio Cuen. El fuerte silencio que emana desde la Autónoma de Sinaloa y, sobre todo, desde el PAS, su partido, desconcierta a propios y extraños. No hubo manifestaciones. Ya estaban acostumbrados a tomar el bulevar Enrique Sánchez Alonso afuera de la Fiscalía General del Estado (FGE) y también las oficinas de la Unidad Administrativa, sede del Poder Ejecutivo estatal, en la colonia Centro Sinaloa, por la disputa de lo que llaman la defensa de la autonomía universitaria.
No hubo nada.
Tardaron en reaccionar más de 24 horas después de confirmado el homicidio, luego de que la FGE diera a conocer el hecho, que, a decir de un informe de la fiscal Sara Bruna Quiñónez Estrada, se investiga bajo la línea de un intento de robo de vehículo.
Algunas versiones relacionan a Melesio Cuen con el narco. Su hermano, Jesús Alfredo, fue asesinado en 2012, un día más tarde de conocerse el resultado de las elecciones federales donde el exrector buscaba el Senado.
Afuera de un restaurante donde Cuen sostenía una reunión con su equipo, el cuerpo de su hermano quedó abatido a tiros. Semanas más tarde Melesio fundaría el Partido Sinaloense.
Con ese partido colaboró con Rubén Rocha Moya, abanderado por Morena, para que éste llegara a la gubernatura. El día de la elección, en Culiacán se reportó el levantón masivo de más de 100 operadores del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y un día antes de su secretario de organización, José Alberto Salas Beltrán.
Melesio Cuen aseguró con la victoria que iban a cogobernar con Rocha. No fue así. Terminó expulsado del gabinete y entonces comenzó una batalla frontal con el gobernador y Morena que lo llevó a ser electo por la vía plurinominal a una diputación federal por el PRI en la reciente elección.
Esa batalla abrió otro frente en la UAS. El gobernador asegura que liberará a la institución del PAS, partido que tiene en su militancia al 70% de los directivos de la universidad, y que una vez fuera su aliado.
Como dato relevante, semanas antes de su homicidio, Cuen Ojeda afirmó en su podcast “Cuentas claras” que la Guardia Nacional le retiró su escolta por una presunta orden del mismo gobernador. Me quiere muerto, denunció.
También, en esas mismas fechas, Arnoldo Valle, director de Comunicación de la UAS, sufrió un atentado donde su vehículo resultó con disparos de arma de fuego, y del cual recientemente se filtró el video de la persecución. En la imagen se aprecian hombres con armas largas persiguiendo a pie al funcionario, después de una persecución a bordo de al menos cuatro vehículos.
Por ello, una de las teorías insiste en que el de Cuen ha sido un “crimen de Estado”.
Pero otros afirman que tiene el tufo al narco, haciendo alusión a Lucero Sánchez, expareja del Chapo,y quien ocupó un cargo como diputada en el Congreso de Sinaloa en 2013 con las siglas del Partido Acción Nacional (PAN), pero con el apoyo del PAS y Cuen Ojeda.
Otras versiones que circulan dicen que es una disputa interna entre universitarios… con armas.
Lo mismo ocurre en Eldorado. Nadie vio nada. Nadie sabe nada. Unos aseguran que un comando ingresó al panteón y, con maquinaria y armas, vandalizaron el que una vez fue un mausoleo muy lujoso y en donde descansaban los restos del padre y hermano del Licenciado, uno de los líderes del cártel de Sinaloa tras la captura del Chapo Guzmán.
Tras esta aprehensión, el cártel comenzó una recodificación con los grupos de Dámaso, del Mayo y los Chapitos (hijos de Joaquín Guzmán Loera) controlando a la agrupación criminal, hasta la captura de López Núñez en 2017. Entonces vino el ascenso de los hijos del Chapo.
López Núñez cayó en desgracia después de su captura. La facción de los Chapitos alegó una presunta traición y el Licenciado quiso deslindarse, sin embargo, no hubo éxito. En 2019, su hijo Dámaso López Serrano se entregó a autoridades de Estados Unidos y se volvió otro testigo protegido.
Y con la captura de Zambada García se sospecha una nueva configuración de la facción del cártel de Sinaloa .
Mientras tanto, el temor existe, pero la ciudad se ha acostumbrado a administrar el miedo.
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: AARÓN IBARRA.
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