Los padres y madres de los 43 normalistas desaparecidos advirtieron a Sheinbaum que a 10 años del caso Ayotzinapa la paciencia se ha agotado ante la falta de avances.
En una marcha cargada de un fuerte componente simbólico y emocional, por cumplirse los 10 años del caso Ayotzinapa y por estar a tan solo unos días de que concluya el sexenio de López Obrador, quien no logró dar con el paradero de los jóvenes, ni esclarecer lo sucedido a pesar de que fue una de sus grandes promesas de campaña, los padres y madres de los 43 normalistas desaparecidos advirtieron a la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, que a una década exacta del caso la paciencia se ha agotado ante la falta de avances.
“A Sheinbaum le decimos que no le vamos a dar tanto tiempo como le dimos a este personaje que nos traicionó”, dijo en alusión al presidente López Obrador don Mario González, padre de César Manuel González, uno de los 43 jóvenes desaparecidos a manos de la policía de Iguala hace 10 años.
La advertencia, lanzada a tan solo unos metros de un Palacio Nacional completamente ‘amurallado’, que será la nueva residencia de Claudia Sheinbaum a partir del próximo 1 de octubre, se produce luego de que a finales de julio pasado la presidenta electa recibiera por primera vez a las familias de los 43, pero sin comprometerse a localizar a los jóvenes y ante la presencia de Rosa Icela Rodríguez, la exsecretaria de seguridad federal con López Obrador y nueva titular de Gobernación, a quien las familias ven con recelo al considerarla un símbolo de “continuidad” del gobierno que está por terminar.
Abajo del templete, en la plancha del Zócalo, estudiantes que portaban enormes mantas con el lema ‘Fue el Estado’, y murales pintados en sábanas con los rostros del expresidente Peña Nieto y el exprocurador Murillo Karam escoltados por policías, soldados y elementos de la Guardia Nacional, bajo el lema ‘Culpables’, gritaban a los padres y madres de los 43: “¡No están solos!”.
Don Mario también criticó que las autoridades colocaran enormes barreras de concreto en las calles que desembocan al zócalo de la ciudad, al parecer con la intención de que ningún vehículo pudiera acceder a la plancha y evitar así situaciones como la vivida meses atrás, cuando en marzo pasado manifestantes estrellaron una camioneta contra una de las puertas de Palacio Nacional.
“No sé qué miedo tenía (López Obrador) de que toda la marcha completa llegara al zócalo”, señaló.
“Quizá pretendía salir en su mañanera diciendo que no hubo gente, que ya no hay solidaridad con estos 43 padres. Pareciera que estamos en una dictadura donde no nos podemos desplazar libremente. ¿Dónde está esa democracia que pregona este gobierno que se dice humanista?”, cuestionó don Mario.
Minutos antes, cuando la marcha ya estaba por arribar al zócalo, los manifestantes se encontraron de frente con dos enormes vallas de concreto que les taponaba el paso.
Aunque las vallas dejaban un pequeño espacio para que miles de personas pasaran por un estrecho pasillo por la calle 5 de Mayo, se escucharon muchas voces de protesta entre los asistentes que consideraban que los muros eran “una provocación”.
“¿A qué le temen?”, pintó uno de los manifestantes sobre la barda de hormigón.
“Este gobierno, además de no dar verdad a los padres y madres, además de traicionarlos, hoy les impide el paso con barreras de cemento para que no puedan venir a estrechar la palabra con ustedes y a contar su sufrimiento por estos 10 años sin los muchachos”, intervino por su parte Vidulfo Rosales, abogado del Centro Tlachinolan que acompaña la defensa legal de las familias.
En el templete, los padres y madres de los 43 denunciaban que el gobierno de López Obrador los “traicionó” y “se puso del lado del Ejército y no de las víctimas”.
A lo largo de toda la marcha, hubo un llamado para que fueran revisados todos los expedientes de la Secretaría de Defensa (Sedena), en alusión a los famosos 800 documentos de inteligencia militar que expertos independientes señalaron que existen y que el Ejército, a la fecha, no ha querido entregarlos alegando que, o son documentos clasificados o documentos que no tendrían nada que ver con el caso Ayotzinapa.
Mientras los padres y madres exigían la entrega de esta información, un reducido grupo de manifestantes vestidos de negro y encapuchados lanzaban petardos por arriba de las vallas metálicas que protegían Palacio Nacional, así como otros monumentos, como la Catedral Metropolitana, y edificios públicos, como Bellas Artes.
Ese mismo reducido grupo de manifestantes vestidos de negro, también accionaron a lo largo de toda la marcha por el Paseo de la Reforma, donde atacaron locales, edificios y a los establecimientos que no estaban cubiertos por vallas metálicas.
También prendieron fuego momentáneamente a una de las vallas de Palacio Nacional, sin que el incendio pasara a mayores, ni ocasionara daño alguno al inmueble.
No obstante, al margen de estas expresiones violentas, que fueron la nota discordante en una marcha que fue pacífica en su mayoría, predominaron las expresiones de protesta pacíficas y culturales.
Estudiantes de universidades como la UNAM, UACM, UAM y UPN acompañaron el clamor de justicia con carteles pintados con expresiones como “Nuestro corazón arde buscando justicia” y “Fue y sigue siendo el Estado”.
Algunos de los jóvenes tocaban música con sus instrumentos, con ocasionales cantos para denunciar las desapariciones de los 43 normalistas; y miembros del colectivo Fuentes Rojas colocaban durante la manifestación pañuelos bordados con los rostros y nombres de los estudiantes.
En las vallas metálicas que cubrían Palacio Nacional, activistas pintaron de color blanco una enorme tortuga en representación de Ayotzinapa, junto a un enorme lema pintado frente al balcón del Palacio donde el presidente en turno da el ‘grito’ de Independencia que rezaba: ‘Viven en nuestra rebeldía”.
A la altura de Reforma y Bucareli, donde se encuentra el ‘antimonumento’ por los 43, los manifestantes realizaron un emotivo ‘pase de lista’ por cada uno de los jóvenes desaparecidos, que fue acompañado, puño en alto, por los gritos de estudiantes normalistas que cargaban con simbólicos féretros.
De vuelta al zócalo capitalino, entre más cohetones que no tuvieron mayor repercusión ni encontraron respuesta alguna de policía, los padres y madres de los 43 continuaron su mitin bajo la lluvia, en el que si bien dijeron sentirse ya muy “cansados” y “desgastados” por 10 años de lucha y de ininterrumpida búsqueda de sus hijos, aseguraron que no cesarán en su empeño por acceder a la justicia y la verdad.
“Quisiéramos retirarnos, pero no podemos. Nos falta un hijo en casa. Tenemos que seguir adelante por nuestros hijos que tanto amamos”, dijo doña Hilda, madre de otro de los normalistas desaparecidos, que también lanzó consignas contra el anterior gobierno de Peña Nieto, “que fue el que construyó la ‘verdad histórica’ que tanto daño nos hizo”, y contra el gobierno obradorista, “que nos dio la espalda y se puso del lado del Ejército, traicionando su palabra y su firma en un decreto presidencial”.
Durante la marcha por Reforma, también se escucharon muchas consignas que advertían que, pese al paso del tiempo, el caso no caerá en el olvido, una de las grandes preocupaciones que han mostrado algunos de los padres y madres en entrevistas.
“Ya sean 10, 15 o 20 años, vamos a seguir marchando. Ayotzi vive”, vociferaba una manifestante durante la marcha rumbo al zócalo.
“A una década ya, seguimos muy lejos de saber dónde están nuestros 43 hijos”, gritaba por su parte otro de los padres de los normalistas, arriba del templete, poco antes de que finalizara la marcha por los 10 años de Ayotzinapa.
“Hay padres y madres que ya murieron sin saber de sus hijos”, lamentó.
“Pero esta lucha no se acaba aquí, esta lucha sigue. Vamos a seguir caminando y alzando la voz, hasta encontrar a nuestros 43”, concluyó.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: MAANU URESTE, TAMARA MARES.
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