La mañana del 25 de julio de 2024, Ismael “El Mayo” Zambada García, otrora cofundador del Cártel de Sinaloa, temible criminal protegido por autoridades mexicanas, acudió tranquilo y confiado a la cita con su ahijado, Joaquín Guzmán López, hijo de su compadre y quien fuera codirigente de la organización criminal, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.
Aquella mañana, el junior del narcotráfico en México lo citó con familiaridad y seguridad, para abordar por lo menos dos temas: el primero era para que “El Mayo” interviniera, en calidad de testigo de honor y réferi, para dirimir el conflicto que enfrentaban dos prominentes políticos de Sinaloa. Por un lado, el gobernador Rubén Rocha Moya; por otro, el priista y ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Héctor Melesio Cuen.
El segundo tema, una vez zanjado el primero, era sobrevolar una nave para que Zambada García reconociera unos terrenos que el junior Guzmán pretendía adquirir cerca de la frontera, miles de hectáreas para ser utilizadas en el ilícito tráfico de drogas. Por eso aquel día, “El Mayo” acudió a la cita con sólo dos escoltas. La confianza en el ahijado justificaba el bajar la guardia; pensó que en ese ambiente estaba seguro, como siempre, pues es probable que el 25 de julio no fuese la primera ocasión que los miembros de las familias de narcotraficantes se reunían.
Lo que Zambada desconocía, y de lo cual se enteraron de la peor forma para él, es que desde unos seis meses atrás, Joaquín Guzmán López había iniciado conversaciones con agentes de seguridad de Estados Unidos en busca de disminuir la persecución contra él y sus hermanos, a quienes en marzo de 2024, la titular de la DEA, Anne Milgram, había anunciado como personas de interés para ser capturadas por el gobierno de aquel país, y puestos en la lista negra como traficantes de fentanilo.
Guzmán López ofreció entregarse a EU a cambio de penas disminuidas y protección para sus hermanos, los otros hijos del “Chapo” Guzmán. Y cuando estaba en negociaciones, preguntó qué beneficios adicionales le darían a él y a los suyos si entregaba al también apodado Señor del Sombrero. Los agentes supieron que se refería al “Mayo”, pero desestimaron la propuesta del junior porque no lo creían capaz, ni con la infraestructura criminal suficiente para capturar a Zambada García y entregárselos. No volvieron a tocar el tema de la delación interna en el Cártel de Sinaloa hasta el 25 de julio de 2024.
Ese día, apenas pasadas las dos de la tarde, y ya sobrevolando la nave con dirección al aeropuerto privado de Doña Ana en Santa Fe, Nuevo México, Estados Unidos, Joaquín Guzmán López se comunicó de nueva cuenta con los agentes con los cuales sostenía conversaciones y negociación, para decirles que pronto aterrizaría, que se entregaría él y llevaba consigo al capo más impune de México a la fecha.
Incrédulos aún los elementos de seguridad de EU, se movilizaron hacia el aeropuerto privado y, cuando la nave descendió, Guzmán López bajó del jet privado y posteriormente, contra su voluntad, Ismael Zambada García. Cuando lo vieron los oficiales, el antes intocable narcotraficante no estaba en condiciones de sujeción, no traía las manos amarradas ni una capucha en su cabeza para impedirle visibilidad lo segundo, y asegurar el traslado lo primero. La aclaración se debe a que días después, el propio Zambada contaría su versión de los hechos en una carta hecha pública por su abogado, informando que después de arribar a la cita, en las inmediaciones de Culiacán, había sido sometido, maniatado, encapuchado y montado contra su voluntad en el jet privado, con lo que denunciaba públicamente haber sido víctima de un secuestro, lo cual sería tomado por la autoridad mexicana, Fiscalía General de la República, como una denuncia genuina y válida para iniciar un proceso contra Joaquín Guzmán López por traición a la patria, por haber secuestrado a un mexicano y entregado a una autoridad extranjera.
Finalmente, el Gobierno de México seguiría protegiendo al “Mayo”, en esta ocasión en calidad de “víctima” de un secuestro que lo llevó a ser capturado por autoridades norteamericanas para acabar con casi 50 años de impunidad en el país.
Aun cuando se pone en duda el secuestro en la Unión Americana, dado que el hombre más buscado no presentaba elementos de sujeción y llegó en un jet privado a aquel país, del cual descendió por su propio pie, sin mostrar signos de violencia, la realidad es que sin una traición interna, Zambada García jamás habría sido capturado, mucho menos en la República Mexicana.
Como él lo confirmaría en su carta pública, contaba con seguridad proporcionada por el Estado Mexicano, en esa ocasión, su jefe de escoltas era un comandante de la Policía Judicial del Estado de Sinaloa, de quien cabe mencionar, es incierto su paradero. La impunidad provista a Zambada García en México le era tan familiar y oficial, que acudió a la reunión donde se suponía estaría el gobernador Rocha Moya, protegido por un elemento del Estado, al que no le importaba ser visto por el mandatario morenista, haciendo su labor de guardaespaldas del notorio narcotraficante mexicano.
No es una casualidad ni pericia criminal que Ismael Zambada García haya sido un narcotraficante intocable por las decenas de años que mantuvo la impunidad en territorio mexicano, la realidad es que gozó de la protección de corporaciones y Fuerzas Armadas en su evasiva carrera delincuencial, tan así es que él mismo lo confesó en su misiva contando su versión de los hechos, la cual, como muestra de la debilidad o el compromiso del Estado Mexicano hacia el narcotraficante, fue tomada de manera fiel para iniciar proceso contra quien se encargó de sacarlo de la actividad de los cárteles de la droga y lo entregó a EU.
Entre todos los hechos notorios que sucedieron en 2024, uno de los más relevantes para la vida del país fue, finalmente, la captura de Ismael “El Mayo” Zambada García, criminal intocable en México que sólo pudo ser aprehendido y enfrentado a la justicia en Estados Unidos, debido a la traición de su ahijado narco. Y esta historia apenas comienza…
AUTOR: ADELA NAVARRO BELLO.
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