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» » » » El ministro Alcántara: “Mi admiración y gratitud hacia López Obrador no estaban en juego, pero yo tenía que obedecer a la Constitución”

El jurista Juan Luis González Alcántara Carrancá pasó en poco tiempo de ser una de las cartas fuertes de Andrés Manuel López Obrador en la Suprema Corte a convertirse en un expatriado, una persona non grata en Palacio Nacional y en Morena, la formación oficialista.

El togado fue el autor de una demoledora sentencia que en 2023 impidió que el Ejército controlase la Guardia Nacional, un fallo que disgustó mucho al entonces presidente y que prefiguró la reforma al Poder Judicial que vendría meses después. López Obrador consideró que Alcántara, un antiguo amigo, le había traicionado.

Ambos comenzaron su relación cuando el primero fue mandatario de Ciudad de México (2000-2005) y el segundo presidente del Tribunal Superior de Justicia capitalino. La confianza era tal que, al ganar la presidencia de México, en 2018, López Obrador propuso a Alcántara como su fiscal general. Un viraje determinó que el jurista fuese designado ministro del Supremo. Alcántara, de 75 años, aceptó la postulación a la Corte con la condición de que el mandatario le dejase actuar en completa libertad.

Ese acuerdo no se respetó. Y la decepción fue mutua. El togado entregó al Senado en noviembre una carta de renuncia atravesada por el arrepentimiento, una amarga crítica a sí mismo por confiar ciegamente en el proyecto político de López Obrador, continuado por Claudia Sheinbaum. En un último atisbo de supervivencia, Alcántara propuso a sus colegas de la Corte un audaz proyecto de sentencia que atenuaba los efectos de la enmienda oficialista: entregaba la cabeza de la cúpula judicial a cambio de que los miles de jueces y magistrados del país no fuesen sometidos al voto popular, uno de los puntos centrales de la reforma. El proyecto no prosperó, gracias al inesperado voto en contra del ministro Alberto Pérez Dayán. A Alcántara le quedan pocos meses antes de entregar la toga a un nuevo ministro electo en las urnas. Antes de partir, el juez recibe a EL PAÍS en su despacho de la Suprema Corte para sostener una larga entrevista en la que revela cómo fueron las presiones desde el Ejecutivo, lanza un dardo a la gestión de Arturo Zaldívar —expresidente del Supremo y hoy leal colaborador de Sheinbaum— y comparte su anhelo de retomar su amistad pausada con López Obrador.

Pregunta. En su carta de renuncia se percibe que usted tenía una idea del proyecto político de López Obrador y que ese proyecto cambió.

Respuesta. El juez constitucional tiene que ser totalmente autónomo. Yo acepté participar [como ministro] siempre y cuando se respetara mi opinión, mi convicción. Al paso del tiempo, muchas personas estaban desilusionadas de mi desempeño, porque no había defendido algunas posiciones, criterios o intereses del Gobierno federal y de algunos altos funcionarios. Yo siempre manifesté que resolvería en conciencia, y así lo hice. Eso creó un desencuentro con amigos de muchos años y con gente que votó por mí en el Senado, de quien he recibido reclamos y recriminaciones. Cuando uno acepta una encomienda, espera que se respete la divergencia de opinión; en muchas cosas coincidía con ellos, en otras no. Por ejemplo, mi opinión sobre la militarización del país fue uno de los desencuentros más fuertes. Yo siempre he pensado —y así lo pensaban quienes forman parte del partido del poder— que el Ejército debería estar en los cuarteles, porque la preparación de las Policías es muy distinta a la de las Fuerzas Armadas. Esa distinción es histórica.

P. Y esos reclamos desde Morena provenían incluso del presidente López Obrador.

R. Claro. Pero él lo sabía. Mi opinión era que en 2019 se aprobó una reforma para tener una Guardia Nacional dirigida por civiles, no militares. Se lo manifesté al presidente de la República. Y claro, él no coincidía ya. Él había modificado su forma de pensar, pero la mía seguía siendo igual. Igual a la que había sido la de él antes de que llegara a la presidencia. Lo manifestó muchas veces en su campaña, en sus libros, en sus discursos. Lo dijo: “Los militares, a los cuarteles”. Yo sigo creyendo exactamente eso.

P. El proyecto que usted presentó sobre la reforma judicial aceptaba algunos puntos de la enmienda y proponía invalidar otros.

R. Era un proyecto eminentemente conciliador, que buscaba renovar el diálogo, ver qué podría funcionar y qué no. Era una forma de resolver los problemas, reconociendo la reforma y que el Congreso tiene la facultad para modificar las leyes. La respuesta que nosotros dábamos, y creo que era correcta, buscaba llegar a un término intermedio: ni todo ni nada. Pero no pasó.

P. ¿Qué pensó del voto en contra del ministro Pérez Dayán?

R. Es un voto que yo no esperaba, desde luego. No lo comparto, pero lo respeto.

P. ¿Cree que, si los ministros hubiesen renunciado antes, empezando por Norma Piña [la presidenta del Supremo], en algo se hubiera atenuado la reforma oficialista?

R. No, la reforma ya estaba decidida; el presidente la anunció desde febrero y ya era parte de un programa político. La renuncia de uno no soluciona todo, y la renuncia de un grupo tampoco. Yo siempre sostuve que la reforma iba a ser una realidad, a diferencia de otros ministros que pensaban que no se iba a lograr. El resultado del proceso electoral les dio [a López Obrador y Morena] la votación que esperaban.

P. ¿Cuáles son los momentos que condujeron a la ruptura con el Ejecutivo?

R. Hubo uno muy importante, cuando se planteó la ampliación de mandato [del ministro Arturo Zaldívar como presidente]. Como no se pudo, hubo un distanciamiento. O cuando el Ejecutivo decía que le gustaría que quedara [como titular de la Corte] Fulana de Tal [en referencia a la ministra Yasmín Esquivel], y como no queda, existe un distanciamiento ideológico y una falta de comunicación. Pero el respeto institucional debió haber continuado. Lo importante es que haya la voluntad de las dos partes para dialogar.

P. ¿Había esa voluntad de parte de López Obrador?

R. Hay que recordar que el presidente dijo: “Ya les di la instrucción a todos mis secretarios de que ni les contesten el teléfono [a los ministros]”. La disposición era de cero comunicación. Entonces, a pesar de que hubo intentos de algunas personas por acercarse, no cuajaron. Es un estilo muy personal de no establecer diálogo. Cuando uno dice: “No vamos a tratar a esas gentes”, es parte de esa convivencia palaciega que en ocasiones causa un daño irreversible. Siempre hay que anteponer al interés personal los intereses de a quien sirve uno, que es la sociedad.

P. La ruptura total se dio tras la sentencia sobre la Guardia Nacional, con un proyecto que usted elaboró.

R. Lo de la Guardia Nacional le causó al presidente un gran malestar. Fue lo que desató esa situación.

P. El propio López Obrador confesó que habló con varios ministros para asegurar su voto favorable en ese asunto.

R. Sí, pidió que se cambiara el proyecto; a mí se me sugirió que no lo presentáramos, que lo retiráramos, que lo modificáramos, pero era mi convicción y yo era fiel a lo que sostenía. Y sabía que podía suceder un distanciamiento. Uno asume las consecuencias de su decisión porque yo estoy convencido de que eso era lo que correspondía a nuestro pasado histórico. ¿Que no gustó? Bueno, no siempre es posible darle la razón a quien uno considera que no la tiene, muy respetuosamente. Mi afecto, admiración y agradecimiento hacia el presidente no estaban en juego, pero yo tenía que obedecer lo que decía la Constitución. Y cuando 114 senadores votan por que yo sea ministro, me depositan esa confianza, y mi obligación era no defraudar.

P. Con esas sugerencias que le hizo el presidente, ¿se sintió presionado?

R. Si a usted le dice su director general que haga tal cosa, pues tiene un tipo de presión; si está convencido de que no lo va a hacer, sabe que la renuncia puede estar de por medio. Yo redacté, después de esa conversación, mi renuncia, pero ya no hubo posibilidad de entregarla. Desde entonces yo pensé que me iría de aquí, absolutamente.

P. ¿Por qué no la entregó?

R. Porque dijeron que no la iban a aceptar. No había interés ni siquiera de recibirnos. Hubo quien se acercó a decirme: “No quieren saber nada de ti”. Uno tiene que ser consciente de la decisión que tomó y asumir las consecuencias.

P. ¿Qué opina de la manera como la ministra Piña manejó políticamente la crisis por la reforma?

R. Hizo lo que creyó más conveniente, que puede uno estar o no de acuerdo. Ella, en su fuero interno, siente que defendió al Poder Judicial, aunque el resultado haya sido esta modificación a la Constitución y al proceso de selección de los funcionarios. Ella está en la creencia de que optó conforme a su conciencia. Y yo la respeto.

P. ¿Qué opina del nuevo papel de Zaldívar?

R. Tiene una gran responsabilidad porque, tras pasar 14 años en el Poder Judicial, conoce sus fortalezas y debilidades. Y lo tomó muy personal. Ojalá que haga un buen servicio a la sociedad. Es una responsabilidad que históricamente tendrá que afrontar. El resultado va a estar muy ligado a sus ideas y a sus inquietudes.

P. Muchos lo consideran el ariete del Gobierno contra la judicatura.

R. Este fue un sistema que funcionó, aunque ahora dicen que no. Él tuvo la oportunidad, en los cuatro años que fue presidente de la Corte [de 2019 a 2023], de cambiar muchas cosas; si no las cambió, es porque no lo dejaron, no pudo o no quiso. Porque se hizo una reforma al Poder Judicial durante el periodo del presidente López Obrador. Y desde luego que el resultado no fue el esperado, porque, si hubiera funcionado —y esa fue responsabilidad básicamente de Arturo Zaldívar—, no estaríamos en donde estamos ahora colocados, para bien y para mal.

P. ¿Cuál es el riesgo a largo plazo de la nueva reforma?

R. Que no vaya a resultar como piensan y tengamos que dar marcha atrás. Y en esto no podemos experimentar. Antes de destruir, tenemos que ver cómo vamos a construir, con qué contamos para renovar. Si no, nos vamos a quedar a medio camino. Y será muy duro para quienes sufran el retraso en la impartición de justicia. Hay mucho que hacer. Queremos organizar un proceso electoral para jueces y magistrados y estamos escatimando los recursos del INE. Si complicamos el proceso, el resultado no va a ser el deseado. Cuando empiezas con un tratamiento, termínalo, no lo dejes a la mitad. Y aquí estamos haciendo eso.

P. ¿Cuál es el riesgo de la elección de jueces por voto popular?

R. Que se politicen; que quienes estén vinculados a los Ejecutivos de los Estados impongan a sus candidatos.

P. ¿En qué punto está su relación con López Obrador?

R. Estamos en pausa, como él dice. Ya nos buscaremos después. Yo le deseo mucha salud, que pueda escribir sus memorias, que sea un hombre feliz, un abuelo feliz. Le deseo que pueda tener esa paz y tranquilidad espiritual que aspiraba a tener después de su mandato.

P. ¿Cree que podrá volver a hablar con él?

R. Sí. Fue una relación muy larga y hay muchas cosas que decirnos. Yo aspiro a, cuando se calmen las aguas, poder tener la oportunidad de acercarme a él. A sus hijos yo los aprecio mucho, y a su esposa, desde luego. Y espero volverlo a ver.

P. ¿Diría que fueron amigos?

R. Sí, había una amistad y respeto mutuo.

P. ¿Qué sigue para usted?

R. Regresaré a la academia. Tengo la oportunidad de escribir algunas cosas. Mi paso por la Corte es motivo de muchas reflexiones. Fue una experiencia que le agradezco mucho al presidente López Obrador. Siempre viviré agradecido con él.

FUENTE: EL PAÍS.
AUTOR: ZEDRYK RAZIEL.

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