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"La buena fortuna de las Alcalde no es gratuita. Son hijas de una de las personas que, aseguran, más confianza le tiene el ex presidente, Bertha Elena Luján Uranga".

Dentro de la nueva “monarquía política hereditaria” ahora en la etapa morenista del gobierno central en México, como en el pasado priísta del País -sin excluir los doce años de gobiernos albiazules, porque no es exclusivo de insituto político alguno-, hay familias que, con el triunfo de su partido en las elecciones, les llega la buena fortuna, la bonanza política y la chamba en la nómina oficial.

Algunos apellidos son ahora mismo relevantes por ese nepotismo tan institucionalizado en el país. Los Monreal, los Batres, los López por supuesto, los Mier, los Scherer, los Delgado, los Félix, y claro, las Alcalde.

Bertha y Luisa María Alcalde Luján lanzaron sus carreras políticas de manera exponencial a partir de 2018, cuando Andrés Manuel López Obrador ganó la elección para presidente de México y nombró a la segunda su secretaria del Trabajo primero, y de Gobernación después, aunque ciertamente a la primera la mantuvo un tanto relegada, sí, con chamba en el gobierno, pero no con puestos ni cargos ni encargos, sino con trabajitos, asesorías, jefaturas, direcciones y hasta ahí.

La buena fortuna de las Alcalde no es gratuita. Son hijas de una de las personas que, aseguran, más confianza le tiene el ex presidente, Bertha Elena Luján Uranga, quien acompañó a López Obrador desde cuando hacían proselitismo para el PRD en la Jefatura de la Ciudad de México, hasta la fundación de Morena, al haber sido secretaria general del Movimiento de Regeneración Nacional y posteriormente presidente del Consejo Político Nacional de Morena de 2015 a 2022, pasando por otros encargos políticos en el interín.

Sin embargo, el evidente favoritismo de López Obrador hacia Luisa María Alcalde la catapultó a la posición número dos en el Gobierno de la República al sustituir a Adán Augusto López en la secretaría de gobernación cuando este se retiró para buscar la candidatura a la presidencia de la República por su partido Morena.

De suyo parte la nueva generación de morenistas impulsados por el ex presidente, poco antes que concluyera el sexenio, Luisa María Alcalde estuvo en las sobresalientes, tanto así, que hoy día es la dirigente nacional del partido fundado por López Obrador y del cual, aun en el alejamiento de la vida política, el tabasqueño sigue siendo el líder moral.

Pero la bonanza política de las Alcalde nada más no terminaba por también cubrir la vida pública de Bertha. El cargo de mayor rango que había tenido fue el de directora general en el IMSS. De ahí no pasaba. Le daban jefaturas de oficina, asesorías, una comisión en la Cofepris, y así… nada relevante en la primera línea de la función pública.

En el 2023 su persistencia por ocupar una posición de mayor rango, visibilidad e importancia, la llevó a inscribirse en la convocatoria para la elección de titulares a las consejerías del Instituto Nacional Electoral donde su nombre apareció en la quinteta para seleccionar a quien presidiría el Consejo ante la inminente salida de Lorenzo Córdova. Pero la fortuna no estuvo de su lado por entonces, y Bertha Alcalde no quedó en las posiciones para la tarea enorme de la organización electoral.

Por lo menos sirvió su paso por la convocatoria y el proceso elector del INE para ser considerada, ahora sí por el entonces presidente, e incluirla en una terna unos meses más tarde. Y no fue cualquier terna, sino la que envió el ex mandatario nacional al Poder Judicial para elegir Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la consideración más alta que le tuvo a la hermana de Luisa María, Andrés López Obrador, aunque no lo suficiente, pues cuando desde el Poder Legislativo no le fueron aprobadas las ternas y el ex ocupante de Palacio Nacional debió designar de manera directa a una ministra, no eligió a Alcalde, sino a Lenia Batres (otra miembro de familia en abundancia política morenista).

Pero la tercera sería la vencida para Bertha Alcalde, y ya con López Obrador fuera de la jugada política (al menos no presente en el escenario público), ahora sí lo logró. De haber pasado por áreas de salud y supervisión como el IMSS o la Cofepris, jefaturas en oficinas, litigios, haber aspirado a organizar elecciones, y posteriormente a una carrera judicial, la evidentemente todóloga Bertha Alcalde Lujan fue designada por una arroyadora mayoría morenista en la Ciudad de México, Fiscal General de esa entidad federativa.

Así, después de esforzarce durante siete años por aparecer, por ser considerada, por ser tomada en cuenta para posiciones de alto calibre político-gubernamental, y haber fracaso en el intento, por alguna u otra razón, en “el tiempo de las mujres”, con Clara Brugada al frente del gobierno de la Ciudad de México, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo en la presidencia de la República, y López Obrador fuera del escenario político, la casta de las Alcalde se consolida con el nombramiento de Bertha como fiscal general de la Ciudad de México. La tercera, fue la vencida.

Lo que también se consolida en la etapa de gobiernos morenistas en el País, es la integración de la nueva “monarquía política”, como alguna vez calificó el fundador de Morena a las familias, que, particularmente en el PRI, se sirvieron de los cargos y del presupuesto por tener en esos momentos la filiación política correcta y compartir con familiares nombramientos, allende si tenían o no las calificaciones, la experiencia o la preparación correcta para el cargo. Qué bonitas familias, las de antes y las de ahora, que se aprovechan del poder por vil nepotismo. 

Ahora sí que el poder en México no se transforma, se mantiene con los mismos vicios que actualmente tanto critican.

FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: ADELA NAVARRO BELLO.

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