Ulises Martínez Juárez, egresado de Ayotzinapa, pudo haber sido uno de los estudiantes desaparecidos o asesinados; 10 años después trabaja en una primaria y recuerda aquella noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014, como si hubiera escapado de su destino por obra del azar.
Ulises Martínez Juárez logró graduarse de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa y convertirse en maestro, pero pudo haber sido uno de los tres estudiantes asesinados la noche de Iguala, cuando policías y hombres armados se llevaron a otros 43 de sus compañeros, desaparecidos hace 10 años y seis meses.
Estuvo en el mismo lugar que ellos, el cruce de la calle Juan N. Álvarez con Periférico Norte, en Iguala, Guerrero, durante los primeros minutos del 27 de septiembre del 2014.
Las balas con sentencia de muerte impactaron en Julio César Nava Ramírez y Daniel Solís Gallardo. Esas balas provinieron de las armas de los tres hombres que vio bajar de la camioneta que, instantes antes, había identificado como sospechosa, pues redujo la velocidad al pasar por el lugar donde los dirigentes estudiantiles ofrecían una conferencia de prensa para denunciar que la policía había detenido a varios de sus compañeros y herido a otros.
“¡Tírense al suelo!”, recuerda que escuchó a alguien gritar al momento de los disparos. “¡Shuuun!”, “¡Shuuun!”, es como recuerda que sonaban las balas que pasaban cerca de él, tirado detrás del primer autobús, de cara al periférico, donde se resguardó.
En el intento de protegerse, pudo toparse con quienes, con una descarnada saña, le arrancaron el rostro a Julio César Mondragón Fontes.
Ulises fue parte del grupo que se refugió en la clínica Cristina, en busca de auxilio para el “Oajaco”, como llamaban a Édgar Andrés Vargas, originario del Istmo de Oaxaca, quien tenía destruida la boca por un balazo que lo alcanzó. “¡No te vayas oajaco!”, recuerda le decía.
Otro momento de riesgo ocurrió en esa clínica, porque hasta ahí llegó el capitán del Ejército, José Martínez Crespo, quien les negó el auxilio y les advirtió que llamaría a los policías que poco antes los habían agredido.
La mala suerte, en realidad, la pudo tener cualquiera. “Yo pude haber sido uno de ellos. Yo pude no haber regresado de Iguala. Mi cuerpo pudo haber regresado en un ataúd”.
Ulises decidió salir de Guerrero
Por una razón que no se explica, Ulises es uno de los sobrevivientes de esa noche. A sus 30 años es docente de una primaria en el Estado de México, desde 2017, después de ganarse una base, mediante examen, un año después de que egresó. Buscó irse de Guerrero.
Trabajar lejos también es consecuencia de aquella noche y de un contexto que tampoco colaboró.
Tixtla, sede de la Normal Rural, de donde es originario, es uno de los lugares que, con el paso de los años, ha ido cambiando por las acciones criminales que modificaron el entorno. El intento de los criminales por privar de su libertad a uno de sus tíos terminó por convencerlo de irse.
Sin contar que las oportunidades laborales se reducían a lugares también afectados por diferentes violencias. En los meses inmediatos a egresar de Ayotzinapa, la Secretaría de Educación Guerrero (SEG) le dio un par de interinatos –contratos temporales como maestros–, uno en la zona de Quechultenango, de donde se sabe son originarios los líderes del grupo criminal con mayor presencia en la zona Centro, y en la Sierra de Leonardo Bravo.
El colmo, lo dice con una risa irónica, es cuando lo quisieron enviar a un pueblo de Cocula, zona que forma parte del territorio de la noche de agresión a normalistas. Tuvo la oportunidad de quedarse a trabajar en Guerrero, pero ante tales opciones, decidió salir.
Migrar del estado lo ha apartado de otro aspecto formativo en la Normal Rural, el político y el social –formó parte del Comité de Organización Política e Ideológica (COPI) de la dirigencia estudiantil–, porque se desvinculó de casi todas las organizaciones involucradas en estos procesos, pero acompaña el movimiento de las madres y los padres de sus compañeros desaparecidos y asesinados, y acude a dar su testimonio para las investigaciones oficiales como testigo, incluso, sin protección porque, como bien lo sabe, ese pudo ser su destino.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO/AMAPOLA PERIODISMO.
AUTOR: /MARGENA DE LA O.
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