Alberto Patishtán Gómez considera que en México existe un manejo político de la justicia porque “los gobiernos la utilizan a su conveniencia para encarcelar a los que les estorban”, como los miles de pobres e indígenas que ocupan las prisiones.
Alberto Patishtán Gómez considera que en México existe un manejo político de la justicia porque “los gobiernos la utilizan a su conveniencia para encarcelar a los que les estorban”, como los miles de pobres e indígenas que ocupan las prisiones
Alberto Patishtán Gómez es el maestro indígena tzotzil que tras 13 años y cinco meses de encarcelamiento injusto, acusado de diversos delitos como el de asesinato, fue indultado por el presidente Enrique Peña Nieto el 31 de octubre del 2013, con lo que el estado mexicano reconoció tácitamente su ineficaz sistema judicial.
Hoy Patishtán está libre, pero enfermo. Los estragos del encarcelamiento se evidencian en la desconfianza. Se mesura para hablar no demuestra un ápice de odio contra los que lo llevaron a vivir la peor de sus pesadillas, pero no deja de externar su confianza en que “algún día cambie la justicia en México”.
Reporte Indigo (RI).-¿Qué es más delito, ser delincuente, pobre o indígena?
Alberto Patisthán (AP).-De todo un poco se combina. Si hablamos de indígenas, por nuestro color, por nuestra forma de expresar, por nuestra pobreza es un delito, y eso es lo que nos lleva a la cárcel. Hoy me he dado cuenta que la Comisión de Derechos Humanos reconoce que hay un monto de persona indígenas inocentes en la cárcel, y hasta personas no indígenas, pero no hacen nada por ellos. O sea es muy bonito decirlo, pero ejercerlo, no.
RI.-¿Y qué hacer para cambiar esta forma de pensar?
AP.-Creo que no solamente tengo yo la tarea de hacerlo, de luchar para cambiar el sistema, todos nos debemos motivar para que todos estemos involucrados para saber que el preso tiene nombre, tiene apellidos, tiene familia, tiene identidad, tiene cultura. En la cárcel en donde estuve pisando, vi muchos presos inocentes y pobres.
RI.- ¿Siente que le sigue estorbando al gobierno?
AP.-No sabría decirle cómo ellos la quieran tomar, pero mientras yo lo vea bien (la lucha por los derechos humanos), mientras la gente vea bien lo que uno está haciendo y lo haga uno bien ante los ojos de Dios, creo que con eso nos debemos de conformar. Creo que todos tenemos una misión: brindarle apoyo a nuestros semejantes. Mientras estemos haciendo algo de apoyo a ellos es lo importante, la otra parte no nos debe interesar tanto. Lo que nos interesa de verdad es que hagamos siempre algo por nuestros hermanos.
RI.-¿Por qué no se incrusta en el gobierno?
AP.-De hecho ha habido invitaciones, o también me han dicho que en estas elecciones –que todavía están pendientes en su municipio-, realmente no me interesa.
RI.-¿Por qué?
AP.-Porque para comenzar ya la gente no cree en eso. Para comenzar conmigo, las comunidades indígenas son visitadas por los cárteles. Llegan sin conocer muchas veces a la gente y llegan a dar en esos momentos regalitos, entre otras cositas. Y en ese lado solo la gente llega a conocer quién va a ser su autoridad, pero no conoce a la persona.
RI.-¿Nunca lo buscó el presidente de la republica después de que lo indultó?
AP.-No gracias a Dios. No.
RI.-Dice gracias a Dios, no.
AP.-Digo gracias a Dios no porque realmente mientras tengamos a Dios, que es todo para mí, no creo que lo necesite.
RI.-¿Le gustaría tener un encuentro con el presidente de la república?
AP.-Mira pues, no. La mera verdad no puedo decir sí o no, pero como le digo, tampoco lo necesito, mientras yo viva, mientras pueda trabajar, a pesar de mis condiciones, pues con eso me conformo.
Persiste la desconfianza
Patisthán apenas recuperó su plaza de maestro, pero no le han reconocido los salarios caídos de más de una década, por eso su desconfianza en el sistema político. No considera que deba agradecer al presidente Enrique Peña Nieto por haberlo indultado. Finalmente fue el estado el que lo encarceló injustamente y fue la aplicación política de la justicia la que le arrebató 13 años con cinco meses de su vida.
Dice que no odia, que odiar es como vivir dentro de otra prisión. Pero lo ojos le brillan cuando habla de las inconsistencias judiciales en nuestro país, las mismas que permiten al hijo de un gobernador -que sale en videos con un criminal confeso, y que la federación no le encuentra cargos qué imputar más allá de delitos menores- evitar la cárcel con el pago de una fianza de 7 mil pesos.
“Yo no digo tanto por la justicia, sino por la injusticia”, explica. “Porque si fuera justicia no fuera así, sino que en este caso no es la justicia, es la injusticia que impera”.
Asegura Patishtán que si cualquier otra persona pobre o indígena estuviera en la condición del hijo del gobernador con licencia de Michoacán, simplemente no hubiera salido de prisión.
“Si eso nos pasara a nosotros”, habla explicando el tema del video de Rodrigo Vallejo, “creo que no pudiéramos salir ni con fianza, ni con una pequeña aportación”.
Por eso, porque él ya lo vivió, tiene la certeza de que el sistema judicial mexicano se tiene que reformar a fondo, pues es la razón de que la gente haya perdido la confianza en el sistema político que intenta mantenerse en pie.
Alberto Patishtán se nota un hombre sereno. La tranquilidad externa su conciencia apegada a lo espiritual. Se nota un hombre religioso. Todo lo pone en las manos de Dios. La ira y sus demonios los ha podido apaciguar sabiéndose un hombre inocente.
La persecución, base de la justicia
Alberto Patishtán Gómez dice que cuando salió la cárcel le regresó la vida.
“Teniendo la libertad se respira un aire muy diferente, todo cambia. La comida, la forma de vestir, la forma de expresarse”. Por eso la justicia se ha convertido en el arma favorita de muchos gobiernos locales y administraciones federales pasadas contra los ciudadanos que consideran un estorbo.
El mismo Patishtán se considera víctima de una venganza política en su contra, por la labor que realizaba en su localidad, al promover el respeto a los derechos humanos. Eso es algo común en muchas partes del país.
“Es cierto que siempre fui inocente, pero también fui un estorbo”, considera. “Eso ya no es novedad, digo yo, porque vemos que en nuestro México se ha convertido en un delito decir una verdad, el salir a ver diferente a como ellos (los funcionarios) hablan, el saber escuchar diferente, el saber hablar diferente de como ellos hablan es suficiente para ir a la cárcel. Yo creo que en mi municipio es igual. Yo fui un estorbo del presidente municipal en aquel tiempo, y de allí viene todo”.
El primer indultado
Saberse el primer indultado en varias décadas en nuestro país, no lo hace sentirse distinto.
Alberto Patishtán no quiere ser parte del sistema político mexicano porque considera que los gobiernos utilizan a la gente.
“Ya en el poder nos joden, ya la gente no cree y ni yo mismo, porque el que me acusó a mí era una autoridad. Y él era el que tenía la obligación de aplicar una justicia, pero al acusarme, yo ya no le puedo dar crédito de esas cosas”.
Aun cuando Alberto Patishtán fue reconocido como inocente por el presidente de la república y tras el decreto la vida de los dos hombres cambió, no se conocen en persona. El presidente entró a la historia al reconocer el fallo del sistema judicial y el sentenciado a 60 años de prisión pudo regresar a su natal El Bosque para reunirse con sus dos hijos.
FUENTE: REPORTE INDIGO.
AUTOR: J. JESÚS LEMUS.
Alberto Patishtán Gómez considera que en México existe un manejo político de la justicia porque “los gobiernos la utilizan a su conveniencia para encarcelar a los que les estorban”, como los miles de pobres e indígenas que ocupan las prisiones
Alberto Patishtán Gómez es el maestro indígena tzotzil que tras 13 años y cinco meses de encarcelamiento injusto, acusado de diversos delitos como el de asesinato, fue indultado por el presidente Enrique Peña Nieto el 31 de octubre del 2013, con lo que el estado mexicano reconoció tácitamente su ineficaz sistema judicial.
Hoy Patishtán está libre, pero enfermo. Los estragos del encarcelamiento se evidencian en la desconfianza. Se mesura para hablar no demuestra un ápice de odio contra los que lo llevaron a vivir la peor de sus pesadillas, pero no deja de externar su confianza en que “algún día cambie la justicia en México”.
Reporte Indigo (RI).-¿Qué es más delito, ser delincuente, pobre o indígena?
Alberto Patisthán (AP).-De todo un poco se combina. Si hablamos de indígenas, por nuestro color, por nuestra forma de expresar, por nuestra pobreza es un delito, y eso es lo que nos lleva a la cárcel. Hoy me he dado cuenta que la Comisión de Derechos Humanos reconoce que hay un monto de persona indígenas inocentes en la cárcel, y hasta personas no indígenas, pero no hacen nada por ellos. O sea es muy bonito decirlo, pero ejercerlo, no.
RI.-¿Y qué hacer para cambiar esta forma de pensar?
AP.-Creo que no solamente tengo yo la tarea de hacerlo, de luchar para cambiar el sistema, todos nos debemos motivar para que todos estemos involucrados para saber que el preso tiene nombre, tiene apellidos, tiene familia, tiene identidad, tiene cultura. En la cárcel en donde estuve pisando, vi muchos presos inocentes y pobres.
RI.- ¿Siente que le sigue estorbando al gobierno?
AP.-No sabría decirle cómo ellos la quieran tomar, pero mientras yo lo vea bien (la lucha por los derechos humanos), mientras la gente vea bien lo que uno está haciendo y lo haga uno bien ante los ojos de Dios, creo que con eso nos debemos de conformar. Creo que todos tenemos una misión: brindarle apoyo a nuestros semejantes. Mientras estemos haciendo algo de apoyo a ellos es lo importante, la otra parte no nos debe interesar tanto. Lo que nos interesa de verdad es que hagamos siempre algo por nuestros hermanos.
RI.-¿Por qué no se incrusta en el gobierno?
AP.-De hecho ha habido invitaciones, o también me han dicho que en estas elecciones –que todavía están pendientes en su municipio-, realmente no me interesa.
RI.-¿Por qué?
AP.-Porque para comenzar ya la gente no cree en eso. Para comenzar conmigo, las comunidades indígenas son visitadas por los cárteles. Llegan sin conocer muchas veces a la gente y llegan a dar en esos momentos regalitos, entre otras cositas. Y en ese lado solo la gente llega a conocer quién va a ser su autoridad, pero no conoce a la persona.
RI.-¿Nunca lo buscó el presidente de la republica después de que lo indultó?
AP.-No gracias a Dios. No.
RI.-Dice gracias a Dios, no.
AP.-Digo gracias a Dios no porque realmente mientras tengamos a Dios, que es todo para mí, no creo que lo necesite.
RI.-¿Le gustaría tener un encuentro con el presidente de la república?
AP.-Mira pues, no. La mera verdad no puedo decir sí o no, pero como le digo, tampoco lo necesito, mientras yo viva, mientras pueda trabajar, a pesar de mis condiciones, pues con eso me conformo.
Persiste la desconfianza
Patisthán apenas recuperó su plaza de maestro, pero no le han reconocido los salarios caídos de más de una década, por eso su desconfianza en el sistema político. No considera que deba agradecer al presidente Enrique Peña Nieto por haberlo indultado. Finalmente fue el estado el que lo encarceló injustamente y fue la aplicación política de la justicia la que le arrebató 13 años con cinco meses de su vida.
Dice que no odia, que odiar es como vivir dentro de otra prisión. Pero lo ojos le brillan cuando habla de las inconsistencias judiciales en nuestro país, las mismas que permiten al hijo de un gobernador -que sale en videos con un criminal confeso, y que la federación no le encuentra cargos qué imputar más allá de delitos menores- evitar la cárcel con el pago de una fianza de 7 mil pesos.
“Yo no digo tanto por la justicia, sino por la injusticia”, explica. “Porque si fuera justicia no fuera así, sino que en este caso no es la justicia, es la injusticia que impera”.
Asegura Patishtán que si cualquier otra persona pobre o indígena estuviera en la condición del hijo del gobernador con licencia de Michoacán, simplemente no hubiera salido de prisión.
“Si eso nos pasara a nosotros”, habla explicando el tema del video de Rodrigo Vallejo, “creo que no pudiéramos salir ni con fianza, ni con una pequeña aportación”.
Por eso, porque él ya lo vivió, tiene la certeza de que el sistema judicial mexicano se tiene que reformar a fondo, pues es la razón de que la gente haya perdido la confianza en el sistema político que intenta mantenerse en pie.
Alberto Patishtán se nota un hombre sereno. La tranquilidad externa su conciencia apegada a lo espiritual. Se nota un hombre religioso. Todo lo pone en las manos de Dios. La ira y sus demonios los ha podido apaciguar sabiéndose un hombre inocente.
La persecución, base de la justicia
Alberto Patishtán Gómez dice que cuando salió la cárcel le regresó la vida.
“Teniendo la libertad se respira un aire muy diferente, todo cambia. La comida, la forma de vestir, la forma de expresarse”. Por eso la justicia se ha convertido en el arma favorita de muchos gobiernos locales y administraciones federales pasadas contra los ciudadanos que consideran un estorbo.
El mismo Patishtán se considera víctima de una venganza política en su contra, por la labor que realizaba en su localidad, al promover el respeto a los derechos humanos. Eso es algo común en muchas partes del país.
“Es cierto que siempre fui inocente, pero también fui un estorbo”, considera. “Eso ya no es novedad, digo yo, porque vemos que en nuestro México se ha convertido en un delito decir una verdad, el salir a ver diferente a como ellos (los funcionarios) hablan, el saber escuchar diferente, el saber hablar diferente de como ellos hablan es suficiente para ir a la cárcel. Yo creo que en mi municipio es igual. Yo fui un estorbo del presidente municipal en aquel tiempo, y de allí viene todo”.
El primer indultado
Saberse el primer indultado en varias décadas en nuestro país, no lo hace sentirse distinto.
Alberto Patishtán no quiere ser parte del sistema político mexicano porque considera que los gobiernos utilizan a la gente.
“Ya en el poder nos joden, ya la gente no cree y ni yo mismo, porque el que me acusó a mí era una autoridad. Y él era el que tenía la obligación de aplicar una justicia, pero al acusarme, yo ya no le puedo dar crédito de esas cosas”.
Aun cuando Alberto Patishtán fue reconocido como inocente por el presidente de la república y tras el decreto la vida de los dos hombres cambió, no se conocen en persona. El presidente entró a la historia al reconocer el fallo del sistema judicial y el sentenciado a 60 años de prisión pudo regresar a su natal El Bosque para reunirse con sus dos hijos.
FUENTE: REPORTE INDIGO.
AUTOR: J. JESÚS LEMUS.