Armando Hernández llevaba días diciéndole a su madre que había que desyerbar la entrada de un local cerca de su casa. Este verano, durante sus vacaciones de la escuela, estaba empleado en una frutería, pero tenía descanso los sábados y pensó que podía ganar algún dinero extra con ese trabajo de limpieza. La tarde del 17 de agosto se dio a la tarea: escoba, desbrozadora y rastrillo en mano. El muchacho, alto y organizado, de 16 años, se llevó para que lo ayudaran a su hermano pequeño y a un amigo. Poco antes de las 20.30 horas, los otros dos chicos fueron a comprar bolsas de basura. Es entonces cuando en toda la colonia Los Arcos de Nuevo Laredo, Tamaulipas, se escucharon los disparos.