En la teoría, el plan se escuchaba bonito y sencillo: Omar Reyes López, de 20 años recién cumplidos, saldría en secreto de su pueblo natal de Hidalgo, donde el trabajo en el campo apenas le daba para ir sobreviviendo, y se iría con su primo a Ciudad Juárez.
De ahí se ‘brincaría’ para Estados Unidos, caminaría por el desierto con la guía de un pollero al que le pagarían la deuda trabajando, y listo. Pronto estaría llamando de vuelta desde Los Ángeles para avisar que ya podían apagar la vela que dejó prendida a San Judas Tadeo, el santo de las causas imposibles.