La muerte en 2003 de un acaudalado floricultor cambió la historia de Tlanixco. Del fallecimiento se responsabilizó a ocho activistas defensores del agua; seis de ellos fueron sentenciados a penas que alcanzaban hasta medio siglo. Otros dos estuvieron huyendo. Las vidas de los ocho quedaron desgarradas, su patrimonio fue convertido en deudas y sus proyectos, deshechos.
Pedro Sánchez Berriozábal pensó en arrojarse al paso del camión que abastecía de alimentos al penal.
Su hermano Lorenzo decidió esconderse de su madre cuando tocaba visita familiar. La señora había advertido que no soportaría que sus dos hijos estuvieran en la cárcel. Le mintió. Pedro le dijo que había huido a Estados Unidos.
A Teófilo Pérez González le pasó que mientras limpiaba y daba de comer a unos cerdos, le inventaron que estuvo al pie de una barranca donde un poderoso empresario murió.