El 72% de los mexicanos creen que el presidente Enrique Peña Nieto es “corrupto” y solo un 20% consideran que es honesto, según la primera medición del Corruptómetro, realizado por la organización civil Opciona.
Esta medición, que se realizará mensualmente, señala que entre los aspirantes a la presidencia en 2018 la que tiene una percepción más favorable es la panista Margarita Zavala, pues es percibida como la menos corrupta con 42%. Aunque el mejor calificado es el actual secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade pues 31% lo considera honesto.
Entre los aspirantes que la gente considera como más corruptos están el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong (64%), el titular de la SEP, Aurelio Nuño (57%) y el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera (58%).
Completan la lista Andrés Manuel López Obrador (55%), el presidente del PAN, Ricardo Anaya y el gobernador de Puebla (51%).
Esta evaluación medirá cada mes cómo afectan “las acciones de los aspirantes a la presidencia, los escándalos de corrupción, el desempeño de las instituciones políticas y de gobierno” la percepción sobre la corrupción en el país y en el largo plazo las preferencias electorales de los mexicanos.
La popularidad
Según Opciona, el personaje más conocido es el presidente Peña Nieto con 95%; le sigue el excandidato presidencial López Obrador con 93% y en tercer lugar el jefe de gobierno con 81%.
El 80% de los mexicanos dijo que ha escuchado hablar sobre la Casa Blanca, como se le llamó a la mansión en las Lomas de Chapultepec, uno de los barrios más exclusivos de la capital mexicana, que compró la primera dama Angélica Rivera a Grupo Higa, uno de los contratistas del gobierno federal y por el cual se acusó de conflicto de interés.
El 77% de los mexicanos dijo conocer o haber escuchado del Sistema Nacional Anticorrupción. Quienes ocupan los últimos lugares de reconocimiento entre los mexicanos está la iniciativa para que los funcionario hagan pública su declaración de interés, patrimonial y fiscal conocida como Ley 3de3 (48%); el gobernador de Puebla (47%) y José Antonio Meade (23%).
Al preguntarles qué piensan cuando escuchan la palabra “ley”, 42% lo relacionó con “corrupción”, “algo inexistente” o conceptos como “desigualdad”, “injusticia” y “abuso”. Sólo el 21% asoció las leyes con conceptos positivos como “justicia”, “honestidad” y “confianza”.
Aumento en la corrupción
De acuerdo a la evaluación, el 74% de los mexicanos consideran que la corrupción aumentó en el último año y el 60% auguran que aumentará en el siguiente.
Mientras la percepción de corrupción aumenta, la confianza en las instituciones disminuye.
La institución con menos credibilidad entre los mexicanos son los partidos políticos con 12% de confianza; le siguen los legisladores con 13%, mientras que el gobierno y los ministerios públicos tienen el 19% de la confianza.
El presidente (20%) y los jueces (23%) son los mejor evaluados.
La medición se basa en datos de encuestas mensuales realizadas por Opciona en colaboración con Votia y están disponibles en www.opciona.mx/corruptometro.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO
AUTOR: REDACCIÓN
LINK: http://www.animalpolitico.com/2016/08/mexicanos-pena-nieto-corrupto-partidos-politicos-confiables/
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lunes, 22 de agosto de 2016
jueves, 18 de agosto de 2016
Desplome presidencial
CIUDAD DE MÉXICO: Los niveles de aprobación de la gestión presidencial de Ernesto Zedillo y Enrique Peña Nieto eran muy similares al inicio de su mandato, pero siguieron caminos opuestos: mientras el primero logró recuperarse en apenas un año, el segundo nunca pudo revertir el descenso, que se aceleró desde finales de 2014, para llegar al bajísimo nivel actual.
Las encuestas de evaluación de la gestión gubernamental de los últimos cuatro presidentes que periódicamente levanta el periódico Reforma muestran las tendencias contrastantes entre estos dos presidentes. A su vez, Vicente Fox y Felipe Calderón vivieron evoluciones y cifras muy similares, aunque ligeramente favorables al segundo.
En enero de 1995, prácticamente al inicio de su gestión pero ya después del llamado error de diciembre, el 53% de los ciudadanos encuestados aprobaban la gestión de Zedillo. Sin embargo, para marzo del mismo año ya había caído a sólo 30% de aprobación (que es la única cifra comparable con los niveles actuales), pero 14 meses después (en septiembre de 1996) logró recuperar 18 puntos porcentuales para llegar al 48% e igualar los índices de aprobación y desaprobación. A partir de ese momento las líneas se empiezan a separar, para concluir la gestión con 69% de aprobación y apenas 21% de desaprobación.
En contrapartida, al actual presidente lo aprobaba al inicio de su gestión el 49% de los ciudadanos (4 puntos porcentuales menos que a Zedillo) y tuvo un promisorio inicio, ya que en julio de 2013 obtuvo el porcentaje más alto de aprobación de toda su gestión: 52% (prácticamente el mismo que Zedillo al inicio de su sexenio); pero ese fue el parteaguas y desde ese momento todo ha sido descenso, para caer al 46% (en promedio en 2014) y acelerar el descenso a partir de 2015, en el que en promedio obtuvo el 37% para llegar hasta el 23% que obtuvo en la encuesta de Reforma, publicada el pasado jueves 11.
Mientras tanto, los presidentes panistas mantuvieron niveles muy similares a lo largo de toda su desempeño: Fox inició con el 65% de aprobación y concluyó con el 61, aunque tuvo su nivel más bajo en el promedio del 2004, con el 55%; Calderón, por su parte, empezó con el 63%, apenas 2 puntos por debajo de Fox, y concluyó con el 64%; tuvo su punto más bajo en diciembre de 2009, con el 52% (2009 fue un año muy contrastante pues en junio obtuvo el 69% –su punto más alto– y en diciembre el más bajo). Así, a pesar de que sí hubo altibajos, empezaron y concluyeron casi con los mismos índices de aprobación y desaprobación.
Al comparar el nivel de aprobación y desaprobación de los cuatro últimos presidentes exactamente a la mitad de su mandato, es decir, en diciembre del año respectivo, resulta que Zedillo tenía 60% de ciudadanos que lo aprobaban y únicamente el 32% que lo desaprobaban; para Fox, las cifras eran 58 y 34; para Calderón, 52 y 39, y para Peña, 39 y 58.
Si nos remitimos al mismo momento actual de cada uno de los sexenios (a unos meses de concluir su cuarto año de gobierno) las cifras son las siguientes: Zedillo, 61% de aprobación y 26% de desaprobación; Fox, 55 y 34; Calderón, 57 y 35, y Peña Nieto, 27 y 70. Como puede verse los niveles de aprobación de Zedillo son muy cercanos a los de desaprobación de Peña Nieto y, al contrario, en el caso del porcentaje de desaprobación de Zedillo (26%) y el de aprobación de Peña Nieto (27%).
En tanto que el gobierno de Zedillo iba en franca recuperación tras su fatal inicio, Fox y Calderón muestran un descenso en sus niveles de aprobación, pero moderado en ambos casos, y particularmente en el sexenio de Calderón explicable (al menos en parte) por la grave recesión económica que se había vivido en los dos años previos, mientras que Peña Nieto se encuentra en caída libre.
En el caso de los porcentajes de desaprobación, la línea de Zedillo estaba en franco descenso; en el caso de Fox se había estabilizado alrededor del 34%. Para Calderón ya había pasado su peor momento, pero en el caso de Peña Nieto el incremento se aceleró.
Sin embargo, estos niveles de aprobación y desaprobación tienen su explicación en las precepciones de la ciudadanía acerca del buen o mal camino por el que va el país y la forma en la que el gobierno enfrenta algunos de los principales problemas nacionales.
Respecto al buen camino, fue posible localizar datos para los tres últimos presidentes; en este mismo momento para Fox, el 36% consideraba que el país iba bien; con Calderón, el 33%, y con Peña Nieto el 12%. Por mal camino los porcentajes respectivamente son 36, 45 y 76 (los porcentajes no suman 100% porque todos los que responden no saben o no contestaron), lo que claramente indica que la ciudadanía cada día ve el futuro del país más oscuro.
Y esto se encuentra respaldado por la percepción que existe sobre el manejo que hace el gobierno federal de cuatro asuntos centrales para la vida nacional: manejo de la economía, combate a la pobreza, combate a la corrupción y seguridad pública. En este caso hay datos disponibles para los tres últimos sexenios.
En el caso del manejo de la economía, el porcentaje de opiniones favorables, es decir, los que creen que el gobierno hace una buena gestión, pasan de 48% al inicio de la gestión de Fox al 30% al final de Calderón y tenían una buena expectativa al inicio de este sexenio, pues regresaron al 43%, pero en estos casi cuatro años se han derrumbado al 12%, es decir, una pérdida de 31 puntos porcentuales que muestra las enormes expectativas positivas que se generaron al inicio del sexenio ante la posibilidad de que se concretaran las reformas estructurales e incluso el tan cacareado “Momento Mexicano”, pero lamentablemente la ausencia de resultados las pulverizaron.
En el combate a la pobreza se vive algo similar, aunque en este caso fueron los buenos resultados que logró Fox durante su gestión los que alentaron la esperanza, los cuales rápidamente empezaron a desvanecerse. Así pasaron de 44% al inicio de Fox a 49 al final; con el gobierno de Calderón cayeron al 35%, pero nuevamente le otorgaron a Peña el beneficio de la duda, pues subieron a 45% (prácticamente lo mismo que al inicio de Fox), aunque en este caso han caído 33 puntos para situarse en 12%.
El combate a la corrupción muestra un comportamiento diferente, pues la alternancia en la Presidencia de la República en el 2000 alentó las esperanzas de que entonces sí habría un gran cambio, y el 66% (las dos terceras partes de la población) estaban de acuerdo con la política foxista, pero los nulos resultados durante su sexenio lo derrumbaron al 31%, y todavía al 28% al final del gobierno de Calderón; repuntaron un poco, al 37%, al iniciar la segunda alternancia, pero hoy están en escasamente el 10%.
En seguridad pública, Fox se mantuvo en el 29% de opinión favorable a lo largo del sexenio; Calderón lo subió un poco al 36% y repuntó con la llegada de Peña (la expectativa de que el regreso del PRI también traería más seguridad) al 41%, aunque hoy está en el 16%.
Las cifras no dejan lugar a dudas: el desplome es total; los niveles de aprobación están por debajo del voto duro tricolor (hasta hoy, alrededor del 28-29%), lo cual indica que hay muchos priistas que desaprueban la gestión del actual presidente. Lo peor es la percepción de que el país va por mal camino, como sostiene el 76% de los ciudadanos.
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JESÚS CANTÚ.
LINK: http://www.proceso.com.mx/451314/desplome-presidencial
Las encuestas de evaluación de la gestión gubernamental de los últimos cuatro presidentes que periódicamente levanta el periódico Reforma muestran las tendencias contrastantes entre estos dos presidentes. A su vez, Vicente Fox y Felipe Calderón vivieron evoluciones y cifras muy similares, aunque ligeramente favorables al segundo.
En enero de 1995, prácticamente al inicio de su gestión pero ya después del llamado error de diciembre, el 53% de los ciudadanos encuestados aprobaban la gestión de Zedillo. Sin embargo, para marzo del mismo año ya había caído a sólo 30% de aprobación (que es la única cifra comparable con los niveles actuales), pero 14 meses después (en septiembre de 1996) logró recuperar 18 puntos porcentuales para llegar al 48% e igualar los índices de aprobación y desaprobación. A partir de ese momento las líneas se empiezan a separar, para concluir la gestión con 69% de aprobación y apenas 21% de desaprobación.
En contrapartida, al actual presidente lo aprobaba al inicio de su gestión el 49% de los ciudadanos (4 puntos porcentuales menos que a Zedillo) y tuvo un promisorio inicio, ya que en julio de 2013 obtuvo el porcentaje más alto de aprobación de toda su gestión: 52% (prácticamente el mismo que Zedillo al inicio de su sexenio); pero ese fue el parteaguas y desde ese momento todo ha sido descenso, para caer al 46% (en promedio en 2014) y acelerar el descenso a partir de 2015, en el que en promedio obtuvo el 37% para llegar hasta el 23% que obtuvo en la encuesta de Reforma, publicada el pasado jueves 11.
Mientras tanto, los presidentes panistas mantuvieron niveles muy similares a lo largo de toda su desempeño: Fox inició con el 65% de aprobación y concluyó con el 61, aunque tuvo su nivel más bajo en el promedio del 2004, con el 55%; Calderón, por su parte, empezó con el 63%, apenas 2 puntos por debajo de Fox, y concluyó con el 64%; tuvo su punto más bajo en diciembre de 2009, con el 52% (2009 fue un año muy contrastante pues en junio obtuvo el 69% –su punto más alto– y en diciembre el más bajo). Así, a pesar de que sí hubo altibajos, empezaron y concluyeron casi con los mismos índices de aprobación y desaprobación.
Al comparar el nivel de aprobación y desaprobación de los cuatro últimos presidentes exactamente a la mitad de su mandato, es decir, en diciembre del año respectivo, resulta que Zedillo tenía 60% de ciudadanos que lo aprobaban y únicamente el 32% que lo desaprobaban; para Fox, las cifras eran 58 y 34; para Calderón, 52 y 39, y para Peña, 39 y 58.
Si nos remitimos al mismo momento actual de cada uno de los sexenios (a unos meses de concluir su cuarto año de gobierno) las cifras son las siguientes: Zedillo, 61% de aprobación y 26% de desaprobación; Fox, 55 y 34; Calderón, 57 y 35, y Peña Nieto, 27 y 70. Como puede verse los niveles de aprobación de Zedillo son muy cercanos a los de desaprobación de Peña Nieto y, al contrario, en el caso del porcentaje de desaprobación de Zedillo (26%) y el de aprobación de Peña Nieto (27%).
En tanto que el gobierno de Zedillo iba en franca recuperación tras su fatal inicio, Fox y Calderón muestran un descenso en sus niveles de aprobación, pero moderado en ambos casos, y particularmente en el sexenio de Calderón explicable (al menos en parte) por la grave recesión económica que se había vivido en los dos años previos, mientras que Peña Nieto se encuentra en caída libre.
En el caso de los porcentajes de desaprobación, la línea de Zedillo estaba en franco descenso; en el caso de Fox se había estabilizado alrededor del 34%. Para Calderón ya había pasado su peor momento, pero en el caso de Peña Nieto el incremento se aceleró.
Sin embargo, estos niveles de aprobación y desaprobación tienen su explicación en las precepciones de la ciudadanía acerca del buen o mal camino por el que va el país y la forma en la que el gobierno enfrenta algunos de los principales problemas nacionales.
Respecto al buen camino, fue posible localizar datos para los tres últimos presidentes; en este mismo momento para Fox, el 36% consideraba que el país iba bien; con Calderón, el 33%, y con Peña Nieto el 12%. Por mal camino los porcentajes respectivamente son 36, 45 y 76 (los porcentajes no suman 100% porque todos los que responden no saben o no contestaron), lo que claramente indica que la ciudadanía cada día ve el futuro del país más oscuro.
Y esto se encuentra respaldado por la percepción que existe sobre el manejo que hace el gobierno federal de cuatro asuntos centrales para la vida nacional: manejo de la economía, combate a la pobreza, combate a la corrupción y seguridad pública. En este caso hay datos disponibles para los tres últimos sexenios.
En el caso del manejo de la economía, el porcentaje de opiniones favorables, es decir, los que creen que el gobierno hace una buena gestión, pasan de 48% al inicio de la gestión de Fox al 30% al final de Calderón y tenían una buena expectativa al inicio de este sexenio, pues regresaron al 43%, pero en estos casi cuatro años se han derrumbado al 12%, es decir, una pérdida de 31 puntos porcentuales que muestra las enormes expectativas positivas que se generaron al inicio del sexenio ante la posibilidad de que se concretaran las reformas estructurales e incluso el tan cacareado “Momento Mexicano”, pero lamentablemente la ausencia de resultados las pulverizaron.
En el combate a la pobreza se vive algo similar, aunque en este caso fueron los buenos resultados que logró Fox durante su gestión los que alentaron la esperanza, los cuales rápidamente empezaron a desvanecerse. Así pasaron de 44% al inicio de Fox a 49 al final; con el gobierno de Calderón cayeron al 35%, pero nuevamente le otorgaron a Peña el beneficio de la duda, pues subieron a 45% (prácticamente lo mismo que al inicio de Fox), aunque en este caso han caído 33 puntos para situarse en 12%.
El combate a la corrupción muestra un comportamiento diferente, pues la alternancia en la Presidencia de la República en el 2000 alentó las esperanzas de que entonces sí habría un gran cambio, y el 66% (las dos terceras partes de la población) estaban de acuerdo con la política foxista, pero los nulos resultados durante su sexenio lo derrumbaron al 31%, y todavía al 28% al final del gobierno de Calderón; repuntaron un poco, al 37%, al iniciar la segunda alternancia, pero hoy están en escasamente el 10%.
En seguridad pública, Fox se mantuvo en el 29% de opinión favorable a lo largo del sexenio; Calderón lo subió un poco al 36% y repuntó con la llegada de Peña (la expectativa de que el regreso del PRI también traería más seguridad) al 41%, aunque hoy está en el 16%.
Las cifras no dejan lugar a dudas: el desplome es total; los niveles de aprobación están por debajo del voto duro tricolor (hasta hoy, alrededor del 28-29%), lo cual indica que hay muchos priistas que desaprueban la gestión del actual presidente. Lo peor es la percepción de que el país va por mal camino, como sostiene el 76% de los ciudadanos.
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JESÚS CANTÚ.
LINK: http://www.proceso.com.mx/451314/desplome-presidencial
martes, 19 de julio de 2016
Intocable, la figura presidencial en Sistema Anticorrupción
Enrique Peña Nieto pidió perdón por el escándalo de la “casa blanca”, pero la Constitución mantiene que el Ejecutivo federal sólo podrá ser juzgado por traición a la patria y delitos del orden común.
Con el Sistema Nacional Anticorrupción, resultará imposible acusar al presidente mexicano por casos como el de la ‘casa blanca’, debido a que las leyes mexicanas lo continúan protegiendo de acusaciones por corrupción y le siguen otorgando fuero constitucional.
El presidente Enrique Peña Nieto promulgó el l unes, en Palacio Nacional, las leyes que hacen operante el Sistema Nacional Anticorrupción. Se trata de todo un esquema de colaboración y trabajo para evitar actos de corrupción en la administración pública, tanto para burócratas como para contratistas de todos los niveles de gobierno.
Uno de los casos que impulsaron la creación de este sistema fue el de la ‘casa blanca’, una mansión de 7 millones de dólares en poder de la familia presidencial y construida a su gusto por el contratista del gobierno, Grupo Higa, que preside Juan Armando Hinojosa Cantú.
Durante el acto de firma de estas leyes, el propio presidente pidió perdón por el escándalo de la “casa blanca”. Sin embargo, el Sistema Nacional Anticorrupción deja intacta a la figura presidencial y lo protege de delitos que tienen que ver con corrupción.
“No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la indignación de los mexicanos. La entiendo perfectamente. Por eso con toda humildad les pido perdón. Les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio e indignación que les causé”, dijo en el acto oficial.
La protección legal vigente al presidente mexicano contrasta con las disposiciones de otros países de la región, como Guatemala o Estados Unidos, incluso cuando la constitución norteamericana fue la base para redactar la Carta Magna de nuestro país.
El artículo 108 de la Constitución Mexicana dice textual que los únicos delitos por los que el presidente puede ser acusado son aquellos considerados como “graves”, lo cual excluye todos los que tienen que ver con corrupción:
“El Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por traición a la patria y delitos graves del orden común”, se puede leer en el segundo párrafo del artículo 108.
En tanto, la Constitución de Estados Unidos de Norteamérica sí contempla el “soborno” (bribery) como una causal de juicio político:
“El presidente, vicepresidente y todos los funcionarios de los Estados Unidos, deberán ser removidos de su cargo mediante juicio político por, y condenados por, traición, soborno y otros crímenes y delitos graves”, dice el Artículo II sección 4 de la constitución de ese país.
A diferencia de México, otros presidentes de América Latina sí han sido acusados por actos de corrupción e incluso algunos fueron separados de sus cargos.
Los casos más recientes son el de Guatemala, Otto Pérez Molina, quien está en prisión preventiva por los delitos de defraudación aduanera y cohecho pasivo, relacionados al llamado caso “La Línea”.
Dilma Rousseff, de Brasil, fue separada del cargo mientras el Congreso investiga si maquilló cifras del déficit público; o la ex presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, quien tuvo que enfrentar varios procesos en su contra mientras estaba en su cargo, entre ellos el caso de los hoteles relacionados con ella y su familia.
A inicios de 2015, cuando comenzó a discutirse el Sistema Nacional Anticorrupción, en el Congreso mexicano sí se lanzó la posibilidad de modificar ese artículo constitucional, pero el PRI y el Partido Verde -partidos que impulsaron a Peña Nieto a la Presidencia- se impusieron e impidieron cualquier cambio.
En la segunda etapa para la aprobación de las leyes anticorrupción, en la primavera de 2016, el tema no fue incluido en las propuestas de ley, ni siquiera en la iniciativa ciudadana “3de3”, impulsada por las organizaciones Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) y Transparencia Mexicana.
El PT sí presentó una nueva iniciativa de ley que contemplaba quitarle protección al presidente, pero no prosperó.
“Insistimos en que mientras el Presidente de la República no sea imputable de delitos de corrupción y que los presidentes que participaron en las privatizaciones y la disminución del Estado, todo esto que los ha hecho inmensamente ricos, no sean llamados a una comisión de la verdad, todo lo que se diga en materia de anticorrupción es una simulación”, dijo el coordinador del PT en el Senado, Manuel Bartlett, en una de las sesiones en las que se discutían las leyes anticorrupción.
De acuerdo con el doctor en Derecho, José Roldán Xopa, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), “los delitos considerados como de corrupción, por ejemplo cohecho, abuso de autoridad, tráfico de influencias, entre otros, no son considerados como delitos graves”, dijo para Aristegui Noticias.
Roldán Xopa también dijo que, aunque el Sistema Nacional Anticorrupción excluye al presidente en funciones de responsabilidades penales, sí contempla que sea acreedor a sanciones administrativas.
Para el profesor de cátedra del Tec de Monterrey Campus Ciudad de México, Francisco García González, no es un tema de leyes, sino de voluntad:
“La razón de que parezca que un juicio político o una investigación independiente sobre las finanzas del presidente son escenarios impensables en México es porque las instituciones con la capacidad de hacerlos reales (el Congreso y la Secretaría de la Función Pública, respectivamente) lo decidieron así. Es decir, no es tanto que nos falten elementos legales, sino que falta que las cosas se hagan”.
No obstante, reconoce que hay diferencias institucionales con respecto a otros países: “En Estados Unidos, la Office of the Inspector General (OIG) tiene funciones similares a las de la Función Pública, pero actúa de manera independiente al Poder Ejecutivo”. En México el Secretario de la Función Pública aún será nombrado por el presidente, pero ahora tendrá que ser avalado por el Senado.
“Lo que tenemos, en cambio, es un presidente que no se deja evaluar, un Congreso que se rehúsa a hacerlo y organizaciones de la sociedad civil que buscan más protagonismo legislativo que entender la corrupción en México”, dijo García González a Aristegui Noticias.
Algunas de las disposiciones del Sistema Nacional Anticorrupción serán operante hasta 2017, por ejemplo la presentación de las declaraciones “3de3”. Asimismo, aunque el Fiscal Especializado en Materia de Corrupción ya puede ser designado por el Senado, su independencia no ocurrirá sino hasta que la Procuraduría General de la República (PGR) se convierta en la Fiscalía General de la Nación, lo cual ocurrirá cuando el Congreso expida sus leyes secundarias, en una fecha que sigue en el aire.
De acuerdo con un análisis del abogado Alberto Herrera para Horizontal, el modelo mexicano de juicio político fue impulsado por el presidente Venustiano Carranza en 1917, tomando en cuenta “la necesidad de establecer inmunidad constitucional al jefe del ejecutivo en las monarquías constitucionales”.
La renuncia de Andrade a la Función Pública
Horas antes de que el presidente Peña Nieto promulgara las leyes del nuevo Sistema Nacional Anticorrupción, Virgilio Andrade anunció que dejaba la Secretaría de la Función Pública (SFP).
Andrade fue nombrado en la Secretaría el 3 de febrero de 2015 por el presidente, a fin de realizar una encomienda especial: determinar si existió un conflicto de interés en la compra de la llamada “casa blanca” y en la adquisición de otra casa que realizó el titular de Hacienda, Luis Videgaray, ambos vendidos con facilidades por parte de Grupo Higa.
Andrade presentó, el viernes 21 de agosto, los resultados de la investigación, los cuales no fincaron ninguna responsabilidad a Peña Nieto ni a Videgaray.
Además, Andrade también emitió un “Código de Ética de los Servidores Públicos del Gobierno Federal” como parte de su encomienda presidencial. Pero al mismo tiempo, intervino para conseguir un empleo, primero en la Sedesol y después en la Sedatu, a una mujer con quien procreó, en 2013, un hijo fuera del matrimonio.
De acuerdo con cifras de la SFP, el año pasado fueron sancionados mil 709 servidores públicos de la administración federal por alguna irregularidad administrativa, lo que significó multas por 2 mil 196 millones de pesos. El último reporte de la dependencia dice que de enero a mayo de este año 2 mil 681 funcionarios fueron sancionados, con sanciones económicas por 548 millones de pesos.
El presidente Peña Nieto o Luis Videgaray no figuran en estas cifras.
FUENTE: ARISTEGUI NOTICIAS.
AUTOR: IRVING HUERTA, RAFAEL CABRERA Y SEBASTIÁN BARRAGÁN.
martes, 5 de enero de 2016
“¿Cuál presidencialismo?”
No importa lo que digan, este PRI sí es nuevo, al menos en los estados de la República las transiciones políticas ya no son ni serán las mismas que antes del 2000 cuando Vicente Fox, de la mano del electorado, rompió la barrera del presidencialismo convencional.
Esta nueva oleada de virreyes y narcopolíticos lo quiere todo y no disimulan.
Cada vez que incrementan las violaciones a los derechos humanos, los secuestros, las violencias criminales alguien asegura: “Dicen que el presidente ya regañó al gobernador”; buena parte de la sociedad persiste en repetir el discurso del presidencialismo tradicional.
Pero la evidencia demuestra que Enrique Peña Nieto ha perdido por completo el control de sus propios gobernadores; la corrupción descarada no es punible desde la mirada de alguien que la ejerce con tanto descaro. Al habitante de Los Pinos le sirven los estados por sus maquinarias electorales bien afinadas, ellas son parte de un sistema que aún funciona mejor de lo que quisiéramos; por lo demás los deja gobernar como les place.
Esto viene a cuenta porque este año Sinaloa y Quintana Roo tienen elecciones para gobernadores, en ambos estados se cuecen habas: en el noroeste por la influencia evidente del cártel dominante cuyo líder, ahora libre, seguirá intentando gobernar municipios y el propio estado; allá la gente sueña con que un independiente les libre de una elección de Estado Criminal, pero todo indica que Manuel Clouthier, el único con la credibilidad y la preparación, no se lanzará este año. En Sinaloa se murmura que el asesinato del padre podría repetirse en el hijo si tiene la valentía. Esperemos que se equivoquen.
Sinaloa no es el único estado del país en que el homicidio de un candidato podría ser la salida de las mafias que han tomado el poder. El mes pasado una camioneta en la que viajarían el precandidato y subsecretario de Turismo, Carlos Joaquín González y su esposa, tuvo un aparatoso accidente carretero en una zona en la que los teléfonos celulares no tienen señal. Joaquín y su esposa decidieron de última hora no subir en el vehículo, nadie lo sabía. Casi inmediatamente que sucedió el trágico accidente que arrebató la vida a una familia local con la que se impactó la camioneta en la que supuestamente viajaría el candidato, los troles de redes sociales y algunos medios cercanos al gobernador acusaron de asesino al candidato. Aseguraron, sin una sola evidencia, que el chofer había huido de la escena, cuando en realidad los tripulantes estaban severamente heridos y uno de ellos quedó en coma. Nadie mencionó la presencia de un trailer que se lanzó contra la camioneta que terminó volteada en un vado.
Ahora la PGR ha recibido un informe detallado de los hechos que no coinciden en absoluto con la noticia original que parecía un copia-pega en los diarios pro-gobierno. Es bien sabido que Roberto Borge ha expresado frente a empresarios y políticos que jamás llegará al poder Carlos Joaquín; el gobernador incluso ha hostigado a empresarios que se han reunido con el hermanastro de Pedro Joaquín Coldwell, ex gobernador de Quintana Roo y actual Secretario de Energía.
La guerra intestina dentro del propio PRI en el estado hace cada vez más evidentes los alcances de las venganzas de cada grupo; el gobernador ha quemado a un candidato (Góngora) para proteger a otro (Toledo). Lo que le ocupa es que quede en su lugar uno de los suyos, que le proteja y evite que le investiguen cuando no tenga fuero. Teme que investiguen las desapariciones forzadas y el despojo multimillonario en Tulum y Majahual orquestado por él y su socio Félix González (ex gobernador del estado); teme que evidencien cómo secuestró al poder judicial y los 10 casos emblemáticos de tortura, entre ellos el de Héctor Casique Fernández y el de Pedro Canché. El primero sigue preso a pesar de la orden judicial de liberarlo, el segundo salió libre gracias a la organización internacional Article 19. Borge teme que se evidencien en un juicio todos los actos de corrupción, el robo de tierras, el aumento en el trasiego de drogas y de personas traficadas desde la frontera con Chetumal. Y porque teme, violenta y hostiga lo mismo a periodistas que a empresarios que no se cuadran a sus intereses. Ha gastado sumas multimillonarias para publicar panfletos y clonar medios a su antojo. Ha sometido al estado al peor endeudamiento de la historia para el estado que más recursos aporta al PIB nacional.
Mientras el PRI juega sus juegos mortales, Morena se ha convertido en Quintana Roo en la fuerza política más potente que hayamos tenido como oposición. Borge y sus actos de brutalidad han causado lo que el PRD nunca logró: unir a cientos de miles de personas jóvenes a sumarse a un partido opositor; si Morena no elige mal a su candidato tal vez le dé una sorpresa al país.
FUENTE: ARISTEGUI NOTICIAS.
AUTOR: LYDIA CACHO.
LINK: http://aristeguinoticias.com/0401/mexico/cual-presidencialismo-articulo-de-lydia-cacho/
Esta nueva oleada de virreyes y narcopolíticos lo quiere todo y no disimulan.
Cada vez que incrementan las violaciones a los derechos humanos, los secuestros, las violencias criminales alguien asegura: “Dicen que el presidente ya regañó al gobernador”; buena parte de la sociedad persiste en repetir el discurso del presidencialismo tradicional.
Pero la evidencia demuestra que Enrique Peña Nieto ha perdido por completo el control de sus propios gobernadores; la corrupción descarada no es punible desde la mirada de alguien que la ejerce con tanto descaro. Al habitante de Los Pinos le sirven los estados por sus maquinarias electorales bien afinadas, ellas son parte de un sistema que aún funciona mejor de lo que quisiéramos; por lo demás los deja gobernar como les place.
Esto viene a cuenta porque este año Sinaloa y Quintana Roo tienen elecciones para gobernadores, en ambos estados se cuecen habas: en el noroeste por la influencia evidente del cártel dominante cuyo líder, ahora libre, seguirá intentando gobernar municipios y el propio estado; allá la gente sueña con que un independiente les libre de una elección de Estado Criminal, pero todo indica que Manuel Clouthier, el único con la credibilidad y la preparación, no se lanzará este año. En Sinaloa se murmura que el asesinato del padre podría repetirse en el hijo si tiene la valentía. Esperemos que se equivoquen.
Sinaloa no es el único estado del país en que el homicidio de un candidato podría ser la salida de las mafias que han tomado el poder. El mes pasado una camioneta en la que viajarían el precandidato y subsecretario de Turismo, Carlos Joaquín González y su esposa, tuvo un aparatoso accidente carretero en una zona en la que los teléfonos celulares no tienen señal. Joaquín y su esposa decidieron de última hora no subir en el vehículo, nadie lo sabía. Casi inmediatamente que sucedió el trágico accidente que arrebató la vida a una familia local con la que se impactó la camioneta en la que supuestamente viajaría el candidato, los troles de redes sociales y algunos medios cercanos al gobernador acusaron de asesino al candidato. Aseguraron, sin una sola evidencia, que el chofer había huido de la escena, cuando en realidad los tripulantes estaban severamente heridos y uno de ellos quedó en coma. Nadie mencionó la presencia de un trailer que se lanzó contra la camioneta que terminó volteada en un vado.
Ahora la PGR ha recibido un informe detallado de los hechos que no coinciden en absoluto con la noticia original que parecía un copia-pega en los diarios pro-gobierno. Es bien sabido que Roberto Borge ha expresado frente a empresarios y políticos que jamás llegará al poder Carlos Joaquín; el gobernador incluso ha hostigado a empresarios que se han reunido con el hermanastro de Pedro Joaquín Coldwell, ex gobernador de Quintana Roo y actual Secretario de Energía.
La guerra intestina dentro del propio PRI en el estado hace cada vez más evidentes los alcances de las venganzas de cada grupo; el gobernador ha quemado a un candidato (Góngora) para proteger a otro (Toledo). Lo que le ocupa es que quede en su lugar uno de los suyos, que le proteja y evite que le investiguen cuando no tenga fuero. Teme que investiguen las desapariciones forzadas y el despojo multimillonario en Tulum y Majahual orquestado por él y su socio Félix González (ex gobernador del estado); teme que evidencien cómo secuestró al poder judicial y los 10 casos emblemáticos de tortura, entre ellos el de Héctor Casique Fernández y el de Pedro Canché. El primero sigue preso a pesar de la orden judicial de liberarlo, el segundo salió libre gracias a la organización internacional Article 19. Borge teme que se evidencien en un juicio todos los actos de corrupción, el robo de tierras, el aumento en el trasiego de drogas y de personas traficadas desde la frontera con Chetumal. Y porque teme, violenta y hostiga lo mismo a periodistas que a empresarios que no se cuadran a sus intereses. Ha gastado sumas multimillonarias para publicar panfletos y clonar medios a su antojo. Ha sometido al estado al peor endeudamiento de la historia para el estado que más recursos aporta al PIB nacional.
Mientras el PRI juega sus juegos mortales, Morena se ha convertido en Quintana Roo en la fuerza política más potente que hayamos tenido como oposición. Borge y sus actos de brutalidad han causado lo que el PRD nunca logró: unir a cientos de miles de personas jóvenes a sumarse a un partido opositor; si Morena no elige mal a su candidato tal vez le dé una sorpresa al país.
FUENTE: ARISTEGUI NOTICIAS.
AUTOR: LYDIA CACHO.
LINK: http://aristeguinoticias.com/0401/mexico/cual-presidencialismo-articulo-de-lydia-cacho/
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