El gobierno federal parece empeñado en no ver los grandes problemas que aquejan a México, sobre todo aquellos relacionados con la violencia, la corrupción y la pobreza.
Pero en vez de atender esos flagelos, se ha dedicado a rematar los pocos bienes nacionales que quedan, a privilegiar a las clases políticas y económicas corruptas y, en consecuencia, a profundizar las desigualdades de nuestra sociedad.