CHILPANCINGO, Gro. (apro).- A dos años de haber asumido la gubernatura, las promesas que hizo el priista Héctor Astudillo Flores de romper círculos viciosos y dar tranquilidad, paz y justicia a los guerrerenses, quedaron en el olvido. Su gobierno está marcado ahora por la violencia, la impunidad y la corrupción, en una entidad donde el narco lo controla casi todo.
En marzo pasado el obispo de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, afirmó que el gobierno de Astudillo había pactado con el narco en algunas regiones de la entidad. Sin embargo, agregó, la violencia no cesa porque “en el fondo hay cierta repartición de dividendos entre ambos”.