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Repatriaciones de infancias migrantes alcanzan récord en 2024 y el Estado mexicano falla en su protección, señalan organizaciones

Una de cada cuatro personas que migran es menor de edad, y en 2024, bajo la presidencia de Joe Biden, las políticas migratorias de EU alcanzaron un nuevo máximo histórico en la repatriación de niñas, niños y adolescentes.

Yair tiene 21 años y es de Honduras. Lleva cinco años viviendo en la Ciudad de México. Llegó a los 15, y prácticamente se crió y estudió en la Casa de acogida, formación y empoderamiento para mujeres y familias migrantes y refugiadas (Cafemin). Hoy está a cargo del taller de panadería.

“Lo que yo sé hoy en día y a lo que me dedico, de aquí salió todo, de esta panadería y de este albergue: el estudio, el esfuerzo, todo lo que he aprendido”, sostiene. Yair llegó a México como adolescente no acompañado desde su país de origen, y ahora trabaja formalmente en restaurantes e incluso ganó un premio. Estudió atención al comensal, barista, panadería y gastronomía internacional. Además, está terminando la preparatoria. 

Se expresa como un chef profesional, porque lo es. Cuando eres chef, explica, es necesario presentarse junto al equipo de apoyo. Por eso prefiere hablar de su historia al interior de la cocina, rodeado por el escenario y los utensilios que le son familiares. “No solo yo hice esto, lo hicimos todos”, se refiere a los panqués y galletas que están sobre la mesa. Dice que el pan no debe secar la boca y cuenta en qué restaurantes empezó a trabajar y cómo ganó su premio cuando se le ocurrió, ante la falta de leche o agua, ponerle yogur a la masa para las conchas.

No todas las niñas, niños y adolescentes que se albergan en Cafemin corren con la misma suerte, sobre todo ante el viraje de las políticas migratorias tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y el recrudecimiento de las acciones del Instituto Nacional de Migración (INM) en México.

Un niño menor que Yair le preguntó a la hermana María Magdalena Silva Rentería, encargada del albergue, si le podía dar una mochilita. Ella pensó que la necesitaba para la escuela, pero pronto se dio cuenta de que quería empacar sus cosas porque su mamá quiere regresar a su país de origen. Como muchos otros, ese niño se enfrenta hoy a fuertes sentimientos de frustración y fracaso. 

La hermana Silva confiesa que ese encuentro no deja de darle vueltas en la mente. Relata la escena un martes en medio del ambiente entre festivo –por las visitas– y preocupante que se vive en el albergue. El diagnóstico de la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes (Redodem) que se presenta este día dice que una de cada cuatro personas que migran son niñas, niños y adolescentes, la mayoría acompañados, pero una gran proporción, como ocurrió con Yair, no.


Infancias y adolescencias migrantes frente a la desprotección del Estado mexicano

De cualquiera de las dos formas, se enfrentan a problemáticas específicas durante su estancia en albergues, pero hoy están, además, ante un Estado que activamente genera cada vez una mayor desprotección de la niñez y adolescencia que migra. Mientras que en todo 2023 se reportaron 113 mil 660 eventos de niñas, niños o adolescentes en situación migratoria irregular, solo en el primer semestre de 2024 se alcanzó cerca de un 75 % de esa cifra, recuerda el reporte. 

Sin embargo, la estadística, precisan las organizaciones, si bien evidencia una tendencia al incremento de la movilidad, desenmascaran una doble falacia: la ineficacia de las medidas de militarización para disuadir la migración y “resolver” el aumento del tránsito por México, así como la supuesta pretensión de proteger a las personas migrantes que pasan por el país. Las políticas de las autoridades mexicanas más bien han llevado a prácticas deshumanizantes que promueven la visión de quienes migran como “ilegales”.

Además, de acuerdo con datos de los Boletines estadísticos 2010-2024 de la Unidad Política Migratoria, recabados por la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), durante 2024 sumaron 30 mil 321 las personas de entre 0 y 17 años –de las que 31.6 % eran mujeres y 68.4 % hombres– que fueron repatriadas de Estados Unidos a México.

Por otro lado, las repatriaciones de infancias y adolescencias migrantes desde Estados Unidos, que habían disminuido entre 2010 y 2020, alcanzaron un máximo histórico anual en 2024. Después de la reducción de movilidad que produjo la pandemia en 2020, entre 2023 y 2024 se registró un incremento de 21.4 % en repatriaciones de personas en el rango de edad de 0 a 17 años. 

En total, precisa la REDIM, de 2010 a 2024 se han reportado 47 mil 738 repatriaciones de mujeres y 210 mil 262 de hombres en el grupo etario de 0 a 17 años. Durante 2024, una de cada cuatro se concentró en Chiapas, Guerrero y Guanajuato. En tanto, tres de cada cinco estaban acompañadas, mientras que dos no. Sin embargo, en el caso de las y los adolescentes –12 a 17 años–, la mayoría no estaban acompañados (69.5 %), mientras que cuando se trata de las infancias de 0 a 11 años la proporción de acompañadas alcanza un 98.7 %.

“La combinación de estas condiciones, derivadas de la desprotección estatal y el desbordamiento de capacidades de los albergues que atienden a las niñas, los niños y adolescentes, ha generado serios obstáculos en la protección de la niñez y adolescencia dentro de estos mismos albergues”, apunta el informe. 

Además, afecta al personal encargado de su cuidado, pues la falta de recursos impide que los albergues puedan cubrir todas las necesidades de las infancias, tanto en términos financieros como humanos. Por ello, aseguran que es imprescindible desarrollar nuevas estrategias para identificar herramientas y metodologías más apropiadas y eficientes.

“Este albergue ha sido más que un lugar de paso”

En Cafemin, por ejemplo, señala la hermana Silva, de 119 personas que se encuentran actualmente albergadas, 57 son niñas, niños o adolescentes, quienes se enfrentan a diversos escenarios luego de un periodo en el que, mediante diversos esfuerzos y diálogos, se habían logrado alrededor de 400 reunificaciones familiares, que ahora ya no son posibles. Eso ha transformado al mismo tiempo el escenario de expectativas y el cómo impactan en las infancias. 

Además de las personas albergadas, en las calles aledañas permanece instalado un campamento con casi 500 personas. Considerando el gran total –más de 600–, cerca de un 60 % quiere regresar a su país de origen, lo que produce en las infancias fuertes sentimientos de frustración y fracaso; otro 25 a 30 % está planeando quedarse en México ante la imposibilidad creciente de cruzar hacia Estados Unidos, mientras que una población más reducida todavía espera el “milagro” de que vuelvan a abrirse las fronteras. 

“Este albergue ha sido más que un lugar de paso. A través del canto queremos compartir un pedacito de lo que sentimos”, dice una niña que hace de maestra de ceremonias después de la presentación del informe. Diferentes grupos de infancias, con máscaras de diversos animales o guitarras de cartón, entonan “Mi granja” y “La primavera llegó”. Valentina e Iker, un dueto, siguen con “Poco loco”. 

La presentación termina con una canción que recuerda la esperanza y la confianza de lo que la vida les puede ofrecer, dice la conductora. “Color esperanza” suena a capela, con un joven del personal del albergue que les guía con la guitarra. “Saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera”, elevan la voz las niñas y niños mientras sostienen en el escenario banderas de sus diferentes países de origen: Honduras, El Salvador, Venezuela, Colombia, Nicaragua, Perú… 

Según los datos recabados por el informe, la población más frecuentemente atendida en albergues son mujeres en estado de gestación, niñas y niños entre los 6 y 7 años de edad, e infancias entre los 8 y 13. La niñez y adolescencia migrantes enfrentan vulnerabilidades especiales, agrega. Además de su edad, están regularmente expuestos a una categoría adicional de riesgo, como la condición migratoria, el género, las limitaciones de idioma y las carencias económicas, factores que incrementan su vulnerabilidad.

Sin embargo, muchos espacios de acogida no cuentan con áreas específicas para la niñez, además de que esta puede ser víctima de violencia intrafamiliar, en lo particular cuando les son asignados roles inapropiados para su edad, como maternar o paternar a hermanos más jóvenes. 

A esto se suma el condicionamiento de la niñez y adolescencia migrante, por parte de autoridades estatales, para que opten por el retorno como primera respuesta, así como barreras diversas que les impiden solicitar y recibir protección internacional. Aunado a ello, en muchos albergues enfrentan dificultades en el acceso a derechos como educación, recreación y salud.

El informe también destaca que se han identificado niñas y niños en riesgo de apatridia debido a las dificultades que encaran para obtener el reconocimiento de la nacionalidad en su país de nacimiento cuando nacen durante el tránsito migratorio o en México. El reporte también consigna una serie de buenas prácticas dirigidas a los albergues.

“Preocupa la falta de voluntad estatal para garantizar la protección de los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes migrantes. Se evidencia que la respuesta de las procuradurías de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes es lenta e ineficaz. Además, persiste la negativa del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de inscribir a infancias en guarderías, lo cual genera una carga adicional para los albergues”, consigna en una de sus conclusiones.

“He aprendido que cuando enseñas, no solo enseñas tú –dice Yair–, también aprendes, siempre hay un: ‘ah, pero, chef, por qué no le pone esto, en vez de esto’; por ejemplo, cuando son de otros países, me han traído recetas de otros países, que tienen otros ingredientes que a lo mejor aquí se llaman con otro nombre; yo las recetas que me enseñan, las trato de mejorar”, asegura entre su equipo, compuesto por niños y adolescentes de diversos países de Latinoamérica.

FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: MARCELA NOCHEBUENA.