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Dos rarámuri defensores de los bosques asesinados en enero

Los defensores comunitarios del medio ambiente, los que cuidan sus bosques y sus aguas, sus montañas, el viento, la tierra y el territorio, están siendo asesinados en México y en toda América Latina. Son ellos enemigos de empresarios, gobiernos y crimen organizado, quienes ven amenazados sus intereses por la resistencia de quienes no están dispuestos a entregar sus recursos naturales.

Este 2017 arrancó con el asesinato de dos defensores de la sierra rarámuri, en Chihuahua. El 15 de enero pasado el ambientalista comunitario Isidro Baldenegro fue abatido a balazos, luego de haber recibido decenas de amenazas por su defensa de los bosques de la Sierra Madre Occidental. Quince días después, el 31 de enero, Juan Ontiveros Ramos fue secuestrado y encontrado muerto al día siguiente.

Baldenegro, como la luchadora lenca Berta Cáceres, ambientalista hondureña asesinada en marzo del 2016, también fue galardonado con el reconocido premio Goldman. De 51 años de edad, el defensor rarámuri fue acribillado en la comunidad Coloradas de la Virgen, en el municipio de Guadalupe y Calvo.

Nada es casualidad en estas tierras azotadas por el crimen organizado y empresarios madereros que reciben el cobijo de las autoridades en turno y se han apropiado de los recursos de la sierra. Hoy, como desde hace cuatro décadas, los rarámuri están siendo expulsados de sus rancherías por la violencia. Los que se quedan se juegan la vida en la lucha por el reconocimiento de sus tierras, por impedir que la deforestación acabe con la totalidad de sus bosques y por recobrar la unidad de su pueblo.

La muerte no es nueva en esta tierras. El padre de Isidro, Julio Baldenegro, también defensor de los bosques, fue asesinado por un grupo de sicarios en 1986. Siete años más tarde su hijo constituyó una organización para continuar con la defensa de la Sierra Madre Occidental, región invadida por los talamontes clandestinos que codician sus maderas de pino y roble.

Aún no pasaba la conmoción por la muerte de Isidro cuando, el 1 de febrero de 2017, Juan Ontiveros Ramos, defensor de la comunidad indígena de Choréachi, fue encontrado sin vida. Apenas el 20 de enero anterior, Ontiveros había sostenido un encuentro con la Unidad de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, en el que volvió a denunciar el despojo territorial y habló de las amenazas en su contra.

Ya pasaron los tiempos en los que la denuncia pública, las medidas cautelares y la difusión internacional brindaban cierta protección a los defensores bajo peligro. En octubre de 2015 Juan entregó un video con su testimonio a la CIDH en el que explicó la alarmante situación en las que sobreviven los rarámuri que permanecen en su territorio.

En 2013, señaló la red de organizaciones de derechos humanos “Todos los Derechos Para Todos”, un grupo de indígenas de la región realizó una denuncia ante instancias internacionales y, como consecuencia, una de las principales denunciantes no pudo regresar a su comunidad debido a que los agresores la amenazaron.

Hoy, afirman, la situación es más grave, por lo que circula un llamado de emergencia para resguardar la vida e integridad del resto de los habitantes de la comunidad de Choréachi.

Por su parte, el Congreso Nacional Indígena y el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional se solidarizaron con el pueblo rarámuri “tan dolido por estos dos asesinatos que se suman a los 18 homicidios contra sus comunidades desde 1973, cuatro de ellos en el último año”, y les ofrecieron su respaldo “como pueblos indígenas del país que nos organizamos para defender nuestras vidas y nuestros territorios”.





Fuente: Suplemento Ojarasca/La Jornada
http://ojarasca.jornada.com.mx/2017/02/10/dos-raramuri-defensores-de-los-bosques-asesinados-en-enero-2610.html

Alto a los asesinatos de compañeros Indígenas Rarámuris; CNI-EZLN

Tras el asesinato de miembros Rarámuris en defensa del ambiente en Chihuahua, el CNI-EZLN denunció los hechos ocurridos en la Sierra Taraumara, donde señalaron como actos perpetrados por grandes terratenientes y grupos de la delincuencia organizada.

En un comunicado emitido este sábado, integrantes del CNI-EZLN calificaron los hechos ocurridos como una “barbaridad” contra sus compañeros que mantienen una la lucha de su pueblo por la recuperación de su territorio, donde señalaron, se mantiene “acaparado desde hace más de 40 años por grandes terratenientes ganaderos y grupos de la delincuencia organizada”.

Así mismo, matizaron su solidaridad con el pueblo Rarámuri, donde suman 18 homicidios contra la comunidad desde 1973, cuatro de ellos en el último año.

“Abrimos nuestros corazones a la lucha incansable que están librando contra la delincuencia organizada y terratenientes respaldados por los malos gobiernos, les ofrecemos nuestro respaldo como pueblos indígenas del país que nos organizamos para defender nuestras vidas y nuestros territorios”, finalizaron.





Fuente: Somos el Medio
Autor: Ricardo Ortiz
http://somoselmedio.org/article/alto-los-asesinatos-de-compa%C3%B1eros-ind%C3%ADgenas-rar%C3%A1muris-cni-ezln

Así expulsa el crimen organizado a los rarámuris de sus territorios en México

El 26 de febrero de 2015 un grupo de sicarios del Cártel de Sinaloa mató a Benjamín Sánchez, un adolescente de 18 años, por negarse a trabajar para ellos. Un mes después, su padre, Cruz Sánchez, regresaba del Ministerio Público de Ciudad Cuauhtémoc sin respuestas sobre el asesinato de su hijo, cuando recibió la llamada de un amigo: los mismos delincuentes que habían disparado a Benjamín lo esperaban en el camino. Cruz, un hombre alto que lleva sombrero hasta en la noche, se bajó de su camioneta y caminó durante ocho horas por las barrancas de la Sierra Tarahumara, en el estado de Chihuahua. Logró evadir el retén y llegar a su comunidad, El Manzano. Pero tres días después aquellos que lo esperaban aparecieron en su pueblo.

Era cerca del mediodía. Otros dos hijos de Sánchez caminaban hacia una tienda para comprar víveres cuando escucharon "¡Que los acaben!": un grupo armado los había rodeado. Los dos chicos se refugiaron en casa de una pariente. Agarraron unos rifles — en la sierra es costumbre guardar un calibre 22 para repeler a los coyotes — y se defendieron. "Si no nos defendemos nos hubieran acabado", recuerda Cruz Sánchez, que durante el enfrentamiento estaba en casa de su madre y avisó a varios contactos en la capital del estado para que pidieran auxilio a las autoridades. El tiroteo se prolongó durante siete horas. Murió un sicario y uno de sus hijos recibió tres balazos. Al anochecer, llegaron los militares. Toda la familia abandonó la comunidad.

Desde aquel 29 de marzo, Sánchez sólo ha vuelto una vez. Pidió escolta policial para ir a buscar algunas de sus pertenencias. No había nada que recoger.
'Yo creo que lo más grave es lo que está pasando con el robo de tierras para la siembra'.

El Manzano, un pequeño poblado en el que vivían unas 34 familias, el 90% de la etnia rarámuri, está situado en el sur de la sierra de Chihuahua, una de las principales regiones de producción de marihuana y amapola de México. En este estado, fronterizo con Estados Unidos, los cultivos ilícitos se plantan desde hace décadas, pero según cuentan en anonimato dos hombres recientemente desplazados de El Manzano, los negocios del narcotráfico no interferían en la vida de la comunidad. Los indígenas podían dedicarse sin temor a la agricultura y a la ganadería. En las fiestas como Semana Santa, se reunían en su centro ceremonial. Conmemoraban la pasión de Cristo al tiempo que mantenían viva su tradición: según la cosmovisión tarahumara las fiestas sirven para curar, restablecer el orden y alejar el caos.

Hace dos años esa rutina cambió. Algunos líderes comunales fueron reclutados por el crimen y la vida comunitaria se rompió. Los cultivos de maíz dieron paso a los de amapola. Los habitantes dejaron de reunirse y se refugiaron en sus ranchos. Los sicarios se convirtieron en una presencia cotidiana.

"Querían que trabajaran para ellos en los cultivos y que se integraran a su grupo para controlar la región. A casi toda la gente la ponen a trabajar en sus propias tierras. Ese bando controla varios municipios. Son gente de debajo de Sinaloa", afirma Sánchez, quien por seguridad vive desde hace un año en la ciudad de Chihuahua, la capital del estado del mismo nombre.

Desde que Sánchez huyó, El Manzano se fue despoblando. En marzo pasado un grupo de sicarios allanó otra vez el pueblo para despojar de sus tierras a los pocos que permanecían allí a pesar del miedo. La última familia se escondió tres días entre los pinos de las barrancas con los animales salvajes. Desde la distancia vieron desaparecer su comunidad. Les robaron el ganado, después la ropa, la comida, les quemaron su rancho. A éstos sólo les quedaban tres opciones: cultivar amapola, morir o escapar. Con su huida no quedó ya nadie a quién amenazar.



Los municipios de Urique, Chinípas y Valle de Juárez los más afectados por los desplazamientos forzados. (Imagen por Nadia del Pozo/VICE News).

Los capturan, los llevan a la fuerza y nunca les pagan

En la sierra Tarahumara vive el 90% de la población indígena de Chihuahua [104.014, la gran mayoría rarámuris]. Es un lugar inmenso, con varias barrancas más profundas que el Gran Cañón de Colorado, pero desde hace ocho años, después de que el gobierno de Felipe Calderón declaró la guerra contra el narcotráfico, sus indígenas están cada vez más acorralados.

Los retenes del narcotráfico son visibles en los cruces de camino, donde acaba el pavimento y empieza la terracería. En muchos lugares los habitantes se han autoimpuesto un toque de queda a las seis de la tarde. En la trocha que lleva a la comunidad de Samachique se ve el rastro de coches quemados. Algunos lugareños dicen que hubo una batalla campal el año pasado, que se enfrentaron unas 50 personas y que nunca se investigó. Pero, en general, no dicen mucho. El miedo los tiene atenazados.

Uno de los poco rarámuris que se atreve a hablar, aunque desde el ineludible anonimato, cuenta que el día antes de nuestra conversación un conocido llegó a su casa, medio desnutrido. Se había escapado en la noche de un plantío de amapola. "Ahorita están plantando de las cosas que siembran y por eso necesitan mucha gente. Van por la comunidad, los llevan a la fuerza. Nunca les pagan", denuncia. El año pasado lo intentaron reclutar, pero logró escapar. Antes de regresar a su comunidad, Munerachi, en el interior de la sierra, trabajó durante meses en la pizca de manzana en otras zonas del estado.

"Lo que está sucediendo es que los cárteles se multiplican. Son dos [Sinaloa y Juárez] pero se atomizan y están en todos lados. Empieza a haber más armas, más droga y la siembra de estupefacientes no para. ¿Cuál combate al narcotráfico? Todo esto se hace a la luz del día con presencia policiaca y del Ejército. No puedes tú imaginar que no haya colusión con tanta impunidad", sostiene Isela González, directora de Alianza Sierra Madre, una ONG que defiende el derecho al territorio de los indígenas.
'¿Cuál combate al narcotráfico? Todo esto se hace a la luz del día con presencia policiaca y del Ejército'.

Después de casi dos décadas trabajando con las comunidades, González ha sido amenazada de muerte y desde hace dos años no puede regresar a la sierra. Cuando en 2013 comenzaron a hostigarla en Guadalupe y Calvo, el municipio en el que trabajaba, la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes era de 164, según el Observatorio Ciudadano de la Violencia, más del doble que la tasa combinada de Juárez y Chihuahua, las dos principales ciudades del estado.

Incluso organismos oficiales, como la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), tienen que pedir permiso para visitar las comunidades. "Por lo regular todos quieren combustible. Si le piden un bote dele dos. Si no se meten conmigo yo tampoco tengo nada que ver con ellos. Ellos saben todo", dice un trabajador del CDI que pide el anonimato por miedo a represalias.

El hombre cuenta que en los últimos tiempos ha visto a jóvenes, casi niños, con cuernos de chivo más grandes que ellos o a otros que portaban tres armas. Muchos de los que salen a la ciudad, regresan a su comunidad sin querer hablar su lengua y con un celular en el que escuchan narcocorridos. El consumo de droga, algo impensable hace años, también se ha extendido, sobre todo de marihuana, cocaína y crack. Con el paso bloqueado para las ONGs, y las dificultades que enfrentan los organismos oficiales, la presencia más cotidiana en las comunidades es la del crimen.


Javier Ávila 'Padre Pato', sacerdote y activista, ha vivido en la Sierra Tarahumara durante 41 años.(Imagen por Felipe Luna/VICE News).

En febrero pasado, Amnistía Internacional denunció que hay unas 1.689 personas desaparecidas en el estado. Tan solo en el municipio de Cuauhtémoc, el gobierno reporta 351 casos, síntoma de una epidemia de desapariciones en la región. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos denunció en octubre del año pasado que entre 2009 y 2015 hubo al menos 1.908 casos de desplazamiento forzado producto de la violencia, siendo los municipios de Urique, Chinípas y Valle de Juárez los más afectados. A pesar de las denuncias, el gobernador de Chihuahua, César Duarte, niega que existan focos rojos de violencia. La vida en la sierra, no obstante, se ha degradado.

"Yo creo que lo más grave es lo que está pasando con el robo de tierras para la siembra. Incluso el reclutamiento forzado de jóvenes. Una de dos: o los matan o tienen que desaparecerse", dice Javier Ávila, más conocido como el padre 'Pato', un sacerdote y activista social que lleva viviendo 41 años en la Sierra Tarahumara.
'Imagínate a familiares de 13 muertos. Había masa encefálica en el suelo, uno con el vientre abierto'.

En su oficina, en el centro de Creel, la ciudad que sirve como puerta de entrada a la sierra, cuenta que en 2008 los creelenses comenzaron a hacer parada obligada en San Juanito, un pequeño pueblo vecino a 32 kilómetros. Un grupo de jóvenes había impuesto un retén. Bajaban a la gente de sus camionetas y les preguntaban hacia dónde iban, a qué se dedicaban. En las conversaciones de café se empezó a hacer cada vez más presente un nombre: La Línea. Poco después sabrían que La Línea era parte del Cártel de Juárez.

El 16 de agosto de ese año un comando armado llegó a Creel y asesinó a 13 personas, entre ellas un bebé de un año. "En la matanza, cuando yo llegué, había una patrulla de tránsito y enseguida se fue. Imagínate a familiares de 13 muertos. Había masa encefálica en el suelo, uno con el vientre abierto. Después de muchas horas los policías vienen de Cuauhtémoc. Dicen que estaba lloviendo y no podían pasar", dice el padre 'Pato' frente a una pared repleta cruces que le han regalado a lo largo de los años.

En el lugar donde ocurrió la masacre, conocido hoy como Plaza de la Paz, se erige un monumento en memoria de los muertos. En la placa se lee: "Porque el hombre es capaz de las peores atrocidades y no podemos permitir que se borre la historia ni se pierda la memoria". La plaza también es un símbolo de que Creel, centro turístico para los visitantes de las Barrancas del Cobre, es la frontera entre los dominios del Cártel de Juárez y el de Sinaloa.
'Quítate tú para ponerme yo, y si no, te mato'

El 29 de marzo del año pasado, cuando bajaba escoltado por los militares las 15 horas que separan a El Manzano de la ciudad de Chihuahua, a Cruz Sánchez le habían quitado a un hijo, herido a otro y quemado su rancho y sus pertenencias. No le quedaba nada allí, ni siquiera una identificación. Pero ya desde aquel momento sólo pensaba en regresar.

Sánchez ha intentado reproducir la red de cooperación que tenía en la sierra y ha formado bolsas de trabajo, aunque nunca se adaptará del todo al estilo de vida urbano. "Es que se extraña todo. Ahí nacimos, de ahí son nuestros padres, nuestros abuelos. Ahorita nos quedamos sin nada", comenta. Cuando una comunidad indígena es desplazada, no sólo pierde la tierra y sus lugares sagrados, sino un modo de situarse en el mundo.

La realidad en la sierra es tan excepcional que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos cambió su rutina de pedir medidas cautelares para un individuo y, en el caso de El Manzano, lo extendió a toda la comunidad. "Lo que se está viviendo en la sierra es una invasión y un desplazamiento masivo. Es un quítate tú para ponerme yo, y si no te quitas, te mato. Hay una convivencia de todos con todos (crimen y autoridades) y lo que menos importa es el ciudadano", dice Alma Chacón, integrante de Contec, una asociación que nació como consultoría técnica para la agricultura y se convirtió en defensora de los derechos humanos por las constantes violaciones que sufren los habitantes de la sierra.

Los desplazados siguen llegando. En marzo pasado, unas 26 familias del municipio de Bocoyna huyeron a Chihuahua. En septiembre del año anterior, más de 300 familias abandonaron su pueblo en Chinípas por las amenazas del narco. El Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, que ha apoyado a los desplazados en la región, reporta que por lo menos unas 200 familias en la capital del estado han pedido apoyo para regresar a sus comunidades.

La Comisión de Derechos Humanos de Chihuahua, a cargo de José Luis Armendáriz, sin embargo, sostuvo el pasado marzo que no tienen ningún tipo de denuncia sobre los desplazamientos. "Nos han comentado que si estamos fuera nos quieren quitar los derechos ejidales. Está canijo. Estamos perdiendo cada vez más todo. Toda la cuestión forestal también la opera ese grupo [el Cártel de Sinaloa]. La gente tiene miedo a hablar. Ahorita ellos [el crimen organizado] tienen el control de todo", dice Sánchez. El Manzano, ahora en manos de la mafia, es una de las principales zonas de producción de madera de la sierra.

La familia de Sánchez y la de los otros dos desplazados, más de 50 personas, viven de las medidas cautelares de la Secretaría de Gobernación, que les da derecho a vivienda, escolaridad y una despensa. La parte humanitaria es la que suele funcionar en estos casos, explica Chacón, pero denuncia la parálisis de las autoridades a la hora de investigar o actuar contra el crimen. Se ha cumplido un año del allanamiento que lo expulsó de su tierra y Sánchez no sabe cuántas veces le ha pedido a las autoridades que arresten a los traficantes y erradiquen la amapola para volver a plantar maíz. Sólo ha obtenido promesas vacías. La carpeta de investigación del asesinato de Benjamín sigue con el mismo grosor. Desde el día en que una llamada le salvó la vida a Sánchez no hay ninguna novedad.

A pesar de todo, sigue planeando un retorno improbable: "En las policías estatales ya no hay confianza. En el Ejército tampoco tanto, pero se puede confiar un poco más siempre que sea rotativo. Sabemos que cada vez somos más los desplazados. Si el gobierno no puede, de quién esperamos. Otra cosa es la comunidad, hacer algo... Ya hemos insistido mucho tiempo".





Fuente: Vice News
Autor: Dromómanos
https://news.vice.com/es/article/asi-expulsa-crimen-organizado-raramuris-territorios-mexico?utm_source=vicenewsesfbmx

Policías municipales “levantan” y asesinan a joven rarámuri

CHIHUAHUA, Chih: Un joven padre de familia rarámuri fue “levantado” ayer por policías municipales afuera de su comunidad en Ciudad Juárez. Eran las 7:40 horas. A las 11, un cuerpo sin vida fue localizado en la colonia Ampliación Fronteriza. Por la tarde, se confirmó que se trataba de la persona que había sido “detenida” por los uniformados.

Sólo se dio a conocer el hallazgo, hasta que la comunidad denunció que se trataba de un rarámuri que habían “levantado” los policías.

Cuando la comunidad se enteró de lo sucedido, interpusieron la demanda y ayer en la noche, el secretario de Seguridad Pública Municipal de Juárez, César Omar Muñoz Morales, dio a conocer en rueda de prensa que entregaron a dos agentes a la Fiscalía General del Estado, como presuntos responsables de homicidio agravado.

De acuerdo con María Rosalinda Guadalajara Reyes, gobernadora de la colonia Tarahumara, alrededor de las 7:40 de este domingo, Carlos Efraín Jaris Cruz -también lo conocían como Ramiro-, estaba dormido afuera del comedor del asentamiento, cuando llegaron dos unidades de la policía municipal, la 451 y 442, de las que descendieron cuatro personas, “tres hombres y una mujer” que se llevaron al rarámuri por la fuerza.

“El muchacho no estaba haciendo nada que fuera contra la ley ni que perjudicara la orden de la ley”, dijo Rosalinda anoche en entrevista, luego de rendir su declaración en la Fiscalía Zona Norte.

Continuó:

“El muchacho estaba nada más dormido, ahí afuera del comedor. En eso lo levantan ellos a punta de golpes y violencia, lo suben a la unidad. Los muchachos, muchos de los que había ahí, abogaron por él y les dijeron que por qué se lo golpeaban, pero ellos no les hicieron caso. Insultaron a la gente, les dijeron que si no se retiraban les iba a pasar lo mismo, les dijeron groserías y que no fueran metiches”.

El sábado pasado, la única hija de Carlos Efraín, Valería, se graduó de preescolar junto con otros niños de la comunidad y hubo fiesta hasta tarde, por eso ayer él estaba descansando en una banqueta afuera del comedor de la misma comunidad.

“Su niña de cinco años se graduó, nada más tenía esa hija”, dio a conocer Rosalinda, quien cuenta que hace alrededor de 10 años, Carlos Efraín llegó a la comunidad con su familia desde el municipio de Guachochi. El padre de familia tenía 22 años de edad.

“Llegaron a buscar más oportunidades en la ciudad. Él era un muchacho así, tranquilo, de hecho nunca tuvimos problemas en la comunidad con él, de pleitos con nadie, era muy tranquilo”, agregó la gobernadora indígena.

Cristina Luna, la esposa de la víctima está triste y no han querido decirle a la niña.

“Ayer que encontraron su identificación, hicimos una denuncia anónima para decir que era tarahumara, después ya fuimos a poner la denuncia. En la Fiscalía nos dijeron que ya procedieron y que de hecho ya los tienen bajo custodia a dos o tres municipales”, explicó Rosalinda Guadalajara.

La gobernadora denunció que no es el primer caso de discriminación con gente de la comunidad, ya que se llevan a jóvenes o adultos. Algunos sí tienen problemas en la comunidad, pero cuando se los llevan les roban dinero o lo poco que traen. “Han puesto las denuncias por el robo, pero hasta la fecha no sabemos que pase nada”.

Muñoz Morales informó anoche que los dos agentes puestos a disposición de las autoridades estatales son Héctor José Holguín Aragón y Josué Cerecero Mondragón ambos de 29 años, quienes fueron identificados por los testigos de la colonia Tarahumara.
Los policías detenidos, pertenecen al Distrito Centro y en el momento del crimen se encontraban en su turno, pero además, no dieron aviso por radio. Sólo se sabía que acudieron a un llamado de violencia doméstica.

La dependencia municipal pidió apoyo de la Fiscalía para investigar el caso, concentraron a todos los agentes del distrito y cinco testigos reconocieron a los dos detenidos. Ambos iban en la unidad 442.

Sin embargo, los testigos aseguran que participaron otros dos agentes, un hombre y una mujer, que iban en la unidad 451, el secretario no mencionó nada.


De acuerdo con Muñoz Morales, uno de los agentes detenido negó los hechos y el otro aceptó de manera plena que participó en el asesinato del joven rarámuri.

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: PATRICIA MAYORGA.

Rarámuris se oponen a proyectos depredadores en Barrancas del Cobre

CHIHUAHUA, Chih: El pasado fin de semana autoridades de la Secretaría de Economía, empresarios, legisladores y representantes de comunidades indígenas constituyeron el Consejo Consultivo del fideicomiso Barrancas del Cobre, en cumplimiento de una sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) emitida hace dos años.

En la Sierra Tarahumara, las participantes acordaron agendar reuniones informativas para conocer los nuevos proyectos de desarrollo turístico que se pretenden echar a andar en esa región de manera complementaria a los que se iniciaron desde hace dos décadas sin la participación de las poblaciones indígenas que ahí habitan.

La inclusión de los rarámuris en el fideicomiso es producto del amparo interpuesto en marzo de 2012 por los habitantes de las comunidades de Bacajípare y Huitosachi, pertenecientes al municipio de Urique.

El salvoconducto legal fue promovido tras la autorización otorgada al titular del Poder Ejecutivo para celebrar el convenio “Fideicomiso Barrancas del Cobre” sin constituir legalmente el Consejo Consultivo.

Lo único que pidieron los rarámuris es evitar despojos como en el pasado y garantizar el manejo sustentable de los recursos naturales de la Sierra Tarahumara.

Las obras emprendidas hasta ahora por las autoridades en Barranca del Cobre tuvieron impactos negativos en la región: contaminación del agua, cancelación de manantiales, pérdida de áreas de pastoreo y boscosas, supresión de vías de acceso, acumulación de basura y por ende proliferación de enfermedades, amén de otros problemas como alcoholismo, drogadicción y competencia desleal en la venta de artesanías con artesanos mestizos y productos chinos.

Apenas este año, los hoteles que operan actualmente en dicho sitio lograron controlar los desechos de aguas residuales que durante dos décadas contaminaron el agua de uso común de las comunidades indígenas, con el consecuente daño a la salud, principalmente a la población infantil.

Antecedentes

El proyecto turístico en Barrancas del Cobre inició en 1996 y desde entonces comenzó a afectar a las comunidades Bacajípare, Huitosachi y Mogotavo, todas del municipio de Urique, así como la Bosques San Elías Repechique, del municipio de Bocoyna, principalmente.

El 10 de diciembre de 1996 las autoridades estatales aprobaron el decreto 409/96 en el que se establecía que la garantía jurídica de inversión no provocaría la expulsión de indígenas de la zona de influencia del fideicomiso por la compra y expropiación de tierras; por el contrario, que les proporcionaría arraigo y una vida digna y productiva.

También aseguraba la previsión y prevención de impactos ecológicos negativos y de toda acción que pudiera atentar contra las culturas indígenas de la región. Además, garantizaba la seguridad de que las comunidades indígenas participaran en los beneficios socioeconómicos, particularmente en las obras prioritarias, como escuelas, centros de atención médica y hospitalaria, servicios municipales básicos y demás infraestructura.

Más aún: incluía la certeza jurídica de que los indígenas legalmente representados participaran en la toma de decisiones que los afectaran.

El decreto también condicionaba a las autoridades a dar vida a Consejo Consultivo Regional en un lapso de 30 días. Este Consejos e encargaría de establecer los mecanismos de consulta necesarios para definir y proponer los objetivos, prioridades, políticas y estrategias y de desarrollo regional en sus áreas de operaciones, cuidar que las inversiones pública y privada se realicen respetando los derechos de los pueblos indígenas, así como preservar el medio ambiente, entre otras disposiciones constitucionales.

Asimismo de formular anualmente la propuesta de inversión social que debería ser considerada como anexo especial del desarrollo turístico sustentable del convenio de desarrollo social.

Creado el 13 de febrero de 1997, el fideicomiso tuvo como fin realizar el proyecto turístico en 50 hectáreas de Creel y en 147.6 hectáreas en el Divisadero. Con base en expedientes y documentos con los que cuenta la organización Consultoría Técnica Comunitaria, al ejido Creel le pagaron la hectárea a 20 mil 400 pesos y a la empresaria hotelera Ivonne Sandoval 242 mil 200 pesos la hectárea en el Divisadero.

En un principio, el plan maestro abarcaba una superficie aproximada de 2.8 millones de hectáreas en las que se encuentran asentadas comunidades indígenas de Batopilas Bocoyna, Chínipas, Guachochi, Guazapareas, Mahuarichi, Ocampo, Urique y Uruachi, así como siete barrancas.

Desde entonces, ya se preveía la construcción del aeropuerto de Creel y dos aeropistas más, así como 4 mil cuartos de hotel, 475 espacios para campamentos y mil 600 espacios para casas rodantes.

En el 2009, el fideicomiso rentó al ejido San Alonso 20 hectáreas para instalar las torres de un teleférico y en 2010 inauguraron el parque Aventura en el Divisadero, que incluye casetas de cobro, corredores, teleférico, tirolesa y mercado de artesanías.

Ese mismo año, la comunidad de Bosques San Elías Repechique recibió una carta firmada por la familia Cuesta, quien le informó que sólo podían vivir porque les daban permiso, pero cuando les pidieran el terreno, deberían irse.

Luego construyeron el aeropuerto regional de Creel y no los consultaron, tuvieron que ampararse para que respetaran sus derechos; en el caso de la comunidad de Huitosachi, el capataz de la familia Elías Madero les ofreció a algunas personas 25 mil pesos para que se fueran, les hicieron firmar un comodato para que no pudieran reclamar la tierra.

En Bacajípare por presiones, acordaron rentar 20 hectáreas para las torres del teleférico y en el 2008, el particular Silvestre Martínez pretendió vender 13 hectáreas de uso común cercadas por él mismo, al señor Valderrama del hotel Mirador.

Ante ese panorama, las comunidades indígenas de Huitosachi y Bacajípare del municipio de Urique presentaron por separado, una demanda de amparo.

El amparo fue resuelto por la Segunda Sala de la SCJN a favor de Huitosachi y el juez ordenó respetar el decreto original (de 1996) por el que se constituye el fideicomiso Barrancas del Cobre.

Sin embargo, el 16 de mayo de 2012, el Congreso del Estado aprobó la Ley de Turismo del Estado por iniciativa del gobernador César Duarte Jáquez, en la que el Ejecutivo estatal pretende aplicarla en el caso del funcionamiento del Consejo Consultivo en el lugar de lo establecido en el decreto 409/96 y en la sentencia de la SCJN.

Esa ley no considera la participación de las comunidades indígenas y su objeto o prioridad es el desarrollo turístico en el estado, también crea sus propios órganos de dirección como el Consejo Regional de Turismo y el Consejo Municipal.

Autoridades y empresarios tienen planeado desarrollar un programa de desarrollo sustentable-reforestación de 500 hectáreas con una inversión de 35 millones de pesos para terminarlo hasta el 2025 y prevén la construcción de cuatro etapas más del parque Aventura Barrancas del Cobre, aparte de las dos que ya están en operación.

En la tercera etapa planean construir un centro de convivencia con la naturaleza (camping) y un centro de atención a visitantes con una inversión de 9 millones y medio de pesos. La cuarta etapa incluye la construcción de un club ecuestre, un resort-equipamiento y SPA que costaría 32 millones y medio de pesos y estaría terminado en el 2020. La quinta etapa tiene considerada la construcción de un hospedaje panorámico, hoteles, villas y un centro de convenciones con una inversión de 250 millones de pesos. Y la sexta, un campo de golf con un costo de 180 millones. En total se prevé una inversión de 507 millones.

Con la constitución del fideicomiso, los proyectos que se desarrollen a partir de ahora deberán contar con la aprobación de las comunidades indígenas, los guardianes de la sierra.

La propuesta de las comunidades para que el consejo consultivo funcione bien y se dé un diálogo efectivo es iniciar una etapa de información para que la autoridad responsable se reúnan con cada una de las comunidades indígenas del área de influencia actual: Arareco, Cusárare, Bosques San Elías Repechique, San Elías, San Luis Majimachi, Mogotavo, Huitosachi y Bacajípare, con el fin de entregar información suficiente sobre los antecedentes del proyecto turístico, la situación actual y los planes de desarrollo propuesto por el fideicomiso a 5 años.


Además, solicitaron que se consolide un plan regional de turismo comunitario con los proyectos de los pueblos indígenas y propusieron también hacer un programa de radio sobre el proyecto de fideicomiso.

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: PATRICIA MAYORGA.

Menor rarámuri muere al dar a luz cerca de un arroyo

CHIHUAHUA, Chih: Sin la compañía de ningún familiar, Patricia González, una rarámuri de 16 años, salió muy temprano de su vivienda, en el municipio de Valle de Zaragoza, y al llegar a un arroyo se detuvo. Ahí la joven dio a luz y minutos después murió.

Las autoridades lograron rescatar con vida a la recién nacida, cuyo estado de salud se reporta estable.

En ningún momento la adolescente recibió atención médica adecuada para llevar su embarazo a buen término, ya que al parecer nunca informó a sus familiares que estaba embarazada.

Sola, Patricia salió de su vivienda, posiblemente con los dolores de parto, y en un arroyo cerca de Valle de Zaragoza, a varios metros de su domicilio, tuvo a una niña.

Alrededor de mediodía los familiares encontraron el cuerpo de la menor y muy cerca localizaron a la recién nacida con vida, por lo que de inmediato pidieron ayuda.

Paramédicos de la Cruz Roja llevaron a la bebé al Hospital General de Parral, donde recibió atención médica, y posteriormente fue trasladada al hospital de Ginecoobstetricia.

El director del nosocomio, Manuel Ibarra Torres, reportó que la recién nacida, con un peso de más de tres kilogramos, se encuentra en perfecto estado de salud, después de mantenerla en el área terapia intensiva para descartar hipotermia, hipoglucemia o problemas infecciosos y respiratorios.

No obstante, continuará en observación para evitar cualquier infección o malformación que pudiera derivarse de las circunstancias en las que nació. Según el médico, por el momento se le aplican antibióticos profilácticos.


En tanto, la Fiscalía General del Estado se hizo cargo del cuerpo de Patricia González para determinar la causa de muerte.

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: PATRICIA MAYORGA.