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El gueto de Tepic

Convertida en un verdadero centro de concentración, la Plaza del Músico, en el corazón de la capital nayarita, se abre insultante a los ojos de la población. Insulta al sentido común la forma discriminatoria y excluyente en que el gobierno local y el estatal han confinado a centenares de personas de tres etnias a vivir en el que es el primer gueto indígena del país.

La segregación de huicholes, coras y tepehuanes en la Plaza del Músico en Tepic, fue una disposición oficial lograda por el diputado perredista, Miguel Ángel Arce Montiel, quien logró del gobernador priista Roberto Sandoval Castañeda y del alcalde, Leopoldo Domínguez, la autorización para hacer un centro de concentración indígena.

El argumento oficial para la segregación de todos los indígenas -que llegan a la capital de Nayarit, con la intención de comercializar sus artesanías como única forma de sostenimiento económico- fue crear un centro de artesanías, dijo el chamán Santiago Díaz Hernández. Pero terminaron marginados, segregados, olvidados por el gobernador del Estado.

Entre las razones que movieron a las autoridades de Nayarit para excluir y marginar a la población indígena, también destaca la petición que hicieron algunos de los propietarios de comercios del centro de la ciudad de Tepic, que argumentaron “la mala imagen de los indígenas en la calle”, dijo otro de los vecinos del gueto.

A los coras, huicholes y tepehuanes se les concentró en la Plaza del Músico con el ofrecimiento falso del gobierno municipal de Tepic, de levantar un censo mediante el cual se hiciera la entrega de apoyos para vivienda, empleo y alimentación. 

“A quienes no estén en esa plaza, no se les dará el apoyo”, les advirtió el alcalde.

La concentración de indígenas en la plaza se hizo hace tres años. A la fecha, ninguna autoridad ha regresado al lugar. En el sitio, de donde los pobladores no se quieren mover para no perder la posibilidad de los apoyos ofrecidos para mejorar su condición de vida, se han improvisado viviendas de cartón y madera donde la pobreza vive de a mano con las precarias condiciones de salud.

Solo unos pocos organismos particulares dedicados a la asistencia social visitan la zona para atender las necesidades más apremiantes de los indígenas. Una de esas agrupaciones es la de periodistas locales, encabezada por Norma Cardoso y Lorena Meza Reyes, que hace visitas periódicas para estar al pendiente de las condiciones de vida de ese grupo.

Con recursos de su bolsa, las periodistas locales mantienen un programa de asistencia social, basado en la entrega de servicios de salud básica para niños y mujeres, a fin de erradicar problemas sanitarios, como el brote de sarna que se registró hace unas semanas, a causa de la falta de agua.

‘Allí está lo que soy’

Asus 37 años de edad, con 7 hijos a cuestas, Balvina no sabe qué es ser pobre. Se ríe ante las preguntas del reportero. Contesta poco. No cesa de masticar el chicle que desde hace horas seguro dejó de tener sabor. No sabe leer y no le preocupa el destino de sus hijos. Está embarazada y dice que su hijo va a nacer allí –apunta hacia un rincón de la casa de cartón-, como han nacido los últimos dos.

No sabe lo que es ser pobre. Ella dice que la forma de vida que tiene en el ghetto le gusta. Hace lo que quiere y no se preocupa por nada. Su actividad diaria consiste en sentarse a escuchar la radio y a procurar la comida que les va a dar a sus niños. La mayor de sus hijas, de apenas 8 años, ya le ayuda a cuidar a los otros niños. Se tapa la cara para no dejar ver la risa que le provoca al preguntarle la edad.

No se acuerda cuando nació, no sabe cuántos años tiene, por eso siempre carga su credencial de elector. 

“Allí está lo que soy”, dice llana. 

Grita hacia el interior de la casa para que los niños se callen. Retoma la plática para decir que no siente que le falte nada. Todo lo tiene resuelto: tiene donde dormir y la gente le lleva a veces para comer. Los niños, ellos van creciendo y cada quien afrontará pronto su destino.

El esposo de Balvina se sale del ghetto casi todos los días.

Pobreza en abundancia

Pese a que cerca de 120 personas de las tres etnias de Nayarit se encuentran segregadas en la Plaza del Músico, el sitio no cuenta con ningún tipo de servicio básico. Se suministran de agua potable de una manguera pública que a cuenta gotas va llenando las botellas familiares de Coca Cola. Para que todos alcancen se racionan el agua: toca de dos botellas por familia.

En casas de menos de cuatro metros cuadrados viven familias completas. La energía eléctrica la sustraen con desvencijados cables que serpentean entre el cartón y la madera de las viviendas. No cabe la posibilidad de pensar en la intimidad de un baño con excusado. No hay ocasión en que la lluvia no termine por mantener a todos en vilo.

“No tenemos nada”, cuenta el chamán Santiago Díaz Hernández, “lo único que hay en abundancia por estos lugares es la pobreza a la que nuestro señor gobernador no ha empujado. Ojalá un día se diera una vuelta por aquí, para que vea cómo estamos viviendo. Pero esto es mejor que estar viviendo en las comunidades. Por lo menos aquí algunas gentes nos ayudan a comer. En el monte no tenemos nada, ni animales para comer”.

El chamán se encuentra prácticamente en desuso. Desde que el grupo de periodistas locales asumió como suya la responsabilidad de ayudar a los vecinos de la Plaza del Músico, no falta el servicio médico. Antes, ni siquiera eso tenían los pobladores. El chamán era el que mantenía la salud del lugar en base a la medicina tradicional.

Ni vistos ni oídos


Pese a que la oferta del alcalde de Tepic, Leopoldo Domínguez, y del diputado Miguel Ángel Arce Montiel fue hacer un censo para entregar apoyos, a la fecha ninguna autoridad ha llevado a cabo siquiera el levantamiento del listado de posibles acreedores a un programa de asistencia oficial.

Ni la Secretaría de Salud local se hace presente en el lugar, denunció el chamán. Hace mucho que no llegan a vacunar a los niños. El brote de sarna que surgió allí fue atendido por el voluntariado que encabezan Norma Cardoso y Lorena Meza Reyes. Con fondos particulares se atendió a los niños enfermos, en cuyos rostros todavía se puede ver la marca de la pobreza.

A los indígenas relegados al ghetto se les ha prohibido salir de allí para comercializar sus artesanías. El gobierno municipal ha ideado la forma de evitar que los pobladores del sitio salgan a las calles: les ha ofrecido la entrega periódica de algunos materiales para sus labores manuales. A veces les han hecho llegar algunos hilos y pedrería que en algo mitigan la pobreza el lugar.


 Casi todos ya perdieron la esperanza de recibir apoyo del gobierno estatal y municipal, pero no se quieren regresar a sus localidades de origen porque allá la pobreza es más lacerante. En el estado de Nayarit no existe un solo programa de asistencia a las comunidades indígenas que permita arraigar a sus pobladores en sus lugares.

FUENTE: REPORTE INDIGO.
AUTOR: J. JESÚS LUMUS.