El robo de combustible solía ser obra de unos cuantos lugareños que hacían agujeros en las tuberías y se llevaban la gasolina en jarros. Pero las armas pesadas y la violencia vistas en la confrontación del pasado martes en el estado de Puebla reflejan su conversión en un negocio multimillonario que abastece no sólo a quienes venden gasolina en las cunetas de las autopistas, conocidos como “huachicoleros”, sino a fábricas y cadenas de gasolineras.
Los policías agarraron sus rifles de asalto con fuerza mientras observaban como los hombres llenaban tanques de plástico y los cargaban en docenas de camionetas en un campo de maíz en el centro de México. Aunque se estaba cometiendo un delito ante sus propios ojos, los agentes dijeron que era una situación demasiado peligrosa para implicarse.